Poniéndonos al día

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El viaje había sido cansador, así que al llegar, los soldados armaron sus tiendas de campaña. Allí se instalarían hasta el día siguiente cuando comenzarían su camino a la guarida de Sheamus con Cristina a la cabeza. El pequeño campamento que habían montado el rey y Cristina se había transformado en un menjunje de humanos y elfos dispuestos a combatir. A todos ellos se sumaron los tres hermanos gigantes que decidieron acompañarlos, al principio los recién llegados albergaban cierta desconfianza con aquellas criaturas y se lo demostraban con la mirada, así que para echar paños fríos a la situación decidieron contar su historia. Por su lado, los elfos no tuvieron problema con que formen parte del batallón mientras que los humanos no se tragaron del todo la historia, tras reunirse unos minutos a solas decidieron dar un veredicto. Uno de ellos se paró sobre su asiento y alzó su voz

-Me presento, soy el capitán de uno de los pelotones y hablo por todo el grupo- dijo un soldado robusto-Decidiremos creerles por obvias razones, pero a la primera sospecha de traición no duden que responderemos sin avisar.

-Sí señor- dijo uno de los gigantes y se dieron un saludo formal. Al lado de la del gigante, la mano del capitán era una miniatura

Las patrullas se preparaban para la guerra llevando a cabo distintas rutinas. Algunos esperaban el momento durmiendo porque creían que llegar bien descansado era la mejor manera de pelear, otros entrenaban junto a sus capitanes para despertar sus reflejos. Por otra parte, los elfos practicaban su arquería y volcaban su confianza en la meditación. Un grupo pequeño de hombres terminaban de descargar las raciones de comida de los barcos, con un clima tan cambiante como ese decidieron traer alimentos frescos como así también aquellos que necesiten de una cocción previa antes de ser digeridos. El movimiento se oía de fondo mientras los reyes y Cristina conversaban sobre su historia y la de su padre. En ese momento, Garet decidió informar a su esposa la muerte de su caballo como así también la ayuda que recibió de las almas que liberó tras matar a Morgana.

-Pobre animal, era muy educado. No por nada era el caballo de la familia real.- comentó su esposa.

- Morgana estuvo a punto de matarme dos veces, si no fuese por él, la segunda lo hubiese conseguido.

Después de que Eluneh se saque todas sus dudas, se dedicaron a planear una estrategia para atacar la fortaleza de Sheamus. Cuando la reunión llegó a su fin salieron de allí, la noche ya se había estrellado, lo único que los iluminaba eran las farolas y las fogatas que se habían encendido. Después de cenar la iluminación se apagó para que todos puedan descansar hasta el otro día.

Al día siguiente, Garet y Eluneh dieron una pasada por el campamento para ver el estado de los soldados. Al pasar los guerreros los saludaban con una reverencia y ellos respondían con la formalidad digna de reyes. Así fue, como encontraron a un hombre con el cual Eluneh tenía una cosa pendiente.

-¿Capitán Cobak?¿ Jared Cobak?

- El mismo mi señora- respondió poniéndose rodillas

-No es necesario, descanse capitán. Mire, allá en el puerto antes de salir, me he cruzado con un pequeño que me dijo que era su hijo. Me pidió que le de esto- sacó un collar del cual colgaba un pendiente blancuzco

-Ah- Ver el objeto hizo que arqueara sus cejas- Ese era mi collar de la suerte, mi familia lo viene cargando por generaciones y yo decidí dárselo a mi hijo Walf hace unos meses.

- Estaba llorando, me pidió que se lo diera y le diga que usted se lo devuelva al volver de la guerra.

-Ah, sabe mi hijo se asusta un poco cuando sabe que voy a venir a la guerra. Tiene miedo de nunca volver a verme. Muchas gracias mi reina.

- Cuídese señor Cobak, su hijo lo espera en casa en una sola pieza

- A sus órdenes mi señora

-¿ Cómo está todo en casa? ¿Ha cambiado algo?

- Tuvimos algún que otro problema con los herreros. Las minas se estaban agotando y hasta que no encontramos otra fuente de dónde poder extraer tuvimos que detener su trabajo. Pero ya lo solucionamos, ahora todo volvió a la normalidad.

- ¿ De dónde están trayendo ahora?

- Los expedicionistas encontraron unas al norte, son bastante grandes así que por un tiempo no tendremos problemas.

- Bien entonces.

¿Cómo ves esto Garet?- preguntó la reina

- Un poco tensos pero con mucho coraje. ¿Tú?

-Si, también. Estos hombres aman su hogar, dejarían su alma por el lugar de dónde vienen si así se lo piden. Lo puedes observar en su mirada.

A lo largo de su recorrido se encontraron con rostros firmes, listos para todo, aunque como la experiencia del rey Garet lo dicta: Siempre se tiene un poco de miedo antes de una batalla, el juego estaba en camuflarla con valentía. A pesar de que cada guerra era distinta, esta vez no contaban con soldados heridos ni con amputados como la última vez. En frente, iban a tener a un rival totalmente desconocido por lo cual, no debían subestimar su poder o podría costarle muy caro tanto para ellos como para el resto del mundo.

Las Hijas Del MalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora