Capítulo 6

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§𝔏𝔞 𝔡𝔦𝔰𝔠𝔲𝔩𝔭𝔞 𝔡𝔢 𝔖𝔥𝔦𝔳𝔞 𝔭.𝔡𝔬𝔰§

Hace unos cuantos miles de años, el rey Shiva junto a sus tres esposas, su hijo, su hermana y su mejor amigo se encontraban comiendo en la mesa, esta llena de comidas deliciosas y bebidas dulces y refrescantes; los sirvientes ivan y venían con distintas cosas, para atender bien a las deidades.

Indira en su palacio cuidaba a unos cuantos animales y quería llevar a uno para que el menor de todos se entretuviera con el mientras los adultos hablaban de cosas aburridas. Al terminar aquella comida extraordinaria todos habían salido a el terreno detrás del castillo, un terreno seco y con varia tierra y piedras.

Ganesha jugaba con el animal que su tía le había traído, un animal que cayó en su balcón misteriosamente, ya que no tenían población de alcones en la India, es más, no están las condiciones de vida para que aquella majestuosa ave viviera en el país. Sin embargo, los cuidados y accesos privilegiados de la deidad de la estrategia le habían abierto las puertas para vivir allí.

— Le gustó el alcón — dijo, mirando a su sobrino jugar con el ave volando sobre el juguenota.

— Es verdad, es bueno verlo jugar así — dijo Parvati, su madre.

Rudra miraba al hijo de su mejor amigo sonriente, verlo jugar como todo niño debería, en un lugar sin guerras o peligro masivo le era relajante. Aunque Ganesha era el dios de la Abundancia y ya tenía varios años, a su madre, padre y tía les encantaba ver que seguía jugando felizmente, que seguía disfrutando a tope los momentos que tenía, que seguía riendo como cuando era más joven.

Una de las sirvientas había salido para tirar voltear una olla llena de aceite hirviendo, lo tiraría a las reservas para ocuparla en otra ocasión y así no dejar el palacio con ese mal olor impregnado, mientras caminaba lo hacía con dificultad, ya que la olla de por sí era pesada, con el aceite pesaba aún más y le resultaba difícil mantener el equilibrio.

El alcón concentrado solamente en el elefante bajo suyo voló en dirección a la dama, mientras que Ganesha intentaba atraparlo para así luego el ser el perseguido, ni ellos ni la dama se dieron cuenta que estaban por chocar, hasta que la diosa de la guerra volteo y su cara asustada alertó a los demás. Seguido de un sonido de golpe, lo próximo que vieron fue al menor en el suelo, a los pies de la dama que tambaleaba.

Hasta ese momento, la diosa más alta no había predicho nada más que a ambos jugando, pero al ver a la dama con la olla en las manos tambaleándose miró en cámara lenta como el aceite se derramaba poco a poco, amenazando con impactar en el menor. Sin dudar Indira se lanzó hacia aquel lugar y exponiendo sus brazos inferiores con su izquierda superior tomó el borde de la olla antes de que le cayera al elefante.

Pero.... Un poco de aceite logró salir y mojar la cara interna de su brazo, a unos cuantos cinco centímetros de la articulación.

— ¡Ganesha! ¿¡Qué estas haciendo?! — dijo a letrada cando se estabilizó y pudo tener la olla a una distancia segura del menor —, ¡Te salpico el aceite! — ahora volteo a todos para ver si estaban bien —¿¡Se quemaron!? ¿¡Se encontran bien!?.

— Ah... si.. — respondieron todos al unísono, hasta que el segundo varón noto algo.

— ¡Indira! ¡Tu brazo! — Rudra, lo dijo apuntando a la extremidad y el de tes morada se alteró un poco.

— ¿eh? — volteó dudosa a su brazo, el cual sostenía la olla, y se dio cuenta, tenía una enorme quemadura por el contacto con el aceite — ¡AAAH! — dejó la olla en el suelo y corrió a la cocina del castillo para mojar la quemadura con agua fría.

Aquel día fue el primero en que no pudo predecir el futuro completamente, la primera vez que se sorprendió por algo, y aquello fue una demostración de su aprecio hacia su sobrino, el cual no paro de disculparse abrazado de la cintura de su tía mientras le ponían vendas en su quemadura y ella solo le sobaba la cabeza para que no se preocupara.

Ahora mismo, el mayor miraba la quemadura, la cual día a día le recordaba ese día, el único donde no pudo protegerla y aquello no lo soportaba. Indira simplemente se acercó a su hermano y lo abrazo sin que el se diera cuenta, mientras el correspondia el abrazo la menor nuevamente tuvo otra visión, y aquella era una melena larga, lisa y roja retirarse de la arena.

— L.. — empezó el mayor — lo siento... — se disculpo, ni con sus esposas era tan delicado.

— Acepto tus disculpas — dijo para luego mirar a su hermano, empezó a reír por su rostro desentendido — ¡Jajaja! ¡jajaja! — rio mientras se separaba — Es chiste Jejeje.

— Enserio — dijo.

— Jeje lo sé — dijo, quitándose una lagrima de mentira solo para molestar a su hermano — Yo también lo siento, ambos la estropeamos.

— ¿Ambos?, Fuiste tu sola — la menor no tuvo oportunidad de reclamar, puesto que rápidamente se había ido.

<<¡SIEMPRE ME HACE LO MISMO!>> pensó mientras cerraba sus puños y tomaba un Barfi de la mesa, se lo devoró todo en menos de un segundo, se limpio la boca y se dedico a ir a las gradas para presenciar el primer combate, durante el camino pudo distinguir aquella cabellera clara de hace rato, sin embargo no le dio importancia a aquello.

Apenas llegó al que sería su lugar, se sentó de manera suave para no mover sus ropas inferiores de manera innecesaria, y apoyó sus manos en los posa brazos, viéndose de manera imponente, cruzo sus piernas de manera fina y espero pacientemente. Consiente del resultado del combate, pero de acuerdo con aquello, seguramente la Valkyrie se quejaría, aquello sólo le causaba gracia.

En un punto divisó a la semidiosa mayor mirándola, con una expresión desafiante, respondió con una sonrisa a ojos cerrados, la cual llamó la atención no sólo de su hermano, también de los demás dioses, aumentando sus sospechas. Heimdall salió a ser el presentador de la famosa batalla que en el futuro daría batalla tanto a los humanos como a los dioses.

El Ragnarok, comenzaría.

Compañeros - Buddha [Pausada Temporalmente] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora