Noche 1: Rescate (III)

196 18 7
                                    

Me desperté al sentir como movían mi brazo. Al abrir los ojos no pude evitar sonrojarme y apartarme de William, dando gracias a Dios de que estuviera oscuro.

—Tenemos que salir ya, hace como una hora que anocheció —asentí, y William me miró mal. Me sonrojé al darme cuenta de que había asentido y me levanté a la vez que él.

Caminamos sigilosamente por el camino, esquivando los cadáveres de los hombres que había matado antes. William colocó su brazo sobre mis hombros, reconfortándome. Unos metros más adelante pude distinguir las pocas luces del poblado. Estaba formado por pequeñas cabañas de madera, aparentemente hechas deprisa y corriendo.

Al llegar al límite del bosque, nos escondimos, observando al hombre que montaba guardia frente a una de las cabañas.

Fruncí el ceño. Claramente esa era la cabaña donde tenían al hijo del rey, pero no tenía ni idea de cómo íbamos a entrar. Miré a William, el cual se encontraba en estado de planificación. Una bombilla imaginaria pareció encenderse sobre su cabeza, y me miró.

—Yo lo entretengo y tú entras para sacar al niño de ahí.

—¿Tú estás loco? Como ese tipo te coja, estás muerto —él rodó los ojos, dándome a entender que era un firme creyente de que era más fuerte de lo que aparentaba.

—Abigail —colocó sus manos sobre mis hombros—, este trabajo es así. Siempre hay pérdidas —se levantó y yo tiré de su mano para que se agachara de nuevo.

—Ten mucho cuidado —lo abracé, aspirando su aroma, a la vez que lo sentía estrechar sus brazos en mi cintura.

—Descuida —nos separamos y me sonrojé por enésima vez—. Nos reuniremos en el campamento.

Volvió a levantarse y avanzó hacia el guardia. William empezó a gritar, atrayendo su atención, y se hizo el sorprendido, echando a correr. Cuando el guardia le siguió después de unos segundos, salí disparada hacia la puerta. No me costó abrirla, y entré en la habitación que estaba a oscuras. Oía los ronquidos de alguien cerca de mí, y veía pequeños rayos de luz intermitentes que se filtraban por las tablas del techo. Tanteé las paredes en silencio hasta dar con la escalera, y subí al segundo piso. Arriba me encontré con una pequeña figura de luz, hecha una bola en un rincón. Alzó su cabeza hacia mí y la ladeó.

—¿Quién eres? —la voz aniñada que oí en mi cabeza me ayudó a adivinar que la figura no tenía más de cinco o seis años—. Me has despertado al abrir la puerta. Es un alivio que no hayas despertado a mi hermano. Se enfadaría mucho.

Puse todo mi esfuerzo en hablar de la misma forma con el niño, visualizando las palabras en mi cabeza.

—¿Tu hermano? —me aplaudí mentalmente al ver que el niño me había oído.

—Es el que está durmiendo abajo. Me está cuidando de los señores malos —fruncí el ceño. ¿Por qué su hermano no lo había sacado de allí?

Una luz llegó del piso de abajo y me asusté.

—¡Rápido! A mi hermano no le gusta que haya gente, escóndete —me abrió la puerta de un armario y me metí allí, dejando una rendija para ver.

Una figura más grande llegó a la habitación a la vez que el niño se sentaba sobre la cama. Vi como se miraban en silencio, supuse que se comunicaban como yo lo hice segundos antes. La figura grande bajó y poco después el resplandor que llegaba de abajo se apagó.

—Está dormido —el niño abrió el armario y se sentó a mi lado—. ¿Quién eres?


dream Donde viven las historias. Descúbrelo ahora