2. Amistades

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Miré el departamento inspeccionándolo. Ya había vuelto luego de tomar un helado y algo... mejor dicho, alguien faltaba.

—¿Qué pasa? —habló Appa.
—¿Y el tipo encintado?
—Lo lleve a otra parte —dijo con obviedad—. ¿Qué? ¿Crees que lo iba a dejar aquí contigo?
—Pero sigue aquí, ¿no? ¿Está en otra habitación? —Solo preguntaba por curiosidad.
—¿Eso importa?
—Mientras no llegue la policía a allanar. —Me encogí de hombros.
—Si, bueno, preferiría que cuando yo no esté, tu tampoco.
—¿Qué quieres decir?
—Que si me tengo que ir a hacer algo, no estés en el departamento.
—¿Por qué? —pregunté incrédula.
—Porque si, porque yo lo digo —contestó molesto y bufé.
—¿Y a dónde se supone que voy a ir?
—¿Cómo lo voy a saber? Tienes un país entero para recorrer...
—Que gracioso eres —hablé sarcásticamente.
—La azotea siempre está abierta, sino puedes ir al parque que está a unas calles, o al centro, o a comer algo...
—Como sea. —Coloqué los ojos en blanco.

Me dirigí hacia el refrigerador y vi que estaba casi vacío, excepto por algunas cervezas y comida que olía horrible. Cerré, decidí ir hacia la mesa y me senté sobre una silla. Le robé el control remoto a mi padre y comencé a buscar algo interesante en la televisión.

—Oye, estaba viendo —se quejó.
—¿Si? Bueno, yo estaba viendo que no hay nada de comer.
—En la noche pediré ramen.
—No se puede vivir a ramen, papá —me quejé.
—¡Bien, bueno! Mañana iremos al súper. Pero no al de aquí abajo, ese te arranca la cabeza con sus precios.
—Bueno —acepté.

Luego de comer ramen, papá me dijo que usara su habitación para dormir y que él se quedaría en el sofá. Estaba segura que luego intercambiaríamos, así que acepté.

A la mañana siguiente me levanté muy temprano porque había mucho ruido, me vestí y salí del departamento para ver que sucedía. Una chica de pelo rosa se estaba mudando al departamento de la derecha. Solo parecía unos pocos años mayor que yo, tal vez tendría 21 o 23.

Estaba muy cargada y trataba de abrir, pero las cosas no se le dejaban de caer.

—Hola, ¿Necesitas ayuda? —pregunté.
—¡Buenas! Ehh, si, muchas gracias —aceptó con una sonrisa tímida—. Disculpa la molestia.
—Descuida —dije luego de ayudarla a abrir la puerta y comencé a levantar las cosas que se le habían caído—. Con permiso —avisé entrando para seguirla ayudando.
—Muchas, muchas gracias —volvió a agradecerme.
—No es nada —Sonreí.
—Soy Yoon Ji-Soo —Se presentó con una inclinación.
—Kim Hana —repetí su acción—. Es un gusto, y bienvenida a Verde Hogar.
—¿Vives hace mucho aquí?
—No, desde ayer, me mudé temporalmente con mi padre. ¿Y tú? Digo, ¿Qué te hizo mudarte aquí?
—La vida... y el alquiler barato —bromeó y reí asintiendo.

Había visto que ella traía consigo una guitarra, luego descubrí, por suerte, que tocaba a un volumen bajo, sin embargo había veces en las que, como ella decía, se dejaba llevar sin darse cuenta. Mayormente no me molestaba, o a mi padre, pero cuando eso pasaba y era de madrugada o estaba estudiando, me tocaba ir a pedirle que bajara un poco el tono y casi siempre, sin darnos cuenta, nos quedábamos hablando por horas.

Me alegraba estar haciendo una nueva amiga.

Me alegraba estar haciendo una nueva amiga

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Dulce hogar [𝑳𝒆𝒆 𝑬𝒖𝒏-𝑯𝒚𝒖𝒌]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora