ᴋɪᴍᴇᴛꜱᴜ ɴᴏ ʏᴀɪʙᴀ-ᴏɴᴇ ꜱʜᴏᴛꜱ

Gyomei

Nunca te ha visto.

Oh, dioses, nunca te ha visto.

Estás sangrando frente a él, tu sangre espesa y caliente en las yemas de sus dedos y ni siquiera puede mirarte a los ojos. Jadeos entrecortados llenan sus oídos, gemidos débiles lo sacuden hasta la médula.

Demasiadas personas han muerto en su presencia. ¿Por qué siempre tiene que terminar así? ¿Por qué alguien cercano a él no puede vivir la vida pacífica que se merece? Y para ti, su amada, estar en sus brazos así, derramando sangre en el suelo como si tuviera sed de ella.

Los ataques de demonios no son infrecuentes. Sin embargo, que uno se le escape de las manos y lastime a alguien es completamente diferente.

El cuerpo de Himejima tiembla demasiado. Él puede sentir que tu fuerza vital se desvanece lentamente, junto con la suave brisa. Todo es demasiado pacífico. Esto ... esto no es justo. La vida no es justa.

"No me dejes", suplica.

Usted tose.

Reprimiendo un sollozo, Himejima te acerca. Estás apretado contra su pecho, tu sangre mancha su ropa con un tono burdeos. No le importa. Mientras vivas, a él no le importa.

Tu aroma después del baño. Tu cálida mano sosteniendo la suya. Tu risa cada vez que escuchas un chiste tonto. Tu dulce sabor cada vez que lo besas.

Tiene tantas partes de ti grabadas en su cerebro, pero no sabe cómo te ves. Nunca ha visto tu cara, tu sonrisa, tus ojos cada vez que le dices que lo amas.

Su rostro se empapa de lágrimas.

Es vagamente consciente de que tus dedos se aferran a su manga con un agarre drásticamente débil. Una mano grande ahueca tu rostro; lágrimas y sangre se adhieren a tu piel húmeda y Himejima no quiere nada más que limpiarse frenéticamente.

"No quiero irme", murmuras. Tu voz suena demasiado temblorosa para su gusto.

"Por favor, sólo-" hace una pausa, se lame los labios, "-Quédate conmigo".

Un sollozo brota de la parte posterior de su garganta. "Tengo miedo."

Tus súplicas por la vida son demasiado para soportar. Himejima te abraza con más fuerza, esconde su rostro en tu cabello. Él nunca te dejará ir. Nunca.

Nunca se arrepintió tanto de estar ciego en su vida. Quiere animarte con mucho más que palabras o un toque fuera de lugar; quiere mirarte profundamente a los ojos y decirte que todo va a estar bien.

"p-perdóname", susurras.

Él tararea.

"Te quiero."

Es como si el mundo se rehusara a permitirles a los dos estar juntos. Tu cuerpo se afloja en el agarre de Himejima, tu pecho se queda quieto.

Por un segundo, su muerte no hace clic en su mente. Conteniendo la respiración, se aleja de ti, rozando tu mejilla con el pulgar. Grita tu nombre una, dos, tres veces. No respondes.

Maldice sus malditos ojos. Nunca te ha visto, ni siquiera cuando moriste en sus brazos con un atisbo de sonrisa jugando en tu rostro.