19. Yami/ Sombra

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Pareja: Puzzleshipping

Yami fue un guardián cuando llegó

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Yami fue un guardián cuando llegó.

Le vigilaba día y noche, al acecho de quienes osaran tocarle un sólo cabello, dispuesto a ejercer la justicia que, para él, era la correcta.

Manteniéndose en la oscuridad, sin permitirle establecer un contacto con él, cuidándolo como un sólo un guardián lo haría.

Un ser intangible que no podía tocar a nadie a menos que tomara el control de su cuerpo.

Yami era una sombra.

Una que sólo podía ver cuándo atardecía, una que no podía tocar y que no podía tocarlo mientras no estuvieran en su habitación del alma.

Tan cerca y tan lejos a la vez.

Yami era luz.

Yami, a diferencia de lo que significaba el nombre que le otorgó, no era sólo oscuridad, si, a veces se le zafaba un tornillo, pero la mayor parte del tiempo era un ser inteligente, alguien amable y cariñoso con su persona.

Yami no sólo era oscuridad, en ocasiones también era luz, su luz.

Aunque esté lo negará miles de veces, Yugi siempre diría que, tanto el rompecabezas como el espíritu había sido su ancla; el rompecabezas le había ayudado a seguir adelante a pesar de todo, esperando que su deseo fuera cumplido y pensando que el mundo sería mejor; Yami había sido quien le había salvado en centenares de ocasiones de los maleantes que atentaban su vida y la de sus amigos, siendo también un consejero para él.

Yami era un amigo.

Yami, aunque no lo supiera en su momento, fue el primer amigo que hizo en su vida (porque Tea había sido una conocida muy querida, más nunca habían llegado a ser amigos hasta después de la aparición del espíritu), fue quien le dio esa confianza que ahora destilaba por doquier, fue quien le sonrió cuando todo parecía ir mal y también quien lo abrazo en las noches de insomnio.

Yami era celoso.

El espíritu siempre había sido alguien celoso con sus pertenencias y odiaba que alguien quisiera tomarlas, una vez tomo una camisa que Yami había tomado como suya y recibió un susto en la madrugada cuando fue al baño.

Pero no solo con objetos materiales, sinó también con su persona; Yami siempre estaba presente cuando sus amigos estaban cerca, a veces sus celos infantiles eran tan grandes que hacía travesuras para desviar la atención de los adolescentes o empezaba a decirle cosas tan extrañas y aleatorias que debía prestarle atención para entenderle.

Si era Seto quien estaba cerca, Yami siseaba como una víbora antes de esconder su baraja o enredar sus cordones de los zapatos para que se tropezara una vez se alejara de su persona.

Pero, Yami también era un ser querido.

A pesar de todo, Yami había logrado ocupar un lugar en su corazón, se había colado con rapidez y había pateado a todos los que iban en la delantera para que él fuera la primera persona a la que quisiera.

Se había adentrado tanto a su ser que le era imposible estar molesto con él cuando hacía sus rabietas infantiles o le ignoraba porque no quería mandar al Reino de las Sombras a alguien.

Yami era su sombra, su guardián, su luz, su amigo y muchas cosas más; había sido lo mejor que le había pasado en la vida.

Y por ello dolía tanto decir adiós.

Dolía tanto saber que esa era la última vez que se verían hasta que, si las circunstancias lo permitían, pudieran verse en el más allá.

Le sonrió, podía ver qué el faraón justo y sádico no se quería ir a menos que le sonriera, así que le cumplió su última petición.

Yami...no, Atem, fue todo para él.

Y por las lágrimas que caían de sus orbes rojizos, podía ver qué también fue todo para él.

Y por las lágrimas que caían de sus orbes rojizos, podía ver qué también fue todo para él

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Yugitober (Yugi x all)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora