Ambos pasaron la noche en la cabaña de Enilka, pues era demasiado arriesgado descender el monte en noche cerrada. Las monturas podían despeñarse al no ver bien el camino o los centauros mostrarse más agresivos. Habían tardado media jornada en llegar hasta ahí y los días ya eran cortos. Entre preparar el ritual y realizar el oráculo había pasado el resto de horas de luz.
Al día siguiente prepararon su equipo e impedimenta y se despidieron de Enilka. La pitonisa, ya recuperada y serena, pareció haberle susurrado algo a Mekarna, abriendo la guerrera los ojos de par en par como gesto de sorpresa. Se le escapó una mirada fugaz hacia Ares, tragó saliva y luego asintió. Tras aquello, se marcharon. Nysa, la napea, les miraba mientras se marchaban, con los ojos entrecerrados sentada con las piernas cruzadas encima de una rama. Ares le hizo adiós con la mano, sonriendo burlón y esta hinchó los carrillos y apretó los puños.
-¿Qué te ha dicho Enilka? - preguntó Ares, de forma distraída.
-Me dijo que lo que soltó durante su éxtasis era totalmente literal. Que tu eres Ares y que olvidara toda esa farsa de que eres un semidios y demás.
-¡Vaya! - Ares se quedó unos momentos callado. Toda una parte de su ser se moría de ganas de decir abiertamente que si, era un dios y era Ares. Por otro lado, una gran sombra de desconfianza le acechaba, pues se le había arrebatado su divinidad y no consideraba que fuera digno de presentarse de tal manera. - ¿Y... y tu qué piensas? - balbuceó.
-Pues no lo sé. Haces cosas que parecerían de dios pero... pareces normal. No lo sé, la verdad. Aunque Enilka tiene contacto directo con los dioses y nunca se ha equivocado. - Mekarna no estaba dudosa, estaba admirada a la vez que asustada. Sabía que Ares era un dios vigoroso y valeroso, pero también sabía que era impulsivo y violento. Sentía admiración a la vez que temor. Sabía que era Ares pero intentaba autoengañarse a si misma con que no.
-Eso es porqué el desgraciado de Zeus me arrebató la divinidad. - dijo Ares escupiendo las palabras, mirando al cielo, desafiante.
-No se como puede ocurrir tal cosa de arrebatar la divinidad, pero lo que si se es que ningún mortal con dos dedos de frente soltaría tales cosas sin temor alguno. Eres un loco o eres Ares, y visto lo visto, todo me cuadra más con lo segundo.
-¿Y se lo dirás a todo el mundo?
-No creo que me crean. Dudarán de mi y luego irán a preguntarle a Enilka. Mejor me espero a que Enilka se lo cuente a todo el mundo.
-No lo veo mal plan. Ni siquiera yo mismo me veo como un dios.
Cuando el sol alcanzó el mediodía llegaron a la villa principal de los Satras. Atravesaron las diversas granjas hasta alcanzar el fuerte. La idea de Ares era despedirse de todo el mundo, agradecer su hospitalidad y continuar su camino. Pero se dieron cuenta que las cosas no iban precisamente bien. Había agitación e ir y venir de individuos armados.Dejaron sus monturas cerca de la entrada y pasaron al interior del edificio. Vieron a Leiva hablar junto con algunas personas armadas. Gamunk apareció por detrás de ellos, les saludó con un gesto de cabeza y se fue directo a decirle algo a la caudilla.
-¿Pero qué ocurre aquí? ¿Nos atacan? No hemos visto a nadie mientras volvíamos. - dijo Mekarna.
-A nosotros no, a los Cicones. Los aqueos han decidido ir a saquear y nos han pedido ayuda.
Llevan un día siento atacados. - respondió Leiva.
-No han tenido suficiente con Troya, esos desagradecidos aqueos. - dijo Ares con ira.-Sois muy oportunos llegando. Mekarna, te necesitaré a ti y a tu séquito. - Leiva se mostró con autoridad y eficiente.
-Os acompañaré. - Ares se mostró decidido. Sentía un gran furor interno deseoso de salir, sabiendo que tenía la oportunidad de ir a atemorizar a aqueos y mostrarles de nuevo su poder.
-Dudaba si decírtelo por aquello de que tus orígenes son aqueos, aunque hayas nacido y estés afincado en Tracia, pero será una ventaja que un supuesto semidios venga con nosotros, Enyálios. A saber quienes van con los aqueos. - Leiva se mostró agradecida, pero volvió rápidamente a continuar haciendo preparativos.
Mekarna se fue para organizar a su seguicio y Ares se dirigió directo de vuelta a su montura. Se aseguró de tenerlo todo en su lugar. Luego aprovechó para beber y comer algo en el recinto, antes de partir. Fue todo muy rápido, pues en menos de un par de horas ya salían del fuerte. Se había reunido a todo un grupo de individuos armados. Leiva iba por delante con su carro de guerra llevado por un conductor. El carro de guerra era de dos ruedas, con una agarradera central dispuesta en perpendicular. Gamunk la acompañaba en su montura. El grupo mostraba una variopinta variedad, con unos pocos individuos con armaduras de escamas y cascos de bronce, un par de carros de guerra más con jinetes blindados, un grupo más amplio de peltastas tracios que llevaban peltas, cascos de bronce, armaduras de bronce de discos, venablos, lanza y arma de mano, y un pequeño grupo de arqueros, honderos y escaramuzadores varios. En total, algo más de cien combatientes, todos hombres y mujeres acostumbrados a viajar, cazar y combatir.
Todo el grupo habían tomado provisiones para dos jornadas. Si la cosa se alargaba su idea era forrajear y conseguir más en el lugar, por lo que iban ligeros de equipaje. Lo único seguro que llevaban eran pesadas capas y túnicas de lana, para poder pasar la noche sin morir bajo el frío. Sin más ceremonia, salieron del territorio de los Satras. La tierra de los Cicones estaba a una jornada a caballo, pero a dos jornadas a pie, en dirección sureste, hacia la costa.
Salieron raudos, pasando la primera jornada sin descansar. La noche fue corta, pues se levantaron pronto para poder alcanzar cuanto antes mejor el destino. Cuando estaban a media mañana de la segunda jornada y ya se veía, en el horizonte, pequeñas columnas de humo en la ciudad principal de los Cicones, Leiva decidió hacer un alto. Un consejo de guerra hecho antes, formado por otros dos caudillos, Gamunk, Mekarna y Ares, había decidido acercarse de forma más cauta hacia su objetivo. Sabían que los aqueos andarían acomodados, acabando de saquear las granjas de alrededor. Así lo hizo la mayoría de la leva. Se enviaría a un pequeño grupo para echar un vistazo e informar de la situación mientras el grupo principal continuaba su avance más lento.
Ares formaba parte del grupo de avanzadilla. Acompañaba a Mekarna, junto a su banda de doce guerreros. No iba en calidad de líder del grupo, pues por muy semidios que lo considerase Leiva tampoco iba a asignarle cargos de ese tipo sin conocerle bien. Todos iban con sus monturas, veloces hasta empezar a alcanzar la zona de las granjas y pequeñas fincas cerca de la ciudad principal.
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El Perro de la Guerra
FantasyTodos saben que el voluble Ares lucha hacia por el bando que derrama más sangre, pero no es hasta la muerte de uno de sus hijos que toma parte visible para los aqueos. Sucesos posteriores le harán ver que en realidad solo está siendo una herramienta...