You with the "always" included [MLB]

Besos marcados.

Sus pesados parpados comenzaron a abrirse con lentitud, su frágil y delgado cuerpo era cubierto por su traje de heroína. Realmente no tenía idea alguna de que estaba haciendo, o donde se encontraba. La misma nada era su única compañía, junto al fresco aire enredándose en su cabello y erizando su piel nívea.

Dorado, era el color que sus ojos veían, el sol puesto en lo más alto y los rayos de este posándose sobre ella como si quisiera transmitirle la calidez necesaria antes de que ese sentimiento hogareño se transforme en un macabro cuento de terror.

El estruendoso ruido de algún objeto quebrándose la hizo dar un brinco en su lugar. Eso no parecía la caída de un vaso, ni si quiera el más fuerte de truenos sonaría en esa magnitud. Ladybug giró su cuerpo en diferentes direcciones viéndose completamente sola en un mundo inexistente.

Su intuición le decía que debía estar alerta, así que movió su mano derecha a su cadera buscando su yoyo mágico, el cual le ha salvado la vida en incontables ocasiones, sin embargo, no tenía nada con ella.

Asustada, bajó la mirada y observó que su traje de heroína había desaparecido, ahora era solo Marinette.

—¿Tikki? —preguntó llamando a su amiga.

Caminó descalza sintiendo poco a poco la humedad en sus pies, ¿De dónde había salido el agua?

Tenía que irse lo más pronto posible de ese lugar, ¡Seguro sus padres estaban preocupados!

El sonido de hace unos minutos volvió a escucharse, tuvo que tapar sus oídos completamente angustiada, pero la inquietud de que alguien estuviera en peligro era lo único que necesitaba para arriesgar su propia seguridad.

Intentó correr, pero sus piernas no se lo permitían, el agua comenzaba a subir por su cuerpo, los dedos de sus pies comenzaron a entumirse y el frío la recorría de manera tortuosa. De pronto, el sol cálido y el ambiente amarillento se había transformado en el mundo que resguardaba las almas desoladas que en pena sueltan su último aliento.

—¡¿Dónde estás Hawk Moth?! —escuchó el grito desgarrador de una voz tan conocida, que su primer pensamiento fue mover sus ojos siguiendo el eco— ¡¿Querías convertirme en esto?! ¡Ganaste! ¡Ahora peleemos y arreglemos el daño!

Nerviosa y con sus manos temblando, hizo su mayor esfuerzo por avanzar más. El agua subía por su cuerpo, su vestido negro comenzaba a pesar, sorprendente pues a simple vista podía asegurar que era de los más livianos.

Entonces, sus ojos azules se posaron sobre aquel chico de cabello blanco que gritaba a los cuatro vientos lo destrozado que estaba.

—¿Chat noir...? —preguntó para ella misma.

Pero no, él no era Chat noir. Sin contar el color del traje, solo bastaba con escuchar su rasposa voz para saber que aquel demonio blanco no era más que una silueta solitaria del dolor enfrascado.

—¡¡Debo arreglar todo!! —volvió a gritar el chico— ¡Marinette, te necesito!

La llamaba.

El dolor de la persona a metros de ella provocó el amargo sabor en su boca, tragó saliva y sintió más que nunca la necesidad de compartir el dolor para que él no lo tuviera que guardar solo.

—Chat noir —susurró— ¡Chat noir!

Su cuerpo se movió por inercia, el agua comenzó a dificultarle el camino, en el cielo las nubes grises se posaban sobre ella, vigilándola o esperando que se ahogara en las tenebrosas corrientes que se formaban con salvajismo.

Pero parecía que el chico no la escuchaba, el agua también se estaba apoderando del cuerpo de él, y la sensación de que cada vez estaban más separados le parecía agotador.