×3×

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Practicaba sus acordes en la guitarra, perfeccionando sus habilidades en el instrumento. El profesor Kinny se había puesto algo exigente esa semana, por lo que era mejor no sacarle más canas de las que ya tenía.

Tocaron a su puerta y luego de haber dado el pase, su madre entró.

—Dejaron esto para tí...

El rubio volteó para ver de lo que se trataba. La mujer llevaba en sus manos un ramo de rosas junto a una pequeña tarjeta.

Luke levantó las cejas. —¿Para mí?

—Sí, aquí dice: Para Luke Hemmings— dijo leyendo aquellas palabras plasmadas en el sobre. —Lo dejaron en la puerta, creo que tienes un admirador...

El rubio sonrió tímidamente y asintió. —Dejalas sobre la cama...— murmuró mientras centraba de nuevo su atención en el instrumento de cuerdas sobre su regazo.

En unos segundos más, cuando su madre se había ido, la curiosidad lo carcomió y decidió tomar el pequeño sobre entre sus manos.

De él, sacó una pequeña tarjeta doblada a la mitad, que escribía lo siguiente:

"Para el joven de los más hermosos ojos.

Michael xx"

Luke sonrió.

Pero en unos segundos más no podía dejar de preguntarse cómo es que ese chico sabía su dirección, y otra cosa, cómo sabía de su apellido si él jamás se lo dijo.

No era que Michael no le agradase, en realidad admitía que el chico le parecía muy atractivo, pero...

¿Por qué tanta insistencia en sus ojos?

No lo entendía.

Pero Michael le agradaba.

×

El joven coleccionista aguardaba en su auto, sin despegar la vista de la puerta de aquella institución. Un montón de adolescentes salían apresurados, se imaginaba que era para alejarse lo más pronto posible de aquel infierno.

El cigarrillo entre sus dedos se había consumido casi en su mayoría, pero él ponía toda su atención sobre los jóvenes que pasaban, tratando de encontrarlo entre la multitud.

Había contado inconscientemente cuantos rubios había visto ya, y comenzaba a desesperarse de que ninguno de ellos fuese él.

Su vista detectó a un chico de rizos, con una bandana alrededor de su cabeza, él charlaba con dos más, un moreno de luces en el cabello y otro, que afortunadamente era Luke.

"Ahí estás" susurró para sí mismo mientras observaba a su rubio de pies a cabeza.

Se bajó del auto tirando su cigarrillo en el concreto y enseguida continuando su camino.

Mientras se dirigía a aquel trío donde se encontraba Luke, las miradas de los estudiantes no se despegaron de su persona ni un momento.

Entonces el rubio volteó a mirarlo, sorprendido de que se encontrase ahí. Sonrió levemente, saludándolo en un movimiento de mano.

—Hola— dijo cuando el joven se encontraba frente a él. —¿Qué te trae por aquí?

—Digamos que quería verte— sonrió.

El rubio mostro su amplia sonrisa enseguida. —Bien, ah... déjame presentarte, ellos son Ashton y Calum— señalo a los chicos frente a él. 

Michael sonrió amablemente para ambos, poniendo esa expresión hipócrita que usaba con la mayoría de las personas que pasaban por su vida, pues no le interesaba conocer nuevos amigos ni darle la mejor impresión a la gente. Prefería estar solo que tener a su lado a un falso que seguro lo defraudaría alguna vez.

—Y chicos, él es Michael— señaló al de cabello oscuro. Ellos sonrieron tan falsamente como Michael, observándolo detalladamente.

—Luke, ¿no quieres que te lleve a tu casa?— preguntó Michael en unos segundos más, suponiendo que con ello molestaría a sus amigos, pues había notado que no les había caído del todo bien.

—Creo que en unos diez minutos más llegará mi madre— levantó su muñeca, en donde se encontraba su reloj.

—Vamos, bonitos ojos. Puedes llamarla y decirle que yo te llevaré— dijo mientras tomaba su mano delicadamente, acción que los amigos del rubio no tardaron en observar.

Sonrió medianamente, considerando aquella una buena idea y enseguida sacó su celular para comenzar a marcar el número de su madre.

El joven coleccionista observaba con calma cada uno de sus movimientos, como sus labios se movían al hablar, como rascaba la punta de su nariz en momentos, como sus bellos ojos paseaban de un lugar a otro. Y se dio cuenta de que no podía desearlo más.

En unos segundos más guardó su movil en el bolsillo de su suéter, indicando el final de su llamada. —Está de acuerdo— dijo.

—Bien, entonces vámonos— jaló su brazo, sin despedirse tan solo de aquellos jóvenes.

—Nos veremos luego chicos— se despidió el rubio.

Ambos se metieron en el auto de Michael y tomaron rumbo a la casa de Luke.

No pasó mucho cuando ya se encontraban frente a la puerta de aquella residencia.

—Bien... eh, te agradezco por haberme traído, y por... el regalo— dijo con timidez, jugando con los dedos de sus manos con nerviosismo.

—No necesitas agradecerlo— dijo observando sus movimientos, como un cazador observando su presa, como un artista a sus obras de arte, con extrema minuciosidad. —Ahora debo irme, pero nos veremos pronto...

El rubio asintió mientras despegaba su vista de aquellos movimientos juguetones de sus jélidas manos.

Michael lo observó unos segundos más, para luego acercarse peligrosamente a su rostro y depositar un corto beso sobre sus labios de color rosa pálido, disfrutándolos aún cuando había sido un contacto tan mínimo.

Luego, con un movimiento de mano, salió de la vista del rubio para adentrarse en su auto y dejarlo ahí, tratando de llevar otra vez su alma al cuerpo, ordenándole mentalmente a aquellas mariposas en su estómago que se mantuviesen quietas.

No lo entendía.

Pero Michael le gustaba.

|E y e s| •Muke• Donde viven las historias. Descúbrelo ahora