You with the "always" included [MLB]

Where do broken hearts go | Marichat Kiss (Buggi's version)

Tres días después.

Las penumbras de su habitación consumían su propia energía.

No se había cambiado la pijama en esos tres días, la oscuridad que la rodeaba la hacía mantenerse ignorante a si el día o la noche ya habían pasado. Repetía el mismo video del evento que se había vuelto viral una y otra vez.

Su cuerpo se sentía cada vez más pesado, ir al colegio se volvió una responsabilidad que decidió evadir. Alya le mandaba los apuntes y ella ni siquiera se tomaba el tiempo de revisarlos.

¿Comer? Con trabajo podía soportar una manzana antes de que las naúseas la atacaran.

—Marinette —susurró Tikki al verla acostada mirando a la nada— Por lo menos realiza una patrulla para distraerte.

—Ya te dije que no quiero —musitó con la voz rasposa— Me van a hacer preguntas que no quiero responder.

La pequeña kwami voló frente a ella.

—Vamos, seguro que Plagg aún está intentando convencer a Chat Noir de volver.

—O seguro Shadow Moth ya lo atrapó, ¿qué más da? Todo se va al caño, a la basura, todo lo que hago, toco o disfruto se rompe. Es mi culpa que eso haya pasado, es mi culpa que Chat Noir haya decidido irse.

Tikki ya no intentó convencerla de lo contrario, no veía el sentido si Marinette siempre terminaba en el mismo lugar: con los ojos hinchados, las mejillas rojas y las lágrimas calientes cayendo por su rostro.

La trampilla de la habitación sonó y la pequeña kwami buscó un lugar para esconderse.

—¿Marinette? —llamó Sabine desde abajo, dejando una bandeja de alimentos en su escritorio. La mujer apretó los labios y subió las escalerillas que le llevarían a la cama de su hija— Marinette...

—No quiero ir al colegio hoy tampoco, mamá —susurró— Me siento enferma.

Y se veía enferma.

Quizás Marinette estaba intentando fingirlo, pero siendo ella su madre podía notar las ojeras, la hinchazón, la piel roja y herida por la comezón, su cabello seco y despeinado, sus labios quebrados y la simple mirada vacía que había estado teniendo desde hacía días.

—Baja —le ordenó.

—Pero...

—Ahora.

La chica resopló y se sentó junto a su madre en el sillón de su habitación. Sintió sus pienras entumidas debido a la cantidad de tiempo que había estado acostada, se mareó un poco, pero logró forzar una sonrisa a su madre.

—Marinette —dijo Sabine— ¿Qué pasa, cielo?

—Nada, solo estoy enferma —dijo— Cof, cof, ¿lo ves?

Sabine apretó sus labios.

No era la primera vez que sentía que había algo en su hija que no conocía por completo y ahora no podía dejar de pensar en la posibilidad que había en eso.

—Mi amor —susurró, tocando su mejilla y mirándola con preocupación— Sabes que puedes contarme todo... ¿verdad?

Marinette se sintió vulnerable.

Intentó desde lo más profundo de ella no reaccionar ante el tacto cálido de su madre, pero hacía tanto tiempo que no se sentía genuinamente querida que borró la sonrisa forzada y su rostro se transformó en una mueca que se soltó en llanto... un llanto que parecía estar siendo realizado por una niña de cuatro años en un berrinche.