Tochin clasificó esa sensación como un tirón de tripas. Pues la sola mirada del muchacho, hacía que todo en ella temblara, como si presintiera algo. Por supuesto que ella trató de presentarse. Sin embargo, de su boca no salían más que unos leves sonidos y resoplidos tenues llenos de alegría. Y cuando dio un paso para acercarse, se dio cuenta de que no daba pasos, sino saltos.
Pronto una sensación de temor la invadió.
Las orejas de Tochin, antes erguidas, se torcieron y su nariz rosada empezó a moverse rápidamente y de su boca ahora, comenzaron a salir chillidos. Todo en conjunto daba la impresión de prepararse para atacar a los hermanos.
—Aléjate —le advirtió el niño de los ojos ámbar, a la par de levantar un palo.
Tochin los miró angustiada.
«No les voy a hacer daño, me pasa algo. No sé qué es, perdí a mi papá» explicó, pero todo lo que los chicos escucharon fue un rechinar de dientes.
—Ontetl hay que irnos —ordenó el hermano mayor.
«¡No! ¡No se vayan!» imploró Tochin.
Los hermanos dieron pasos hacia atrás, cautelosos sin dejar de verla, hasta que estuvieron lo suficientemente lejos, y después simplemente se echaron a correr.
Tochin les siguió saltando lo más rápido que pudo, asustada y con lágrimas en sus grandes ojos. Sin embargo, los hermanos eran más veloces y a pesar de todos sus esfuerzos, ella no pudo alcanzarlos.
Entonces las patas cortas de la coneja empezaron a flaquear y el corazón, antes una locomotora, ahora era un simple andar. Tochin sintió como se le agotaba la energía, sus patas cedieron de a poco, hasta que su cuerpo se dejó caer.
Tochin soltó un leve chillido al desplomarse y antes de perder el conocimiento, lo último que vio fue al niño de ojos ámbar perderse entre la selva espesa.
El olor a almizcle la despertó unas horas después. Toda ella se estremeció al sentirlo en su nariz como un perfume. Tochin intentó mover sus patas y levantarse, sin embargo, estás apenas le respondían y por tanto le era muy difícil sostenerse.
Tendida en el suelo Tochin rezaba para que su padre la encontrara.
En eso, una especie de neblina comenzó a esparcirse anormalmente rápido. Asustada, Tochin hizo de nuevo un esfuerzo por moverse, esta vez flexiono con fuerza su patas, una y otra vez, hasta que al fin consiguió ser consiente de ellas y después de unos severos intentos, logró ponerse en pie. Mientras tanto, la neblina ya inundaba todo el lugar, con su humo blanquizco, espeso y aromático. Tochin sintió frío y después una corriente eléctrica recorrer todo su pequeño cuerpo.
Algo parecido a un presentimiento apareció en su mente, y una tenue vocecita le dijo: «corre, huye, antes de que sea tarde»
Sin saber por qué, Tochin hizo acopio de todas sus fuerzas y dando saltos pequeños, fue alejándose de su peor fin, hasta que una voz resonó en su cabeza.
Audible, pero indescifrable, como amortiguada por un objeto extraño dentro de sus oídos. En respuesta a ello, Tochin se detuvo en seco y molesta por la interferencia, agitó fuertemente sus orejas, con la esperanza de poder expulsar aquello que interfería en su audición. Sin embargo, lo que sucedió, fue que apareció un leve zumbido que la desconcertó. Volvió a agitar su cabeza fuertemente, esta vez se tambaleo. Cuando logró reincorporarse, se llevó la temible sorpresa de sentir cerca de ella una presencia. Y una especie de miedo frío, empezó a recorrerla de patas a cabeza.
Quiso moverse, pero, sus patas no respondían y como consecuencia su respiración comenzó a acelerarse. Sintió con angustia como sus latidos aumentaban de a poco, y, aturdida por los intensos latidos, cayó al suelo nuevamente. Tochin percibía como su alma se iba de su cuerpo. Asustada, miró hacia los árboles en busca de ayuda, y de entre ellos, divisó una silueta. Una sombra que flotaba hacia ella, a pocos centímetros del suelo y que entre más se acercaba, más se parecía a un hombre. Cuando estuvo muy cerca, la coneja notó los brillantes ojos naranjas. El hombre la observó fijamente, una mirada penetrante que la hizo estremecer. Seguido de esto una mezcla de copal, almizcle y flores comenzó a inundar lentamente en el ambiente. Y Tochin sin poder evitarlo, comenzó a sentir sueño.
Cuando ella cedió al efecto somnífero, aquel hombre se hincó a su lado y colocó la mano en su cabeza. Le susurró unas palabras y justo después, el hechizo que él había puesto en ella hace días, se rompió, y lo que ella antes había sido, volvió a serlo: una pequeña niña de seis años.
El hombre la tomó en brazos y echó a andar hacia el bosque, desapareciendo entre la espesura de la selva.
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Entre la montaña y el mar
Teen FictionEsta historia empieza cuando los ojos de Acachto y Tochin se encuentran por primera vez; dos adolescentes de dos reinos distintos que se vuelven amigos. Y comienzan a pasar tiempo juntos, compartiendo penas y alegrías, hasta que sus sentimientos se...