𝗣𝗿𝗼́𝗹𝗼𝗴𝗼

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" 𝑼𝒏 𝒏𝒖𝒆𝒗𝒐 𝒄𝒐𝒎𝒊𝒆𝒏𝒛𝒐"

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" 𝑼𝒏 𝒏𝒖𝒆𝒗𝒐 𝒄𝒐𝒎𝒊𝒆𝒏𝒛𝒐"

𝑯𝐀𝐂𝐄 𝐌𝐔𝐂𝐇𝐎, 𝐌𝐔𝐂𝐇𝐎 𝐓𝐈𝐄𝐌𝐏𝐎, dos almas se entregaron, siendo la Luna testigo de esto, sin importarles ser de clases muy distintas o los daños que podrían causar en un futuro. 00

Con el paso de los meses esa entrega dio frutos, la mujer traía un gran vientre con el cual estaba fascinada, la sensación de sentir una vida dentro de ella era encantadora desde su punto de vista.

Era el milagro de la vida.

Mictlán no estaba feliz con eso, la Diosa que se supone que era suya lo estaba engañando con un simple mortal, a pesar de no ser nada.

Cuando la bebé nació, la aldea del padre dijo que era un ser vivo enviado por los mismos Dioses, lo cual hizo poner algo nerviosa la joven pareja. La pequeña niña terminó con el nombre, Zxenia.

Mictlán ya no podía más con su ira, le enojaba que su amada estuviera con otro que no sea el, además de que tuvo una hija meztisa con el.

El mismo fue a visitar la pequeña aldea en el bosque mientras la Diosa no estaba, siendo vulnerables ante el Dios, todos murieron esa noche, excepto Zxenia.

Cuando Nikte llegó a la aldea quedó destrozada. Entre el humo pudo ver a Mictlán, su amigo de la infancia, caminar hacia ella con un pequeño bulto en brazos que lloraba desesperadamente.

«Lo lamento, cuando llegue era muy tarde.»

Esas fueron las palabras del Dios mientras que la Diosa lloraba destrozada abrazando a su bebé, quien se empezaba a relajar.

El cielo lloro con ella haciendo que poco a poco fue apagando las llamas de las casas.

Nikte no era tonta ni mucho menos, era lo suficientemente lista para saber lo que sucedió pero eso quedó en el pasado, debía vivir el futuro, por ella y por su hija.

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Los planes del Dios de la Guerra salieron mal, suponía que cuando el mortal muriera tanto Nikte como su hija irían a vivir con el al Infierno, pero por favor.

¿Quién sería tan tonto como para pensar que dos almas de vida pisarían alguna vez el Infierno?

Cuatro años pasaron desde la muerte de su amado, pero seguía siendo la misma gracias a su pequeña retoño ─como ella solía decirle─ quién ahora tenía cuatro años de edad.

La Diosa de la Naturaleza sabía lo que se acercaba, no dejaría que Mictlán tuviera más poder del que ya tenía. Una mañana llevo a su hija a los más profundo pero hermoso del bosque, sintiéndose sintiéndose triste viendo como su hija bella todo con un brillo en los ojos absorta de lo que iba a pasar.

god love                                                                    ZatzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora