Noche 6: Desaparecida (I)

121 16 1
                                    

Miré por enésima vez en el día el contestador, encontrándome el mismo resultado de siempre. Estaba vacío.

-¿En qué demonios estabas pensando Abigail?

Llevaba todo el día pegada al teléfono esperando su respuesta pero nunca había llegado. Lo más probable era que pensara que era una de esas llamadas que le mandaban chicas después de acostarse con ellas.

Ray no había dado señales de vida y estaba sola. Como había prometido la noche anterior, le echaba de menos. Tyler te había dicho esta mañana que quería volver a casa de sus padres, y el edificio estaba desierto después de que se hubiese ido.

Decidí que era hora de dejar de comparecerme de mí misma y me levanté para buscar una manta. La extendí sobre mi cama y me metí debajo de ella, abrigada bajo el calor que me proporcionaba. Pronto, caí en un profundo sueño.

La lluvia caía copiosamente sobre mí, impidiéndome la vista. Caminé hacia mi derecha hasta que me topé con una pared, y avancé con una mano pegada a ella. Delante de mí, oí el motor de un coche. Sólo nos separaban unos metros cuando el motor se apagó.

Me quedé totalmente quieta, a la espera de que ocurriese algo.

-¡Meg!

A través de la lluvia, pude vislumbrar a un hombre caminando hacia mí. Me pegué a la pared, intimidada por su figura. Cuando llegó a mi lado, se me quedó mirando. Se acercó a mí, escudriñando mi cara.

Después de un par de minutos, se separó de mí, negando con la cabeza. Rebuscó en su bolsillo hasta sacar una imagen.

-¿Ha visto a esta chica? -desde el otro lado de la fotografía, una chica en blanco y negro me devolvía la mirada.

Sus ojos reflejaban su sonrisa: pura felicidad.

Miré de nuevo al hombre y le dije que no. Él dejó caer sus hombros, abatido.

De pronto, alzó de nuevo la vista hacia mí, como si hubiera recordado algo.

-Perdone, señorita. ¿Necesita que la lleve a casa?

-Yo no tengo casa -allí no.

Y por los objetos a mí alrededor, en aquella época tampoco.

-Oh. Lo siento mucho. Pero está completamente empapada. Venga a mi coche para entrar en calor -si no hubiera sido por sus palabras, no habría notado el frío que calaba mis huesos.

Comencé a tiritar y él me rodeó los hombros con el brazo, guiándome hasta su coche. Nos mantuvimos en silencio, observando la lluvia caer sobre el capó.

-¿Quién es ella? -le pregunté señalando con la barbilla el bolsillo en el que se encontraba la foto de la mujer.

-Mi mujer -se hundió en el asiento-. O era. No lo sé -parecía que lo decía más para él que para mí.

-Lo siento -dirigió sus ojos hacia mí.

-No lo sientas. Los matrimonios se rompen constantemente.

-Pero usted parece bastante afectado -miró al frente y encendió un cigarrillo.

-Es porque aún la quiero. Estoy tan enamorado de ella como el primer día. Y sé que ella me corresponde. Pero sus padres nunca me aceptaron, y por eso metieron mierda donde pudieron. Ahora ella piensa que pertenezco a la mafia y voy a matarla -bajó la cabeza, y miró como el cigarrillo ardía convirtiéndose en cenizas-. Mis suegros son como el demonio -un escalofrío me recorrió de arriba a abajo.

dream Donde viven las historias. Descúbrelo ahora