''El odio es el amor sin los datos suficientes'' - Richard Bach

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Y va y me dice que me calle

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Y va y me dice que me calle.

No, me EXIGE que me calle

Imbécil.

Imbécil él por ser tan... Él.

Imbécil yo por ayudarlo, debería haber dejado que se las apañara él sólito.

Llevo todo el día lejos de dónde él se encuentra. Si se acerca, me aparto, si se mueve, me pongo de pie... Básicamente, huyo de él y del aura de negatividad que desprende hasta por sus poros. Si antes no lo soportaba, ahora menos todavía.

La noche amenaza con caer sobre nuestras cabezas. El cielo anaranjado indica que quedan pocas horas de luz. Llevo horas dándole vueltas al cerebro, intentando dar con una manera de dormir ambos a salvo, pero sin tener que compartir el pequeño espacio del cubículo que hacemos llamar ''nave''. Una de dos, o Attis duerme fuera, lo que es extremadamente peligroso para su seguridad, o dos, me dedico a buscar un refugio mucho menos cómodo y seguro para que ambos podamos resguardarnos. Ninguna me parece factible. He pensado también en ir turnándonos. Que uno vigile mientras el otro duerme y viceversa. Pros, sería más seguro. Contras, no me fío un pelo del ojiverde. Bien es capaz de correr y dejarme tirada sola mientras un dinosaurio intenta devorarme. Lo siento pero paso.

Se puede apreciar la figura de Attis, al otro lado del claro, desde aquí. Me es imposible no desviar los ojos hacia el tonificado brazo con el que corta la madera. Afortunadamente, me doy la vuelta antes de que se percaté de que lo observo.

Hemos repartido las tareas. A mí me toca recoger los troncos de árbol, que deben estar en buenas condiciones para que se enciendan con poco más de una chispita luminosa. Pesan bastante, pero empleo una carretilla que yo misma he fabricado. En especial, destinada a la recogida de alimentos, en gran cantidad. Aún así no niego que tenga que ejercer bastante fuerza para evitar que vuelque todo el contenido.

Voy dando pasos cortitos para evitar que se me caiga todo el montón hacia un sitio lo suficientemente aproximado de la nave como para hacernos entrar en calor y evitar pasar frío.

Muy a mi pesar, me acerco hasta la zona donde Attis trabaja para poder tomar algunos troncos de árbol recién cortados. Noto su mirada en la parte baja de la nuca, pero no comenta absolutamente nada. Solamente observa cómo cojo lo que necesito y me largo como alma que lleva el diablo.

Agarro el mechero que he resguardado en el interior de la nave e intento encender el fuego. Lo cierto es que lo he utilizado tanto durante estos días que casi ya no le queda líquido para prender la chispa, por lo que tardo más de lo esperado.

Cada vez se hace más de noche y siento el alivio percorrer mi organismo cuando al fin se enciende la llama. Trici, que hasta hace un momento permanecía a mi lado, huye. No le agrada mucho el fuego, aunque ha mejorado mucho. Antes ni siquiera era capaz de mirarlo desde la distancia, siempre se escondía en el bosque, a la espera de que yo lo apagase.

𝕄𝕒𝕥𝕥𝕖𝕣 𝕠𝕗 𝕥𝕚𝕞𝕖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora