La noche había llegado, y con ella, todos mis pensamientos habían decidido rebelarse y hacer acto de presencia en mi cabeza.
¿Qué me había pasado antes?
Después del abrazo, tenía la sensación de estar en una nube.
-No no no no, no, no y no. No puedes enamorarte de él. No. No lo hagas más complicado -agarré una almohada y la pegué a mi cara.
Grité y lloré todo lo que pude hasta que sentí que ya estaba suficientemente ronca.
Maldita sea. Dani era... Sinceramente, no sabía cómo describirle.
Por fuera, daba la sensación de ser un idiota sin sentimientos. Pero si te acercabas a él, podías apreciar el miedo en sus facciones. Estaba constantemente en alerta.
No estaba cómodo allí. No se fiaba de nadie. Y no lo culpaba.
Suspiré. Recordé su sonrisa. Aquella sonrisa que lo hacía parecer un niño en medio de una tienda de golosinas. Y sus brazos, ahora más musculosos, rodeándome. Pero lo mejor de todo era su olor. Aún no sabía qué era, si una mezcla de gel, perfume y olor corporal, o sólo una de las tres. ¿Cómo podía un hombre oler tan...?
Me abofeteé.
No Abigail. Deja de pensar estupideces. Céntrate en tu misión.
De pronto, me di cuenta de que no sabía cuál era mi misión.
¿Dar de comer a los soldados? ¿Salvar a Dani de los abusones?
No entendía qué demonios hacía en un campo de guerra.
Me levanté como un resorte en mi cama cuando oí una explosión. Gritos y sirenas rasgaban el aire. Salté de mi cama y me calcé las botas.
Disparos. De metralletas. Y pistolas. Y cualquier otro tipo de arma.
Abrí la puerta y el calor del fuego me abofeteó la cara. La carpa-comedor estaba ardiendo. Observé aterrada la escena ante mí. Todos luchaban a muerte contra los invasores del campamento, todos de apariencia musulmana.
-¡Abigail! ¡Corre! -el coronel pasó a toda prisa por delante de mí con una metralleta en las manos.
Quería moverme, pero no podía. Parecía que mis pies estaban pegados al suelo, mis piernas me fallaban y sentía un malestar en todo el cuerpo. Quería gritar. Muy fuerte. Quería que Ray me oyera y me sacara de allí.
No. No podía dejarme llevar por el pánico. Debía hacerlo bien.
-¡A los refugios! -miré de nuevo al coronel, que les indicaba a todos los soldados españoles que despejaran el área-. ¡Los aviones están a punto de llegar!
Corrí con todos los demás. Soldados de ambos bandos yacían muertos por todas partes. A lo lejos se oían los jeeps llegar con más soldados enemigos.
Todos entraron por unas puertas detrás de la cabaña de provisiones. Intenté entrar con ellos, pero, de repente, calló ante mí una viga en llamas.
Cómo no.
Intentas avanzar entre las llamas y una viga te obstruye el paso. Demasiado típico.
Sacudí la cabeza. No era momento de ponerme sarcástica.
-¡Eh! ¡Ayuda! -todos avanzaban sin percatarse de mi voz ronca. Nadie me oía-. ¡AYUDA, POR FAVOR! -todos seguían sin oírme, mientras mi garganta me dolía como el infierno-. ¡Por favor!
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dream
Teen FictionUna mañana, Abigail descubre de golpe que su mejor amigo, Ray, es su ángel de la guardia. Y no sólo eso. Debe encontrar al amor de su vida y superar varias misiones, todo ello en catorce noches, para demostrarle al tío de ahí arriba que su vida vale...