Capítulo 5: Aguafiestas

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Costó un día entero convencer a Apolo de acudir al santuario natural para que curase a Ares. La herida del hombro había sido estabilizada por Artemisa, pero se requería más para que el dios de la guerra recuperase la movilidad y fuerza del brazo derecho en poco tiempo. Finalmente vino Apolo, pero acompañado de Afrodita. Lo primero que hizo la diosa del amor fue ponerse al lado de Ares y mirarle ella misma la herida.


-Mi pobre perro de la guerra. - en los labios de Afrodita eso sonaba cariñoso. - Debería haber pensado que acabarías metiéndote en líos.


Ares estaba sentado en la hierba, apoyado sobre una roca. Chasqueó la lengua y sonrió a Afrodita. - No te culpes por eso. Me he metido en este lío porqué he querido yo, como siempre.


-A ver si le sueltas eso a Zeus y Hera igual de feliz. Bárbaro. - Apolo se acercó. Obligó a Afrodita a hacerse sitio mientras la diosa se quedaba cerca,mirándole con ojos furibundos.


-Pues claro que se lo soltaré, después de que me arregles este estropicio. - Ares puso un par de muecas de molestia mientras Apolo hurgaba en la herida,aplicando sus artes y conocimientos para sanarla bien.


Apolo, como dios de la medicina que era, tenía entre sus capacidades el poder curar de heridas y enfermedades terribles. No obstante, no lo hacía con un simple toque luminoso, si no que tenía que palpar la dolencia y arreglarla con las manos, hurgando dentro de la piel, juntando hueso, tendones, músculo y piel paso a paso, como un artesano trabajando la arcilla. Era un proceso algo doloroso que tardó un rato largo.


-Bueno, supongo que te tengo que dar las gracias, Apolo. Lo has hecho bien. - Ares estaba de pie moviendo su brazo derecho en círculos y luego dando golpes en el aire. - Mañana volveremos al campo de batalla y le mostraré a Atenea de que soy capaz. ¡Sin sus malditas tretas y engaños! ¡Eso no fue un jodido combate igualado! - se enfurecía solo de pensarlo, y su ira solía ser incontenible. Los ojos se le enrojecían.


-Cálmate, Ares. - le dijo Afrodita. El dios pareció recuperar la compostura. Cuando Afrodita se dirigía a él por su nombre no era bueno hacerle la contra. Se acercó a él le acarició el mentón. - No vas a volver mañana al campo de batalla. Y eso va para todos. - se dirigió a Enio, Alala, Fobos y Deimos.


Todos, incluido Ares, miraron a Afrodita sorprendidos y con indignación contenida. Antes siquiera que pudieran empezar a quejarse, Artemisa intervino.


-También va para nosotros. Ha sido cosa de Zeus.


-Si – añadió Apolo. -Tras tu espectáculo, y viendo los daños ocasionados por enfrentarnos entre nosotros, Zeus envió a Iris para decirnos que prohibía que cualquier dios interviniera.


-Ya podría haber bajado él mismo a decirlo, el muy cobarde. - Ares rechinó los dientes y apretó los puños.


-No te voy a negar ese punto, carpinterito. - asintió Afrodita.


-La cuestión es que tampoco estará Atenea, así que no tendrás que ir a buscar afrentas con nadie, Ares. - Artemisa buscaba ser más conciliadora que su mellizo Apolo.

El Perro de la GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora