El Collar

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El día que Garet partió aquella mañana, Eluneh se sintió más sola que nunca. Desde que lo conoció habían compartido cosas que jamás había compartido con personas de su raza, lo suyo era algo especial. Aquellos momentos volvían a su mente como chispazos. Todas las mañanas al despertar, tomaba una ducha, se peinaba y se perfumaba. Luego de ese ritual ya estaba lista para comenzar su día. Mientras desayunaba se tomaba el trabajo de revisar el servicio de mensajería. Luego, administraba los documentos diplomáticos y por último se tomaba unos minutos para observar la ciudad desde su balcón. Desde allí podía verse todo el movimiento de los ciudadanos, la mayor aglomeración se encontraba alrededor de la fuente principal donde terminaba cada camino del reino.

Cada semana, se reunía en la mesa con sus concejales para resolver los asuntos gubernamentales de su tierra, ayudaba a bañar a los caballos, paseaba por los bosques aledaños al reino escoltada por los soldados y entrenaba en la arena a los futuros protectores de su patria, pero en las noches era cuando la preocupación la acechaba. ¿En dónde se encontraría el rey? Era lo que pensaba mientras observaba las estrellas en el firmamento con la esperanza de verlo acercarse galopando sobre su corcel por el horizonte, pero terminaba durmiendo sola como todas las noches. Soñaba que Garet entraba por la puerta y sin mediar palabra se abalanzaba sobre ella para besarla sumergiendo su cuerpo en un océano de pasión sin fronteras. Pero lastimosamente cada mañana su única compañía era el vacío de aquella habitación. En una de esas noches de desvelo, vino a su memoria una tarde al borde de un río en que se encontraba junto a Vilkas y su papá recordando a su madre. "No valoramos el amor de nuestros seres queridos hasta que se van o se alejan" le dijo su padre cuando era solo una niña. En ese tiempo aquella frase no tenía importancia para ella, era como una hoja más que empuja el viento cuando sopla, solo a una edad más madura entendió el verdadero significado de esas palabras. En ese momento, sus lágrimas salieron de sus ojos,tras escuchar sus sollozos, el guardia que protegía la puerta ingresó. La consoló unos momentos y le entregó un pañuelo para que seque sus lágrimas.

- ¿Se encuentra bien mi señora? - dijo el soldado mostrando preocupación

- Si, ve tranquilo a tu puesto Elmond. - contestó la reina secándose la cara.

- Cualquier cosa estaré aquí afuera como todas las noches.

- Si, te agradezco el interés y la firmeza en tu puesto.

Las jornadas pasaron lentamente hasta que un día, estaba paseando por el bosque escoltada por los soldados. El cantar de los pájaros armonizaba su andar cuando un ave mensajera que salió de entre las hojas de uno de los árboles se mantuvo volando frente a ella.

-Alguien hechizo una paloma mensajera para usted señora- dijo uno de sus acompañantes mientras abría la palma de sus manos para que el ave se posase.

El espectro paso de transformarse de ave a nota. Uno de los uniformados la leyó

-Eluneh, disculpa por la tardanza, espero que el pájaro llegue cuanto antes........

En la misiva Garet, rey de las tierras unidas, le contaba sobre su viaje y sobre todo hablaba de la importancia de la muerte de Blackwell antes de que logre reunir su ejército. Si lograba ejecutar su plan, todos los reinos corrían grave peligro de ser destruidos. Entonces, Eluneh salió del bosque, volvió a la ciudad y mientras subía de forma apresurada las escaleras interceptó a los soldados que vigilaban la entrada al castillo.

-Caballeros, hablen con sus capitanes, díganles que preparen a sus hombres para una guerra inminente. Saldremos en cuanto esté lista.

-Sí señora- contestaron y luego bajaron las escaleras a toda prisa

-¡PREPAREN MI ARMADURA!- Gritó una vez dentro del recinto. En ese momento, el castillo que solía ser un lugar sereno, se revolucionó y el sonido de pasos metálicos comenzó a escucharse. Avanzó unos pasos cuando uno de sus ayudantes salió a su encuentro

-Soldado, necesito que hable con el barquero, dígale que preparen los barcos para dentro de unas dos horas

- A sus órdenes- dijo rápidamente y salió de su vista

Al entrar en su habitación, su espejo se encontraba junto a la cama y a su lado su flamante armadura de guerra plateada la esperaba reluciente.

Una vez que terminó de armarse, se dirigió hacia el puerto. Allí, los hombres se despedían de sus familias los cuales se reunían a despedirlos como era costumbre. La reina Eluneh iba tan concentrada que por poco no atropella a un niño que se acercó a ella llorando.

-Mi reina, ¿Qué pasará con mi padre?-

- Tu padre, hijo....... me acompañara a defender nuestra patria de personas muy malas que quieren hacernos daño

-¿ Volverá?- Preguntó el niño mirándola con sus ojos inundados en lágrimas

Esa era una pregunta para la que la reina no tenía una verdadera respuesta teniendo en cuenta el azar que corre en una guerra, pero para no romper la esperanza del niño tuvo una idea.

- ¿Quién es tu padre hijo?

- Aquel que está allá- dijo señalando a uno de los capitanes

-Ah, el capitán Cobak, lo conozco, tu padre es un soldado fuerte e inteligente. Haremos lo siguiente, quítate el collar que llevas puesto. Le llevaré este collar a tu padre y él te lo devolverá cuando volvamos. - Miro a los ojos al niño-Prometo que cuidare de tu padre como cuido del filo de mi espada hijo. Ahora ve con tu madre, te está esperando. Esto pareció consolar al niño que tras despedirla volvió con su madre.

Desataron las cuerdas que los mantenían al muelle y los navíos emprendieron el viaje. Así fue... como Eluneh, partió junto a un batallón de hombres valientes dispuestos a darlo todo para que no destruyeran su hogar. Según la ruta trazada a ojo por los concejales de guerra, llegarían en dos días a las coordenadas que el rey le envió en la carta. Durante el primer día, el calor se hacía sentir en los barcos, después el clima cambió. Una tormenta horrible hizo que se agiten las aguas y los empapó. En las siguientes jornadas el frío se hizo presente logrando que tanto Eluneh como sus camaradas tiritasen del frío. Cuando su barco se detuvo en el puerto, su cuerpo se inundó de felicidad al ver el rostro de su marido. Fue en ese momento, en que corrieron a encontrarse y pudo darle aquel abrazo que esperaba hace tiempo.

Las Hijas Del MalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora