Una pequeña ayuda

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Esa misma noche volvió a tener otro de esos sueños horribles. Esa vez soñó ver a sus seres queridos cruzar muertos por el río. Eluneh, su padre, su hermano seguido de soldados muertos, todos haciendo ese desfile de la muerte. No poder conciliar el descanso terminó por enfadarlo, así que antes de lo previsto se levantó, apagó la fogata con la capa, alimentó al caballo y continuó viaje. Más adelante, la vida silvestre resurgió de a poco,distintos tipos de flores se hacían ver como antesala a lo que sería un bosque de árboles gigantes al cual llegaría al cabo de unas horas. Antes de ingresar se dio la vuelta para cerciorarse de que nadie siguiera sus pasos. Se bajó para avanzar a pie y para que el animal descanse un poco de soportar su peso, lo había estado cargando todos esos días sobre su lomo desde que comenzó el viaje.

El suelo estaba cubierto de hojas de distintos colores y de las raíces que sobresalían dejando claro que los árboles de allí estaban desde hace mucho tiempo. Al pasar por encima, las ramas crujían acompañando el sonido de los pájaros que pasaban volando por sus cabezas. Las ardillas se cruzaban de un tronco a otro a toda velocidad. La luz del sol se filtraba entre las copas de árboles haciendo que se iluminaran pequeñas florecillas que apenas comenzaban a crecer. Garet le costaba recordar la última vez que estuvo en un lugar tan bello como aquel. Realmente se sentía como en esos bosques de cuentos de hadas donde la paz abunda, pensó que no le vendría mal hacer un viaje allí para desconectar de tanta guerra y tanta matanza.

Después de caminar un buen rato, el sol de esa tarde comenzó a caer cuando una seguidilla de gotas de sangre que manchaba el suelo lo obligaron a alertarse y a desenvainar su espada. Observó para todas direcciones antes de seguir el camino de pintas rojas que ensuciaban la belleza de las hojas. Se torcía hacia la izquierda volviéndose a internar al centro del bosque. A unos metros se encontró con que la sangre venía de un alce herido por un corte profundo en el lomo, el animal estaba tumbado contra un árbol en un estado de agonía terrible. Cuando se acercó a ayudarlo, su pie activo una trampa que lo elevó por sus piernas. El movimiento fue tan brusco que su cabeza golpeó contra el suelo y antes de desmayarse lo último que vio fue el cuerpo del alce desvaneciendo como si de humo se tratase. Todo había sido un engaño.

Volvió a despertar cuando ya era de noche y lo primero que vio fue la lengua de su corcel que le lamia el rostro. Primero, busco su espada, pero estaba a una distancia a la cual no llegaba ni estirando sus dedos, luego intentó cortar la soga con una pequeña daga que tenía en su bolsillo para casos como estos en los que era desarmado, pero por más fuerza que haga el instrumento no podía cortar el material. Era evidente que estaba bajo algún tipo de hechizo. Estaba pensado como zafarse cuando su caballo comenzó a alterarse y a relinchar.

-Tranquilo, tranquilo, es solo el viento.- Dijo intentando calmarlo, pero no dio resultado, al fin el animal huyó aterrorizado a esconderse entre los árboles.

El clima se volvió denso como en el río que había cruzado el día anterior, una figura se acercaba levitando por entre los árboles confundiéndose con la noche y a medida que se acercaba la densidad aumentaba. Se detuvo frente a él, era una figura de mujer con pelo blanco aunque su rostro estaba oculto por una oscura capucha que no dejaba ver ningún detalle de sus facciones. Alzó su brazo blanco como un muerto, lo apuntó con unas manos de uñas podridas y mientras pronunciaba unas palabras en un idioma parecido al de las letras de su nota. Garet comenzó a sentir un dolor muy fuerte en todo su cuerpo. Era como si su alma, sus recuerdos y su juventud le estuvieran siendo arrancados. Todo aquello que había vivido estaba siendo devorado por una oscuridad absoluta como la noche, hasta podía sentir cómo las arrugas se le formaban en la piel, como su pelo se caía y como nacían sus canas. Mientras su vida se escapaba la de aquel ser se rejuvenecía, el brazo tomaba color y las uñas pasaban de negras a rosadas. De hecho, el mechón de pelo cobró un tono rojizo fuerte. Su vida se apagaba segundo a segundo ,cuando de repente, un grito extraño,que provenía de un lugar del bosque se hacía cada vez más alto. El monstruo se tuvo que detener para tapar sus oídos, indudablemente, sufría y maldecía sin parar a una niña que salía de atrás de él vestida de blanco. De un segundo a otro, se esfumo de entre los árboles dejando una estela de humo negro. Luego el rey recuperó todas aquellas energías que estaba siendo arrebatadas.

Hizo falta una mirada de la niña para que la soga se corte haciendo que él caiga al suelo. Recogió su espada, se quitó las hojas de la ropa y se giró hacia ella. Se trataba de una niña rubia que no pasaba de cinco años, llevaba trenzas y contaba con un vestido blanco como la nieve.

-¿Quién eres pequeña?¿Qué era esa cosa?

-Mis padres viven cerca de este bosque, ven y te lo contaré todo.

Comenzó a escabullirse a toda prisa por entre los árboles, Garet salió tras ella.

-Eh, ¿No me has dicho quién eres?. Vuelve aquí, es mejor que vayamos juntos.

Haciéndole caso omiso ella continuaba avanzando y él apretó el paso pero en un momento la perdió de vista. Se quedó en completo silencio durante unos segundos..... escucho pasos detrás suyos. La volvió a encontrar, no sabía hacia donde se dirigía hasta que la niña se introdujo por una abertura que se abría entre dos rocas. ¿Por qué una criatura de su edad se metería en una fosa como esa? Garet sacó su espada antes de introducirse tras ella.

Tiró polvo verde, no había ninguna amenaza en la oscuridad pero sí descubrió que el camino seguía derecho y luego se torcía hacia un costado. Desde aquel cordón la niña lo observaba, cargaba con un brillo distinto en sus ojos y sonreía como si la carrera de hace un rato no hubiese sido más que un juego para ella.

-Ven aquí,¡¡Esto ya no es un chiste!!- dijo y su voz retumbó en las paredes de la gruta. La niña volvió a desaparecer.

Tras seguir sus pasos nuevamente, se encontró con una pequeña sala iluminada con antorchas. En el centro había una mesa con ollas de losa y una bola blanca dentro de la cual flotaba otra más pequeña de color negro. Detrás de ella: La niña. Algo no cuadraba así que desenvainó su espada dispuesto a atacar ante el más mínimo movimiento. La pequeña se ocultó en las sombras de la habitación para siempre. En su lugar, salió del escondite una mujer adulta que cargaba con los mismos rasgos faciales, la misma ropa y el mismo peinado.

Las Hijas Del MalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora