|[011] ·Theo Raeken·|

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Primera Parte

| Continuación: [012] ·Theo Raeken]|

Mis párpados se abrieron aceleradamente, al mismo tiempo que mi pecho se hinchaba llenándose de aire. Pestañé un par de veces hasta que pude enfocar la mirada.

Levanté la cabeza de donde la tenía apoyada, y al instante salió disparado un gemido adolorido de mi boca.

Miré hacia los lados, observando el alrededor. Era de noche y todo estaba oscuro, únicamente iluminado por la luz que emitía la luna llena.

— ¡Levántense! — Ordenó una voz fuerte y potente, totalmente cargada de furia.

Al instante, mi cuerpo se levantó, casi por si solo. Para cuándo estaba lo suficientemente consiente, ya estaba parada, en medio de otras personas, todos más altos que yo. Estos también estaban intentando pararse, pero les costaba mucho.

Estábamos tan débiles, confundidos y asustados que parecíamos muertos vivientes.

El cuerpo me temblaba de sobremanera, cada parte me dolía. Las ráfagas de viento eran muy fuertes, haciendo que mi cabello se moviera, destapando mi cuello y dejando esa zona expuesta.

— ¿Qué está pasando? —

— ¿Qué hacemos aquí? —

— ¿Q-Quién eres tú? —

Murmuraron voces cerca mío, en forma de pregunta y totalmente temblorosas.

— Soy su Alpha. —

Respondió otra voz, ronca y potente. Ni bien escuchar esa voz, un escalofrío más recorrió todo mi cuerpo.

Dirigí mi mirada al frente y allí estaba.

— Y ahora, todos ustedes me pertenecen. — Sentenció ferozmente, señalando a cada uno de nosotros con una jeringa gigante.

— Theo… — Solté sin pensar.

Allí estaba. Theo Raeken, parado frente a mi, con un aire misterioso rodeándolo.

Fijó su mirada en mi, consiguiendo que al instante un escalofrío me recorriera en la espalda.

— Tu también Andrea. Ahora sí me perteneces, completamente. —

Exclamó acercándose arrogante hacia mi. Inconscientemente retrocedi un paso, intentando poner una pequeña distancia entre nosotros. Aún así, el se siguió acercando, hasta quedar a escasos centímetros de mi rostro.

Debí levantar un poco el mentón, ya que él era más alto que yo. Levantó su mano, observando atentamente mis movimientos, y lento, delineó mi mandíbula con su pulgar.

No parecía importarle absolutamente nada. Ni el hecho de que estábamos en, lo que parecía un obscuro bosque, ni que estuviéramos rodeados de personas, mirándonos sin emitir palabra alguna.

— Obedeceras cada una de mis órdenes, y te quedarás conmigo. En mi manada. —

Sentenció espeluznante.

El miedo comenzó a invadirme internamente. Hablaba como un auténtico psicópata obsesionado, y eso nunca acababa bien.

La desesperación predominaba en mi cuerpo. Comenzaba a sentirme como si estuviera encerrada en una habitación demaciado pequeña, a pesar de que en verdad estábamos en un amplio bosque.

Sin embargo, no era el entorno el problema, eran las palabras que salían de la boca de Theo, que me hacían sentir pequeña e indefensa. La sensación de encierro era cada vez más grande, era incluso agobiante. Mi respiración se agitó brevemente, provocando que mi ritmo cardíaco acelerara.

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