9. Hacer las paces

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Mientras me retiraba de la habitación de seguridad, Hyuk comenzó a gritarme más razones por las que no debería subir. Una de ellas era que yo no tenía ni una sola arma.

Tenía aquel desodorante con el encendedor, listo para prender fuego a cualquier monstruo. Pero era cierto que necesitaba algo más.

Por suerte, había tenido el arma entre ceja y ceja en cuanto llegó.
Así que me dirigí a buscarla y la encontré con su dueño.

—¡Hola, Jayhun! ¿Cómo estás?

Mi lógica era esta: él tenía dos katanas. Una era más que lo necesario para protegerse y utilizar dos a la vez sería casi imposible. Así que... Podría prestarme una. Al menos las veces que yo tuviera que subir, así podría defenderme.

Mi emoción fue extrema cuando me dijo que sí y me la dio con funda y todo. Hasta me enseñó un poco sobre cómo usarla.

Cuando Hyuk me vio con la katana, casi se le cae la mandíbula al suelo. Fue realmente muy divertido.

Creo que por eso ahora estaba todavía más enojado, porque le estaba demostrando que yo tenía razón y él no.

Estuvimos en silencio dirigiéndonos hacia las escaleras. Él abriendo y cerrando los puños y todo eso.

Entonces escuchamos.

—Oye, espera. Eres mafioso, ¿no?—Sonaba a la señora de la guardería—. Hacen lo que sea por dinero. Te doy lo que tengo pero ayudame a salir de aquí. —Se escuchó un forcejeo—. Pero...

Al doblar en ese pasillo, vi que mi padre se alejaba en la misma dirección a la que nosotros íbamos.

—Muevete —le exigió al guardia de la puerta, el que custodiaba que nadie subiera o bajara sin que supiéramos.
—No... No puedes entrar... —contestó suavemente y entre tartamudeos.

Vaya, al parecer mi padre sí que impone mucho aquí.

—Que pase —soltó Hyuk en cuanto llegamos.
—¿Está bien? —dudó el guardia.
—No podemos detenerlo —respondió Hyuk.
—¿Qué haces? —le dije a mi padre. Él volteó a verme.
—Tú subes, yo subo —se limitó a responder—. Ese fue el trato.

No, no habíamos hecho ningún trato. Fue una promesa. Y tampoco fue esa.

Puse los ojos en blanco, pero no dije nada.

—Es que no debería... —comenzó a decir el guardia, pero se calló cuando mi padre comenzó a tirar la barricada y abrir la puerta.
—Tal palo, tal astilla —murmuró Hyuk cuando mi padre cruzó las puertas.
—Til pili til istilli —susurré de malhumor.

Hyun estaba por avanzar hasta que el chico de anteojos lo detuvo.

—Espera —dijo y luego le susurró algo al oído.

Yo sabía muy claramente qué era. Justamente era esa mi razón para subir, aunque él no lo supiera. Pero sí me extrañaba que no se hubiera dado cuenta.

Para Hyuk, la prioridad era Dusik, el ingeniero del piso 14. Sí se complicaba, la orden era dejar a los niños.

Para mí, todos eran prioridad. Yo subía para encargarme de que la señora y los niños también llegaran aquí abajo, sanos y salvos.

Hyun-Soo pareció perturbado al descubrir la orden de Hyuk, pero aún así avanzó y cruzó las puertas hacia las escaleras.

Yo lo seguí, pisando «sin querer» a Hyuk y golpeándolo, también «sin querer» con la funda de la katana.
Lo oí maldecir a mis espaldas.

—Espero al menos te concentres y logres cuidar de Hyun-Soo, ya que te preocupas tanto por él —murmuró molesto.

Oh. Entonces a eso creía que yo iba a hacer... Cuidar a Cha.

Dulce hogar [𝑳𝒆𝒆 𝑬𝒖𝒏-𝑯𝒚𝒖𝒌]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora