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Aparcó el automóvil frente a la casa de Luke, bajándose de éste para tocar la puerta en un momento más. Luego de dar un par de toques sobre la madera con sus nudillos, se dispuso a esperar, introduciendo ambas manos heladas en su chaqueta.
En un momento más, abrieron la puerta, y el sonriente rubio se mostró detrás de ella, con una mochila puesta sobre sus hombros.

—Avisaré a mi madre que ya viniste por mí— le dijo al ojiverde, adentrándose nuevamente en la casa.

Luego de escuchar murmullos sobre "no regreses muy tarde" "cuídate" y un montón de tonterías más, vio salir de nueva cuenta al chico de hermosos ojos azules.

Éste le saludó brevemente para que luego ambos chicos subieran al auto del coleccionista.

Comenzó el camino hasta la cabaña.

Un semáforo en la carretera y Michael aprovechó para encender el stereo de su viejo coche. El sonido de un barato mix de algún DJ de mierda comenzó a escucharse, el ojiverde frunció el ceño y cambió de estación, una y otra vez hasta que logró reconocer el ritmo de una canción que realmente le agradaba entre todos esos sonidos aleatorios. The 1975 sonaba en la radio, a lo que el chico sonrió levemente, mientras subía el volumen de ésta.

El semáforo cambió a verde, y el auto avanzó enseguida.

El sol se encontraba bajando apenas en el cielo, se posicionaba en una altura baja, escondiéndose entre el horizonte. Chocaba contra el viejo auto de color negro, logrando definitivamente que todo el esplendor que de por sí llevaba en sí mismo el rubio se volviera aún más evidente. Sus ojos azules parecían ser piedras preciosas en aquel rostro de muñequito, sus finos labios rosados se encontraban entre abiertos, y sus cabellos brillaban como el oro siendo expuestos ante la luz del sol.

El coleccionista lo observaba de reojo, mientras concentraba también su atención al volante.

—¿Te gusta?

—¿Ah?— el rubio volteó a mirarlo.

—Esa canción— le dijo, con sus verdes ojos sobre la carretera.

—No conozco a esa banda— murmuró restándole importancia.

Michael volteó a mirarlo durante unos segundos, con los ojos muy abiertos. —¿En qué mundo vives?

Luke rió. —Son buenos, ¿está bien?

—Sólo faltaba que dijeras que apestaban— dijo con una sonrisa.

Pasaron aproximadamente diez minutos y las canciones salían sin interrupción alguna, la mayoría de un género alternativo, bastante agradable a los oídos del coleccionista.

Los primeros acordes de la canción Blue Jeans de Lana Del Rey se hicieron presentes. El rubio tarareaba la canción, mientras observaba por la ventana. Cantó algunas estrofas con su única y melodiosa voz -como la describió de inmediato el chico de cabellos oscuros en su mente-.

—Así que sabes cantar ¿eh?— comentó mientras salía una leve sonrisa en su rostro.

—Si, un poco— dijo con las mejillas coloradas.

—Me gusta tu voz— el coleccionista volteó a mirarlo, sólo para admirar como el sonrojo en sus mejillas se extendía por todo su rostro.

Luego de una larga pero nada aburrida hora llegaban a aquel lugar en donde habitaba tan solo la naturaleza, ésta siendo la protagonista de toda escena. El ambiente se puso notoriamente helado, pues todo el calor retenido dentro del auto se había esfumado en cuanto se adentraron en aquel bosque.

El auto finalmente se detuvo frente a una pequeña cabaña construida en madera, parecía en muy buen estado, lo cual era extraño porque se encontraba prácticamente en medio de la nada. Michael se adelantó a abrirle la puerta al rubio, entonces éste bajó mientras paseaba su mirada azúl por todo el lugar. Le ayudó a cargar su equipaje, el cual consistía simplemente en una mochila en donde llevaba un par de cambios de ropa.

Luego de que el coleccionista abriera la puerta del lugar, ambos se adentraron en él.

En la habitación principal habían unos cuantos muebles de un color pálido, una alfombra sobre el suelo decorando el lugar y una chimenea muy al estilo vintage al fondo, regalando un ambiente cálido.

—Es muy lindo Michael— murmuró el rubio con una pequeña sonrisa entre sus labios delgados.

—Gracias. Puedes poner tus cosas en el cuarto de allá— señalo una habitación a la derecha. Luke se dirigió a dicho lugar cargando su bolso en hombros.

Al entrar se encontró con una cama en la esquina de éste, una ventana enorme del otro lado y un closet que pasaba completamente desapercibido si no ponías mucha atención. Dejó su equipaje en el suelo, cerca de la puerta y regresó con el chico de cabellos oscuros.

—¿Entonces? ¿Qué hacemos?— le dijo.

—Si quieres podríamos ver qué podemos preparar de comer con lo que hay en mi cocina— respondió mientras encendía la chimenea para intentar darle calor al lugar.

—Me parece perfecto— dijo el rubio mientras se adelantaba a dicha parte de la cabaña.

Ahí frente al refrigerador, surgió una discusión entre qué deberían preparar, y finalmente llegaron a la conclusión de que unos hot-cakes estarían muy bien, a pesar de ser como las 7:00 pm.

Pasaron la próxima media hora en la cocina, consumiendo aquellos bocadillos que con trabajo y algunos desastres más cocinaron. Ambos terminaron con algunas pizcas de harina para hot-cakes sobre el rostro, también un poco más sobre su ropa.

Más tarde el rubio se encontraba durmiendo plácidamente en la cama. Su posición fetal lo hacía lucir pequeño e indefenso a los ojos del coleccionista, quien lo observaba en cada detalle, aprendiéndose de memoria cada facción en su rostro, la posición de todo lunar en su piel, la forma en que sus cabellos se encontraban despeinados y aún seguía siendo un ser jodidamente atractivo.

«Falta muy poco» se dijo a sí mismo.

Salió de la cabaña unos minutos más tarde, dispuesto a fumar un cigarrillo.

Sacó el pequeño empaque que incluía unos veinte de éstos y con ayuda de un encendedor prendió el extremo contrario, dando una calada enseguida.
Dejó salir el humo blanquecino por sus labios carnosos, mientras con aquellos ojos profundos examinaba el lugar. Todo se encontraba silencioso y frío. De hecho, el ambiente estaba perfecto para una taquillera película de terror. Cualquier movimiento en aquel bosque podría ser confundido con el de un fantasma o un asesino acechando a la típica pareja que tan solo iba de paseo. 

El coleccionista soltó una risa burlona para sí mismo. «Que estúpido, si aquí el asesino soy yo ¿no?» pensó.

De pronto recordó el principal objetivo por el cual estaba ahí con el bello rubio.

Había preparado minuciosamente los instrumentos que usaría para obtener finalmente aquellos hermosos ojos del chico.

El coleccionista no era un tipo que matara todos los días a una persona diferente, por lo que procuraba que cada vez que asesinaba a alguien, fuese especial, y sobre todo... que esa persona sufriera. Le gustaba cómo terminaban rogando por sus vidas, cómo pedían a gritos que se apiadase de ellos.

Con cada víctima había pasado momentos inolvidables, y todo era producto de su increíble gestión sobre cada movimiento que iba a realizar. El coleccionista era inteligente sin duda.

«No sabes lo que tengo planeado para » pensó con una sonrisa maliciosa en el rostro, con ese chico en su cabeza; cigarrillo a medio fumar entre sus dedos y la cabeza llena de ideas que estaba dispuesto a poner en práctica.

|E y e s| •Muke• Donde viven las historias. Descúbrelo ahora