×4×

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Había transcurrido apenas un mes y ese rubio se encontraba muy entusiasmado con el joven coleccionista.

La pasaba contándole a su madre sobre él, repasando en su mente aquel momento en que éste le robó un beso.

Pero Michael sólo quería obtener lo suyo para luego marcharse.
Y tenía todo planeado.

Pensaba en invitar al rubio a su pequeña cabaña en el bosque durante el fin de semana. Un lugar perfecto para matar.

Con el tiempo que llevaban en contacto, estaba seguro de que podría manejar a ese chico a su antojo.

No negaba que había llegado a sentir algo por él, pues le apasionaba hasta el más mínimo detalle en ese rubio, y no sólo de manera sexual. Le gustaba cómo sus mejillas se ponían de color cuando le decía lo bellos que eran sus ojos, cómo jugueteaba con sus largos dedos cuando se encontraba nervioso, cómo sus cabellos rubios quedaban despeinados debido al aire frío que se acostumbraba en aquellas épocas del año. Le gustaban sus expresiones, cuando arrugaba su pequeña y perfecta nariz al reír, su entusiasmo al contar las nuevas cosas que aprendía en sus lecciones de guitarra...

No estaba enamorado, y de eso estaba convencido. Sólo le gustaba en sobremanera.

Al pasar un mes prácticamente dentro de su vida, podía comprobar cosas como que su madre era una sobre protectora de primera, que sus amigos eran muy apegados a él y que el tal Ashton parecía estar enamorado, pues miraba a Luke como si fuese la única cosa en el planeta, esa mirada la conocía perfectamente, y la recordaba porque cuando todo en su mundo solía ser feliz, sus padres se dedicaban aquella mirada cada día. Y así era como Michael detectaba el amor.

Claro, ese rizado lo observaba minuciosamente cuando se acercaba a Luke, quizá intentando asesinarlo con la mirada.

Pero no sabía con quién se estaba metiendo.

Esa tarde se vería con el rubio en el parque de juegos cerca de su casa para comer un helado. El coleccionista aprovecharía para hacerle aquella propuesta a Luke, esperando que aceptase, pues era una oportunidad imposible de perder.

Caminaba por las calles de la ciudad mientras fumaba un cigarrillo.
Una de sus mayores manías en la vida había sido fumar, desde sus diez y siete años, cuando la mujer que le dio la vida lo había dejado prácticamente en el ojo del huracán, solo.
El exquisito olor a tabaco había sido su acompañante durante años, regalándole los mejores momentos consigo mismo.

Finalmente llegó al pequeño parque, sentándose sobre las raíces de un árbol para esperar la llegada del rubio.

En ese lugar, tenía una vista perfecta de un par de pequeñas niñas que jugaban con sus muñecas sobre el pasto verde en aquel día nublado. Ambas sonreían enormemente, reían con emoción e interactuaban como si no tuviesen problema alguno. Ellas no eran perversas, ni obsesivas, sólo eran humanos.

Él deseaba volver a ser un humano.

—Michael— escuchó un murmullo cerca de él, volteó hacia arriba, encontrándose al fín con el rubio.

Sonrió. —Hola pequeño, sientate— palmeó el lugar a su lado.

—Lamento llegar tarde— dijo cuando se encontraba recargado contra aquel enorme árbol.

—No hay problema— musitó para luego poner de nueva cuenta el cigarrillo entre sus labios carnosos.

—¿Sabes? No me gusta que fumes— dijo inocentemente el rubio.

—¿Por qué?

—No es bueno.

—Para mí lo es, ¿quieres un poco?

Luke negó con una sonrisa tímida.

—¿Ya me comprarás mi helado?— se recargó sobre su hombro.

—Por supuesto, sólo... quería hacerte una propuesta— puso su mano sobre su barbilla, levantando así su mirada azúl.

El rubio levantó sus cejas de forma que éste comprendiera que podía proseguir.

—Ah... ¿Te gustaría ir de paseo a mi cabaña el fin de semana?

—¿Una cabaña? ¡Genial!— dijo con una enorme sonrisa. —Claro que me gustaría ir, aunque debo ver si mi madre está de acuerdo...

—Más vale que sí Lukey— sonrió levemente.

Lukey, al rubio le gustaba aquel apodo.

—Es mi turno de hacerte una propuesta— dijo el rubio, acercándose sigilosamente al joven coleccionista.

—¿Sí? Dime...

—Dame un beso...

—¿Un beso?— Luke asintió sonriente.

Entonces el de cabello oscuro juntó sus labios con los del rubio sin tan solo rechistar, creando movimientos suaves. Puso sus manos en su cintura, dándole profundidad a aquel contacto.

Se separó luego de unos segundos, dejando sus labios húmedos y brillantes.

No podía estar más ansioso por el próximo fin de semana.

*

Creo que estoy avanzando demasiado rápido en ésta historia o: y por lo que veo no falta mucho para que concluya (lo sé, es demasiado corta)
Pero agradezco a las que les gusta y aprovechan para dejarme un comentario en cada capítulo, no saben lo feliz que me hacen:'D jdlndekdoekd

|E y e s| •Muke• Donde viven las historias. Descúbrelo ahora