Verano 5- La stravaganza.

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Once ler estaba acostado sobre la hierba a la orilla de un pequeño rio, sumergía la mano en el agua fresca, estaba pensando en lo que había dicho Gealach días anteriores, la plática le había hecho pensar sobre la muerte.
-¿Te da miedo morir?
El cerró los ojos dejándose relajar por la sensación del agua en su piel.
-No, no tengo miedo a la muerte.
Dijo la ninfa, que estaba acostada sobre la rama comiéndose una uva,
-Pero no quiero irme aún. Estoy muy feliz justo ahora y lo seré más cuando te haya ayudado.
Quedaron en silencio solo la copa del árbol mecido por una cálida corriente de viento se escuchaba en ocasiones.
-¿Tu tienes miedo a la muerte?
A Once ler no le sorprendió que preguntará, después de todo el había comenzado con eso.
-Si.. supongo que tal vez le tengo un poco de miedo, ¿Qué sucede cuando mueres?
-El ciclo reinicia. Cuando morimos nuestras esencias son llevadas para reiniciar en otro cuerpo.
-¿Reencarnación?
-Si
Once ler estaba tan relajado que ni siquiera se inmutó al escuchar la información que estaba dando la ninfa.
Volteó a verla, se veía tan relajada que la idea de jugarle una broma le pareció muy atractiva.
Se levantó despacio y se acercó a ella cuidadosamente para que no le descubriera, le arrojó un chorro de agua a Gealach, ella se levantó de inmediato, con sus cabellos empapados pegándosele en el rostro, ambos se persiguieron por el bosque hasta que la ninfa le atrapó por la espalda y comenzó a hacerle cosquillas.
-¡Discúlpate humano apestoso!
-¡Nunca ,ninfa fastidiosa!
-Si no lo haces, entonces te hechizare.
-¡Tu no puedes hacer algo así!
-¡Claro que puedo!
-¡No, no puedes!
-¡Ya verás, te pondré una cabeza de burro!
Once ler reía, retorciéndose en el suelo, tratando de quitarse los dedos de Gealach que se enterraban en sus costillas.
-¡Ya, ya está bien, perdón.. perdón señora del árbol de trufula!
Gealach le dejó libre, acomodó sus rojos cabellos y tomó asiento, Once ler se sentó a su lado, ambos estaban agitados, apenas si podían hablar.
-Ya me has ayudado suficiente Gealach.
-No, no he terminado aún.
-Tu has sido mi fuente de esperanza, cuando creí que estaba solo tu apareciste, cunado creí que no quedaba un solo árbol el tuyo quedó en pie y cuando creí que nadie me perdonaría tú lo hiciste.
Dio un largo suspiro.
-Gracias.
Ella sonrió, una lágrima recorrió su mejilla, la limpió antes de que se diera cuenta, tomó un diente de león y se lo ofreció a Once ler, ella tomó otro.
-Pide un deseo conmigo Once ler.
Ambos tenían una planta en su mano, cerraron los ojos, pensaron su deseo y soplaron. Las pequeñas esporas blancas volaron por el aire y se fueron muy lejos.
-¿Qué pediste?
Ella guardó silencio y sonrió misteriosa.
-Yo pedí..
Gealach tapó la boca del joven antes de que terminara de hablar.
-No digas tu deseo.
-Pero te quedarás con la duda.
-A veces es mejor no enterarte de algunas cosas.
-¿Estás segura de que no quieres saber?
-No, es mejor que no lo sepa.
Ambos miraban el cielo a través de la ventana limpia que se abría por encima de la copa del árbol.
-Yo también tengo mucho que agradecerte
-No, yo no he hecho nada por ti.
-Si no hubieras sido tan molesto, jamás te hubiera conocido y habría aprendido todo lo que ahora se.
-No te hubiera culpado, si hubiera conocido a alguien como yo, no habría tenido piedad.
Gealach rio divertida.
-Es enserio, pienso que debería encerrarme para siempre en casa, estoy harto de los humanos como yo.
Ella le miró sería y le dio un golpe en la espalda, Once ler se quejó, le había dolido un poco.
-¿Eso por qué fue?
-No te encierres, no te alejes de los tuyos. No cometas ese error, al contrario espera a alguien que quiera ayudarte, alguien que esté dispuesto a aprender.
La ninfa le tomó de los hombros y lo obligó a verla a los ojos
-Promete que no harás lo que has dicho, no hay nada peor que alguien que se encierra a si mismo.
-Está bien, no lo haré lo prometo.
Dijo mientras levantaba una mano y ponía la otra en su pecho, Gealach suspiró y se dejó caer a la hierba.
Sus cabellos parecían flores rojas en el bosque.
-Tu nunca me dejarías hacer algo así de todas maneras.
-No, nunca te dejaría, haría crecer ramas de árbol para derribar los muros o me pondría de acuerdo con el viento para hacer que tire las puertas y abra las ventanas.
El se rió pensando en cómo se vería algo así.
-No te rías, en serio lo haría.
-Gracias.. creo.
Las nubes blancas y lejanas hacían formas caprichosas en el cielo aún azul.
-¿Los humanos hacen amigos?
-Si, ¿Por qué dices eso?
-Me pareció raro que no te dieras cuenta de que realmente me preocupo por ti.
-¿Por qué, somos amigos?
Ella asintió levemente.
-¿En qué piensas Once ler?
-Es que no se si deba decirlo ahora.
-Hay cosas que deben esperar y existen otras que en cuánto más rápido se digan mejor.
-Como diferenciar unas de las otras.
-No lo sé, qué piensas tú.
La tarde comenzaba a teñir de rojo el cielo y el sol comenzaba a ponerse en ese momento.
-Soñé algo ayer.
-¿Qué soñaste?
-Había un cielo rojo, con humo gris. Un ave que volaba muy alto empezó a toser y cayó al suelo muerto, un muchacho caminaba cerca, empezó con los mismos síntomas y pereció igual.
Luego escuché un grito muy agudo de una mujer y un hombre de voz muy grave habló algo pero no entendí nada de lo que dijo.
-Acabas de presenciar como todos somos parte de un mismo árbol, lo que afecta a unos, nos afecta a todos. Probablemente también escuchaste a los elementos horrorizarse de lo que estaba ocurriendo.
-¿Cómo sabes que los elementos estaban gritando?
-Yo también los he escuchado, pero no es la primera vez que lo hago en cambio para ti esto es nuevo.
-Y.. los cuervos, ¿Por qué a ellos no les afecta?
-Los mueve su ira.
-¿Hacía mi?
-Lo siento no quería decírtelo así.
-Vaya..
Se rascó la nuca y rió nervioso.
-Vayamos a dormir, te veré mañana.
Gealach caminó hacia el árbol y Once ler hacia su hogar.
Tardó mucho en conciliar el sueño, imágenes de animales, plantas, sombras extrañas, ruidos de tambor, gritos y voces profundas le atormentaban.
La mujer volvió a aparecer en uno de sus sueños.
-¡Que te sucede, vete, vete ahora!
El comenzó a llorar
-Por favor, perdón. Perdóneme, usted y los suyos.
-¡No tenemos nada que perdonar, lo tuyo no tiene perdón!
El recuerdo de lo que había dicho Gealach antes le hizo temblar.
-¿Maté a alguna ninfa, cuando talamos árboles?
Ella río cruelmente, posó sus enojados ojos violetas sobre el pobre Once ler que le miraba sumamente asustado.
-¡El humano que se atreva a matar a una ninfa por talar un árbol es un caso perdido! ¡Más le valiera suicidarse pues estará maldito por la eternidad y toda sus sangre correrá con el mismo destino!
Once ler esperaba lo peor cuando ella terminó de gritarle.
-¡No has matado a ninguna ninfa, pero podrías llegar a hacerlo si te quedas lo suficiente!, ¡Vete ahora antes de que el tiempo se acabe!
Despertó sudoroso, en el suelo con el cuerpo adolorido.
Se levantó sobando su cintura y haciendo muecas de dolor, se dispuso a lavarse los dientes, hizo el desayuno y esperó a la ninfa en el árbol.
-¿Once ler que haces aquí tan temprano?
-Me levantó tu madre.
-¿De nuevo?
-Si y me parece que está muy molesta.
-Lo siento, hablé con ella pero no quiere escuchar razones.
Once ler recordó algo que su madre había dicho:
"El tiempo se acaba"
-Pero no te preocupes seguiré intentando hacerla cambiar de parecer.
"El tiempo se acaba"
Ella estaba de pie, esperando una respuesta de alguna pregunta que el no escucho. Esperaba bajo la copa rosa, con la luz iluminando su rostro tiñendo de rosado su tez morena. Toda ella iluminada con la luz del sol a sus espaldas, sus ojos violetas brillantes se fijaban en el y sus labios rosas le sonreían.
Tragó saliva, cerró sus puños y por fin habló.
-Te amo.
-¿Qué?
Se arrepintió de lo que había dicho.
El viento meció las hierbas y la copa del árbol, Once ler se volteó dándole la espalda a la ninfa que se encontraba confundida y sorprendida de su confesión.
-Te amo y ya me harté de ocultarlo.
Cerró los ojos esperando la respuesta, sintió que alguien le tomaba la barbilla, entonces abrió lentamente sus párpados, la vió sonriente frente a el. Gealach tomó sus mejillas entre sus manos, lentamente acercó su rostro al de ella, primero sintió rozar suavemente sus narices, luego sus cálidos alientos chocaban en sus rostros y al final sus labios se unieron hasta que ambos se besaron.
Nunca había besado a alguien, se sentía extrañamente familiar, era una sensación cálida y tierna. Despertaba en él una alegría que nunca había experimentado, ahora las estrellas, la luna y el sol se le antojaban cercanos casi como tocarlos con su mano
Ambos se separaron un momento, ella observó sus mejillas encendidas, acarició sus pecas salpicando su rostro, los expresivos ojos azules y su oscuro cabello. Su sonrisa tonta era demasiado adorable.
-Yo, también te amo.
Once ler la abrazó por la cintura, Gealach puso sus brazos rodeando su cuello, el la levantó y ambos giraron mientras reían y sentían que nadie podría separarlos ahora, ni siquiera un montón de espíritus de la naturaleza que molestaban en sueños.
Ambos cayeron al suelo, estaban felices uno al lado del otro.
Once ler tomó algunos de sus cabellos negros, los trenzo, con ellos formó un anillo y lo colocó en el dedo de la ninfa.
-Te prometo que siempre estaré contigo, te protegeré y te amaré todos los días de mi vida.
Gealach se observó el dedo, sonrió e hizo lo mismo con su cabello.
-Prometo que siempre te ayudaré, podrás confiar en mí, te protegeré y te amaré aún después de los ciclos.
Acostados en la hierba juntaron sus meñiques.
-Lo juro
-Lo juro
Se vieron encontrando sus miradas, ellos sabían que un juramento era algo sagrado.

La doncella en el árbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora