Verano 6- Domine deus

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-Dímelo de nuevo, ¿Qué somos?
Once ler suplicó como un niño pequeño que pide un dulce a su madre.
- Mo chuisle
-Mo chuisle.. suena bien.
Sonreía, mientras caminaban tomados de sus dedos meñiques.
-Esto es demasiado bueno, me da miedo despertar y que todo haya sido una ilusión.
Gealach río ante el comentario del chico.
-Si fuera una ilusión hubiera desaparecido ya.
-No.. por favor no te vayas.
Le tomó las mejillas, acercó su rostro y le besó en los labios. Ambos hubieran deseado estar así por la eternidad.
-Gracias.
-¿Por?
-Por confesar tus sentimientos, sinceramente yo no soy tan valiente para esas cosas.
-Yo tampoco lo soy.
Ella le indagó con la mirada.
-Creo que tu madre tuvo algo que ver en esto.
La ninfa se sentía nerviosa cada vez que oía mencionar a su madre. La madre era muy orgullosa y si se enojaba podía ser mil veces peor que todas las ninfas del bosque juntas.
-¿A qué te refieres?
-Me dijo algunas cosas, pero lo que más recuerdo es que dijo que el tiempo se acaba, ¿Qué crees que significa?
Gealach no tuvo necesidad de pensarlo mucho, su madre podría ser aterradora si estaba molesta hasta los enanos huían de ella cuando la ira la consumía. Los únicos capaces de tranquilizarla eran el Lorax y los elementos.
-Significa que cree que vas a seguir destruyendo el bosque.
Once ler miró a todos lados.
-¿Más?
Gealach sabía que ella podía llegar hasta ahí y desatar su enojo sobre el joven humano pero intentó no generar pánico en el.
-Ella no te hará daño, no te preocupes.
-¿Quieres decir que no vendrá y me arrojara por algún acantilado o me convertirá en un ciervo para que caiga en manos de cazadores?
"Lo del acantilado no pero lo del ciervo es muy posible"
Pensó la ninfa, tratando de desviar la mirada para evitar que descubriera que estaba mintiendo.
-No te hará daño.
Once ler suspiró aliviado, le asustaba la idea de tener que enfrentar a la madre de la ninfa que desde lejos se veía con un carácter peor que el de su tía.
-Que diría el Lorax si nos viera juntos.
-Probablemente me diría que estoy cometiendo un error.
Ambos rieron.
-Si tal vez eso haría, ¿Que estará haciendo ahora, a dónde habrá ido?
-No lo sé, apostaría a que está supervisando algún otro bosque o estará con madre visitando a las ninfas.
-¿No has podido hablar con el?
-No, por alguna razón, no quiere comunicarse conmigo.
Once ler se sintió triste, de verdad quería hablar con el, pedirle consejos y disculparse por lo sucedido. Gealach leyó la tristeza en su mirada y decidió hacer algo para distraerlo.
-¡Toma esto humano apestoso!
Le lanzó un chorro de agua, ella reía al ver su rostro empapado y su reacción de sorpresa.
-¿Con que quieres pelear ninfa molesta?, Pues ya verás lo que sucede cuando te enfrentas al Once ler.
El corrió hacia la ninfa que se metía al lago que se había formado ese mismo verano cerca del árbol.
El agua salpicaba a ambos, que reían y jugaban mojándose el uno al otro, sus cabellos se pegaban a su piel empapada mientras la luz en el agua brillaba como estrellas en un cielo claro.
Gealach se sumergía pareciendo un pecesillo rojo para luego tirar de los pies de Once ler y hacerlo caer.
El trataba de tomarla por la cintura e inmovilizarla pero a cada intento ella lograba zafarse de sus brazos.
Once ler esperó con paciencia a qué Gealach se dejará ver, cuando salió, el la tomó por la espalda y la sujetó con fuerza para asegurarse de que no escapará.
-¡Te lo dije ninfa de la trufula, ahora no escaparas!
Gealach reía a carcajadas mientras ambos salían del agua, estaban tan cansados que se acostaron a la hierba para que el sol secara sus cuerpos.
Ambos respiraban con dificultad, luego se rieron al verse tan mojados.
-Ojala fuera verano por siempre.
-¿Por qué?
-Me gusta más cuando nadamos en el lago y jugamos bajo el sol. Cuando llegue el invierno no podremos salir de esta forma.
-Tienes razón, entonces haremos cosas diferentes.
-Ojala hubiera alguna manera de que siempre fuera verano o invierno y de esa forma cada quien viviría para siempre en su estación favorita.
La ninfa rio a carcajadas.
-Que tontería a la naturaleza no le importan los gustos egoístas de nadie.
Once ler apartó uno de sus mechones rojos y le besó tiernamente.
-Me gusta cuando ríes así.
-A mi también me gusta cuando te ríes, por qué tus mejillas se sonrojan con facilidad y tus pecas parecen estrellas al atardecer.
A Once ler se le ocurrió hacer una pregunta que de vez en cuando le atormentaba cuando pensaba en la joven ninfa.
-¿Alguna vez te enamoraste?
La pregunta le pareció demasiado obvia a ala ninfa que acariciaba los cabellos oscuros de Once ler.
-Si, justo ahora estoy enamorada de este joven humano.
-No, no me refiero a antes de mi.
-Ah, si.. lo estuve.
La respuesta fue como una daga al corazón.
"¿Y si le gustaba más que yo?, ¿Y si vuelve con el?, ¿Será más guapo?"
-¿Y tú?
-No, siempre me preocupe más por mis inventos.
A Gealach no le importaba que se hubiera enamorado antes, para ella esas cosas no eran de importancia.
-Y... ¿Cómo era?
-¿Por qué te interesa?
-.. no lo sé, a los humanos nos gusta averiguar esas cosas.
-Ah nosotros no nos interesa saber de las parejas pasadas al menos que alguien le haya hecho daño a nuestra pareja actual, entonces el asunto se vuelve algo serio. Pero si te interesa saber el era un enano que conocí cunado aún era una ninfa aprendiz.
Once ler empezó a reir.
-¿Por qué te ríes?
-Lo siento, lo siento, ¿Cómo era?
-Era más bajo que tú obviamente.
Eso lo alivió un poco, según lo que el sabía ellos no eran seres muy agraciados, se preguntó que habría visto una chica tan linda como ella en un enano.
-Pero era más musculoso, tu eres mucho más delgado que el.
-¿Yo?, Eso no es verdad.
Ella vió como la ropa aún mojada se pegaba en su cuerpo delgado.
-No importa eso no me interesa en lo absoluto.
-¿Por qué se separaron?
El rostro de la ninfa se ensombreció.
-El murió durante la guerra contra los kelpies.
-Lo siento, no quise..
-Está bien, no lo sabías. Por ahora evitemos hablar de eso, solo quiero estar contigo así, con el sol sobre nosotros y la hierba abajo como un suave colchón y cada vez que sintamos que el aire es frío...
Gealach comenzó a llorar, mientras hundía su cabeza en el pecho del joven, Once ler la abrazó y besó su mejilla. Tal vez y después de todo su madre tenía razón y terminaría haciéndole daño.

La doncella en el árbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora