4. El comienzo

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«Hoy era el día.» No podía dejar de repetirme aquello desde que desperté.

Ya habían pasado los tres meses.
Ayer en la noche volvió mi mamá de su luna de miel, hoy la vería de nuevo y regresaría a mi casa. Por un lado estaba tenía feliz porque la extrañaba... y también a mi cama; la del departamento de papá era muy blanda, delgada y se le sentían los resortes, además el sofá era muy incómodo.

Por otro lado, lo había estado pasando bien con papá, muy bien, incluso a pesar de que tenía a alguien secuestrado. Además había encontrado amigos en Verde Hogar, y tuve que despedirme de ellos, pero con la promesa de que volvería pronto a visitarlos, especialmente a Hyun-Soo, que seguía viéndose tan mal como cuando lo encontré, así que yo temía que él cometiera alguna atrocidad en cuanto yo desapareciera.

Quién estaba más molesta con mi partida era Eun-Yoo, que hasta me había amenazado si no regresaba a visitarla y hasta me había ofrecido que me quedara en su departamento cualquier fin de semana si papá desaparecía. Pero la verdad era que antes debería ser el fin del mundo para que yo me quedara bajo el mismo techo que Eun-Hyuk.

Cuando fue la hora de irme, salí del departamento con la maleta rumbo al ascensor. Papá dijo que me adelantara, porque tenía algo que hacer, luego el bajaría mi bolso. Igualmente él solo me acompañaría hasta la puerta del edificio y esperaríamos juntos un taxi.

Al detenerme frente a los ascensores noté que estaban en mantenimiento. ¡Lo que me faltaba!
Me dirigí hacia las escaleras a regañadientes y comencé a bajarlas. ¿Por qué quise bajar yo la maleta?

En el piso de abajo era en el que vivían los Lee y tuve la suerte de encontrarme de frente a Hyuk, en vez de a Eun. Miré al cielo y seguí mi camino yendo más rápido. Él solo me miró y tuvo que seguirme, supongo que porque los ascensores no funcionaban y tendría que ir a trabajar.

—¿Y si vas más rápido? —habló luego de un rato de ir detrás de mi por las escaleras.
—Voy tan rápido como puedo —bufé entre dientes.

Hyuk parecía conocer todas las formas de hacer malos mis días.
Nuevamente un silencio mortal reinó hasta que se metió por mi lado, me quitó la maleta y pasó velozmente delante de mi.

—¡Oye! —me quejé comenzando a correr detrás de él.

No lo alcancé sino hasta que llegamos a la planta baja.

—De nada. —La comisura derecha de su labio estaba ligeramente hacia arriba, su cabeza inclinada hacia la izquierda y sus cejas un poco fruncidas, es decir que sonreía falsamente.
—No te pedí que me ayudarás —solté quitándole la maleta.
—No, pero tienes que admitir que necesitabas mi ayuda.
—Si, seguro, como digas. —Hice oídos sordos y me dirigí a la puerta principal.

Entonces me di cuenta de que algo raro estaba pasando. Muchos vecinos estaban ahí, la reja de la entrada estaba baja y la puerta de vidrio cerrada.

—Rayos, ya es tarde —dijo un hombre que estaba tratando de quitar la reja.
—¿Qué pasa? —habló otro hombre.
—Mi hija aún no ha llegado a casa. ¿Quién bajó la cortina? —preguntó una mujer.

Noté que Hyuk llegó a mi altura y pude percibir que estaba tan desconcertado como yo.
No cualquiera lo notaría, pues tenía la misma cara inexpresiva de siempre, pero luego de pasar tanto tiempo con él por ser amiga de su hermana, aprendí a ver pequeños detalles en su rostro que delataban lo que pensaba.

—Disculpen —dijo una voz femenina detrás nuestro y al darnos vuelta nos encontramos con una mujer joven—. ¿Sus celulares tiene señal? —Ambos revisamos eso tras sus palabras.
—No —negué. Había charlado con mamá desde la tarde, y el último mensaje que le había mandado fue hace dos horas; ahora que lo notaba, nunca se había enviado.
—Parece que no —explicó él de forma neutra.

Dulce hogar [𝑳𝒆𝒆 𝑬𝒖𝒏-𝑯𝒚𝒖𝒌]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora