Capítulo 24: Palacios, intrigas y familia

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Mientras Ares estaba sentado en una bancada anexa al muro de la posta, hecha de ladrillos, haciendo tiempo con una jarra de vino, pudo ver llegar a Dandaxarthos con cara risueña y caminando con cierta altivez hacia el lugar. Cuando el comerciante vio a Ares se sentó a su lado, tomándose la libertad de tomar un trago de la jarra de vino. Ares no se quejó.


-¿Estás loco? ¿Querías que te matasen? La gente anda muy tensa por aquí. - le reprochó Dandaxarthos.


-Iba a lo que iba. Quería sacar información sobre todo lo que está ocurriendo. Peor para ellos si hubieran intentado atacarme.


-¡Enyálios! ¡Pero que vas desarmado! ¿Como ibas a hacer algo? ¿Con las manos desnudas?-Si. - Ares fue lacónico y tajante.


-Ostras... bueno... al menos he evitado que la cosa acabara peor. - el comerciante se quedó unos instantes sin saber muy bien que decir. Perplejo y sin hacerse muy bien a la idea de que alguien pudiera ser capaz de concebir tales locuras, decidió dejarlo de lado.


-¿Tu has sacado algo? Has estado bastante rato. Me ha dado tiempo a terminarme una jarra de vino con tranquilidad. - Ares cogió la jarra con la que estaba ahora y la removió un poco, dando a ver que con esa ya iba por la mitad. Aprovechó para darle otro trago.


-El muy pesado solo quería darme objetos de joyería o armas antiguas de bronce desgastado o cobre. Al final le he podido sacar unos cinco lingotes de bronce de estándar chipriota, cinco ánforas grandes de aceite, dos de vino y un rollo de ciento cuarenta y dos codos egipcios (80 metros) de paño de tela de lino. - hizo una media sonrisa, viéndose vencedor.


-Le habrás tenido que dar bastante ámbar por todo eso. Parecía muy celoso de su bronce. Y viendo el oro que tiene, no creo que la orfebrería escita le impresionara.-Tienes razón, por eso he usado mi taba en la manga: la piel de tigre que me has visto debajo de la capa de lana.


-Le entiendo. Es todo un elemento de prestigio. Viendo como es, seguro que se inventa historias sobre que lo ha cazado él mismo o algo por el estilo. Sé que hay tigres en las montañas de más al norte y Afrodita y Artemisa me han hablado de que en Hatti y el norte de Asiria también los hay. Tengo ganas de encontrarme con alguno... - Ares suspiró, acordándose de nuevo de Afrodita. Pensaba en encontrarse con algún tigre, pero también querría poder encontrarse con ella. Suspiró sintiéndose culpable de hasta qué punto podía haberla decepcionado después del estado lamentable en el que se dejó tras el juicio.


-¿Qué dices tu de Afrodita y Artemisa, Enyálios? - Dandaxarthos empezó a reír, pensando que estaba alucinando o que le estaba tomando el pelo. - ¿Tan bebido vas que ya te han hablado las diosas? ¡Si aún es mediodía!


-¿Eh? ¡Ah! - Ares volvió a caer en que se había ido de la lengua. Gruñó para si y negó con el rostro. Aún no habían llegado las historias a esa región y no se atrevía a proclamarse como dios. Seguía teniendo la sensación de estar engañándose a si mismo. - Si, bueno... quizá un poco. Me refería a sacerdotisas suyas, ya sabes... - aclaró al final, aunque con un deje nostálgico.


-¡Bah! No te preocupes. El vino siempre nos hace decir tonterías. ¿Y cuando nos iremos?


El Perro de la GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora