Capítulo 2

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                  La mayoría de los personajes le pertenencen a Stephanie Meyer, algunos son de mi autoría                                                  



  EL RITUAL

- No debería estar tardando tanto - dijo la mujer mirando una vez más por la ventana

- Tranquila, tampoco es como que va a llegar y decir "Hola . ..  eh eres una bruja, hum, tengo que poseerte para que se haga la magia ¡bam!"

 Augusta miró a Esme con cara de pocos amigos, hacia horas que Edward había salido de la casa y no tenían noticias de él. 

- Ya lo sé tonta,  solo es que estoy nerviosa - dijo mientras iba hacia el bar y se servía una copa de brandy-  hace mucho tiempo que esperamos esto, nada puede salir mal.

Augusta y Esme  se encontraban en la sala de la gran casona estilo  Hawkes que la familia Jones poseía desde tiempos de la colonia,  una de las tantas  que existían en la ciudad.

Quien las viera, notaria a dos mujeres en su muy bien llevados cuarenta y tantos, altas, distinguidas,  hermosas, aunque con algunas diferencias.

Esme tenía hermosos cabellos color miel, una sonrisa franca y carácter amable, poseía esa especie de molesta virtud - para algunos -  de estar siempre de buen humor.  Augusta en cambio era morena, mucho más seria que su prima, era dueña de una mirada astuta y nerviosa que la mantenía siempre alerta.  En ambas se podía observar esa clase de fineza y encanto natural con el que algunas personas nacen,  por lo que pasar como señoras de alta sociedad nunca había sido un problema para ellas.   Se destacaban por su cortesía y gentileza en el trato con todas las personas que se cruzaban con ellas, siendo siempre conocidas como damas amables, por esto nadie era capaz de sospechar que eran las mismas chicas Jones que en 1693 desaparecieron de la ciudad.


                                                       

                                                            *



Aparecer y desaparecer era algo que generalmente le causaba un profundo dolor de cabeza, aunque hoy la recompensa había valido la pena. 

La famosa Isabella Swan no había sido tan difícil de influenciar, aunque si era tal y como decían sus tías,  la muchacha debía estar a punto de una combustión espontanea y esto seguramente había ayudado, además la niña le había gustado sobremanera.  

Sabía desde hacía años - doce para ser más exactos - que sería su iniciador por lo que se dedicó a observarla esporádicamente pudiendo  ver  de esta manera como la chica desgarbada y con frenos se convertía en una muchacha atractiva  y hermosa. 

Ahora que su "trabajo" ya estaba hecho, solo cabía esperar el tiempo prudencial para que los poderes latentes de Isabella se manifestaran y pasara a formar parte de la "familia" como una más de las  brujas que en sus años de Integrador había iniciado.  De esto por supuesto se desprendía que jamás la volvería a ver.

Pensando en esto estaba cuando se encontró frente al  gran portón de rejas  forjadas que guardaba la entrada a la residencia, presionó el código y esperó a que las rejas le permitieran el paso.  Giró a su derecha disminuyendo la velocidad y estacionó a un lado de la casa.

CUANDO NO TENGAS A NADIE CERCADonde viven las historias. Descúbrelo ahora