Invierno 3- Sin mucho que ofrecer.

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-¿Qué haces tú aquí?
-Quiero hablar personalmente con ustedes, eso es todo.
-El humano a aprendido a hablar, eso es algo impresionante.
Voces entremezclada unas con otras era casi imposible distinguir cuando hablaba uno y cuando hablaba el otro.
-Se que cometí muchos errores, pero quiero remediarlos, de verdad me gustaría que me perdonarán.
-¡Lárgate!, no hay nada de que hablar.
-Por favor.. solo quiero disculparme.
-¡Bah!, el humano, quieres disculparse.
-Los humanos son todos hipócritas.
-Seres avariciosos, que ven en la naturaleza un paraíso donde abastecer su avaricia hasta que no quede rastro de nada.
-¡Vete!, ¡Vete de aquí!, ¡Ve y únete a los tuyos!, Seres repulsivos y ególatras.
Sus claros ojos azules se abrieron, lo primero que vió fue el rostro de Gealach que pasaba sus dedos suavemente por su cabellera oscura, estaba sentada en las raíces del árbol cubiertas de nieve.
-Siguen sin querer escucharme.
Subió su mano para acariciar su fría mejilla, ella cerró los párpados disfrutando su caricia, lanzó un suspiro, bajó la cabeza hasta tocar sus frentes y le rodeó con sus brazos descansando sus manos en su pecho que descendía y ascendía suavemente.
-Lo siento, no será algo sencillo pero no te rindas aún.
-Está bien, seguiré intentando.
Once ler se levantó y depósito un beso en su frente, ella se quedó arrodillada en su sitio, algo no le agradaba del todo.
-¿Aún te preocupan los árboles?
-Si, por supuesto que aún me interesan. Es solo que ahora que tú estás conmigo siento que lo tengo todo, incluso las fuerzas para levantarme día a día. Seguiré intentando hasta que por fin logre su perdón. Contigo aquí es como si estuviera completo, te amo, te amo, absolutamente.
Once ler tomó sus mejillas ardientes, acercó su rostro al de el y le dio un pequeño beso en los labios.
-Gracias
-¿Por qué?
-Por salvarme tu a mi, talvez yo estaba más sola que tú antes de todo, necesitaba confiar en alguien y que esa persona confiara en mi, entonces apareciste. Me diste la luz que necesitaba para superar mi pasado. Te amo Once ler, me encanta verte feliz, mientras sigas sonriendo no hay nada más que necesite.
Gealach sentía que sus mejillas se encendían y ardían aún en el frío del exterior, su pecho se sentía extraño como si le doliera y al final un suspiro aliviará la presión de alegría que se resguardaba en su interior.
-Vayamos a casa antes de que la tormenta se haga más fuerte.
Once ler sonrió, comprendía lo que le pasaba, tomó su mano y juntos caminaron hasta su hogar, algunas lágrimas surcaron sus mejillas sonrosadas.
-Hare galletas y te calentare leche con miel.
Ella no dijo nada, limpiaba las lágrimas con la manga de su vestido, al no recibir una respuesta el volteó a verla y le limpió el rostro con sus manos.
Ambos sonrieron sintiendo la calidez de uno y otro, caminaron desafiando la ventisca invernal que comenzaba a tomar fuerza, tuvieron que hacer un esfuerzo mayor para poder llegar a casa.
La ninfa abrió la puerta y ahogó un grito de sorpresa cuando se sintió cargar por su joven esposo, ambos reían alegres, divirtiéndose en sus juegos románticos. Once ler la llevo en brazos con la intención de ir a su habitación, el primer escalón fue el más fácil, subir los siguientes era una tarea complicada, en uno de ellos casi cae al perder el escalón, sino hubiera sido porque se tomó del barandal ambos habrían caído.
Pero en su visión romántica todo se transfiguraba, todo tomaba tonos diferentes, incluso la sensación de peligro les parecía divertido
Una vez que llegaron, Once ler abrió la puerta y depósito un beso sobre su mejilla, la ninfa río con ternura.
-Te amo absolutamente Once ler.
El sonrió mientras sus mejillas se teñían de carmesí. Ambos se quedaron acostados sobre el colchón, sin decirse nada, solo el silencio hablaba para ellos.
-¿Gealach?
-¿Si?
-Extraño a Floki y los sueños raros, creo que eran interesantes.
Ella sonrió, recordando lo que habían vivido en ese otoño, incluso su boda, todo había sido algo nuevo digno de ser mencionado en una estación donde la naturaleza cambia para dar paso al invierno.
Una duda lo asaltó, tenía que resolverla ahora antes de que Gealach se quedará dormida
-¿Por qué antes me decías humano apestoso?
-Por qué antes apestabas, los humanos huelen dependiendo de sus acciones, por ejemplo: un pastelero huele a pan, azúcar o leche. Un jardinero huele a flores, tierra húmeda y rocío de la mañana. Un asesino huele a sangre, huesos rotos y cosas desagradables.
Once ler tragó saliva antes de volver a preguntar.
-¿A qué olía yo?
-A basura, smog, a las monedas que tintinean en tus bolsillos, a ríos contaminados y cosas desagradables.
-¿Sigo oliendo mal?
-No, ahora el olor a desaparecido, hueles a árbol de trufula, leche y miel. -Eso me alegra y también significa que necesito un nuevo apodo.
-Yo también, al menos que me sigas considerando una ninfa molesta.
Once ler se rió mientras seguía viendo hacia arriba.
-Tienes razón necesitamos apodos nuevos. Me gusta decirte cielo pero eso le pertenece a Floki.. bueno y ahora..
El joven temió haber dicho algo que pudo haber herido a la ninfa pero ella asintió como respuesta.
-¿Cómo me dirías?
Once ler lo pensó por un momento, era difícil llegar a una respuesta.
-Mi ninfa pequeña.
-Me gusta.
-No, no me gusta lo suficiente, ¿Cómo me dirías tú?
- A rúnsearc
-¿Qué significa?
-Mi amado. Tal vez A stór que significa mi tesoro o m'fhíorghrá que significa mi amor verdadero.
-Tienes buen gusto.
Un viento frío se coló por la ventana y Once ler se acurrucó junto al cuerpo tibio de la chica, ella abrazó su cintura, era un tesoro que no cambiaría por todo el oro del mundo.
-Mo Shiorghra o a chroi. Significan mi amor eterno y corazón.
Once ler se rió de escuchar tantas cosas lindas de parte de la ninfa
-Tienes que escoger una.
-Entonces te diré.. si ceol mo chroí thú.
-Es muy largo, pero dime qué significa.
-Eres la música de mi corazón.
La ninfa luchaba por no cerrar los ojos
-¡Ya se como te diré, entonces!
-¿Cómo?
-Mi canción de amor.
Gealach río, mientras acariciaba su rostro, jaló una manta que estaba cerca y los cubrió a ambos. Se quedaron dormidos uno arriba del otro escuchando la suave melodía de sus corazones enamorados. Sin nadie que les molestará ni siquiera la maldición de los elementos podría separarlos.
Cerraron sus párpados para dormir pensando el uno en el otro, rodeados de los brazos de su compañero que descansaba plenamente confiando en el contrario.

La doncella en el árbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora