Noche 4: Bomba (IV)

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(Abigail)

Corríamos todo lo rápido que podíamos, bajando las escaleras. Cuando habíamos descendido dos pisos, el sonido atronador de la explosión nos ensordeció. Me paré un segundo, pero Lance tiró de mi mano y me hizo seguir corriendo. Las lágrimas caían por mis mejillas mientras oía el fuego avanzar hacia abajo.

Al llegar al primer piso, una marea de personas aterrorizadas nos recibió. El techo se derrumbó, haciendo que los gritos aumentaran. Lance y yo intentamos salir, pero los trajeados habían hecho un tapón en la puerta principal. El resto de salidas estaban tapadas por el fuego.

Miré a Lance, que parecía estar al borde de un ataque de nervios.

"Debes encontrar la forma de salir de aquí."

Asentí ante las palabras de Ray. Tenía que hacerlo. Por William.

Miré a mi alrededor. Una gran lengua de fuego bajaba desde una de las lámparas de araña hasta el suelo, y continuaba serpenteando por la sala, arrasándolo todo a su paso. Me di cuenta de que aquello estaba causado por un combustible. Puede que el fuego fuera causado por la bomba, pero alguien había hecho que se propagara.

Y ese alguien, era el hombre que nos había metido en aquella sala en lo alto del edificio.

"Recuerda que para salir de aquí debes completar tu misión."

Le di las gracias mentalmente a Ray y tiré de la mano de Lance.

-Debemos buscar el colgante -Lance sacudió la cabeza.

-¿Estás loca? ¡Te recuerdo que todo el edificio está ardiendo!

-Pero debemos terminar la misión para poder salir de aquí.

-O encontrar a alguien.

-¿A qué te refieres?

-Abigail, ¿quieres ser mi novia? -parpadeé varias veces-. Así podremos salir de aquí.

-Yo... Lance, creo que todo es muy precipitado.

-¡¿Qué todo es precipitado?! ¡Te recuerdo que estamos a punto de morir carbonizados! Además, ¿qué problema hay? Tú me gustas, yo te gusto. Fin de la historia.

-Puede que para ti sea sencillo, pero para mí, no -él me miró largo rato, con las llamas a nuestro alrededor.

-Haz lo que quieras -se dio la vuelta-. Yo no pienso quedarme a ver cómo
morimos -caminó hacia una joven que se encontraba mirando la escena-. ¿Cómo te llamas, preciosa?

-Jennifer.

-Bueno, Jennifer, ¿quieres salvarte? -ella asintió varias veces-. Genial, ya somos dos.

Y la besó. Mientras observaba la escena, sólo pensaba en vomitar y en cruzarle la cara a ese imbécil.

Un cuadro negro los absorbió. Él me dio una última mirada antes de desaparecer.

Me di la vuelta. Limpié mis lágrimas, que parecía que no habían dejado de caer desde la explosión.

A lo lejos, vi la entrada a un pasillo que aún no había sido devorada por el fuego. Entre el pasillo y yo, se interponían vigas, fuego y cadáveres. Detrás de mí, las llamas hacían su trabajo con el resto de personas. Me pregunté si quedarían supervivientes, pero sabía la respuesta.

Avancé esquivando un trozo de madera. Una mujer me agarró el tobillo, pero lo soltó segundos después, dejando caer la mano inerte a mi lado. Poco después me paré cuando un trozo de viga casi me aplasta. El humo empezaba a marearme, intenté taparme la nariz y la boca con la chaqueta, pero fue inútil. Pocos metros más allá, me esperaba el pasillo. Eché a correr y me apoyé en una pared, respirando el extraño aire puro. Miré a la derecha. Al final del todo había una puerta de cristal. Hice un último esfuerzo para llegar allí. Abrí la puerta y vi al hombre de la última planta mirando por la ventana.

Me recordó al tráiler de una película que había visto en un anuncio de la televisión, pero no lograba recordar cuál era.

-Hola, Abigail.

-¿Cómo sabe mi nombre?

-El otro chico, William, lo gritó antes, ¿recuerdas? -me tensé al oír su nombre.

-¿Quién es usted?

-Yo, querida, soy el Dios de todas las religiones.

-¿Usted ha organizado todo esto?

-¡Es maravilloso! ¿Verdad? La destrucción nunca viene mal. Fui creado para dar razón a todas las cosas. Con el tiempo, me fui dividiendo en muchas religiones. Vete tú a saber por qué. Y ahora, los humanos destruyen para que todos crean en lo mismo que sí mismos, sin darse cuenta de que absolutamente todo el mundo cree en mí. Bueno, hay algunos desviados, pero no importa -fruncí el ceño-. Sé lo que estás pensando. No te has enterado de gran cosa. Pero el caso es que he decidido poner la destrucción en contra de todos los humanos. Ya verás como al final todos se quieren.

-Pero yo no he matado a nadie -él me sonrió. Sorprendentemente, me reconfortó.

-Tú, querida, estás aquí por una sencilla razón. Simplemente, debes quererte más a ti misma. Porque, si no te quieres tú, ¿quién lo va a hacer?

-¿Y qué ha pasado con...?

-William -las lágrimas volvieron a caer-. No llores.

-P-pero... Está muerto, ¿verdad?

-Oh, no -movió la mano restándole importancia-. Te recuerdo que soy un dios. Puede que sea complicado negociar con los demonios, pero no imposible -lo miré-. Primero pensé que William y tú podríais congeniar. Cuando vi lo idiota que era, busqué a Lance. Era un buen chico, pero, desgraciadamente, muy cobarde. Ojalá me hubiera dado cuenta antes -negó con la cabeza, decepcionado-. En cuanto a William... Nunca pensé que tuviera un corazón tan noble.

-¿Para qué me cuenta usted esto?

-Quiero proponerte un trato. Yo salvo a William.

-Pero...

-A los demonios les gusta ver sufrimiento. Debo hacer que tenga amnesia en lo que a ti se refiere. Total. Y no podéis volver a veros. Si lo hacéis, moriréis.

-¿Por qué debería sufrir por él? Que me haya salvado no significa que haya dejado de ser el gilipollas que intentó matarme.

-Abigail... En cuanto oyes su nombre te pones a llorar -abrí mucho los ojos-. Eres una buena chica. Pero lidiar con la muerte tiene su precio.

Nos miramos fijamente durante unos minutos. Sabía que aceptar el trato significaba no volver a ver a William, pero si no lo aceptaba tampoco lo vería. Estaba en un callejón sin salida.

-Está bien, maldita sea. Haz tu magia o lo que sea y haz que vuelva a casa -el hombre asintió y me di la vuelta justo cuando iba a salir de allí-. ¿Podría hacerme un último favor?

-Depende de qué favor.

-¿Podría conseguirme unos minutos a solas con él, antes de quitarle la memoria?

El hombre me estudió desde su mesa.

-Está bien, Abigail. Considéralo un regalo -me di la vuelta, esta vez sí que era para marcharme-. Una última cosa.

-¿Sí?

-Quiero que sepas que shippeo Abilliam.

-¿Abilliam?

-No, eso no. Es demasiado largo. Tendré que pensar otro nombre -me reí-. Ojalá los demonios me dejaran shippear en paz. Puedes irte. Durante tu viaje de vuelta a casa te reunirás con él.

Salí del despacho, e inmediatamente fui absorbida por un cuadrado negro.

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He vuelto perrash 7u7

Después de... Mucho tiempo.

En fin, final de cap, shippeemos felices ^-^

Esta tarde subiré el anexo, y hoy o mañana subiré la Noche 5

Pd. Os eché de menos :')

No muráis ››››luta

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