Ya han pasado casi tres meses, desde la llegada del uniformado hermano de mi amiga, a su casa. Aunque nos topamos seguido, solo cruzamos saludos formales y nada más. Pero lo que si debo decir, es que su mirada se mantiene sobre mi, cuando estamos cerca.
Mi amiga está bastante decepcionada con la situación, ya que, como lo sospeche, ella pretendía que se nos uniera en nuestras reuniones, pero la animadversión del militar en mi contra, es tan evidente, que últimamente hacemos planes lejos de su casa para evitar la incomodidad de cualquiera de los dos.
Está tarde llego a casa de Gemma para recogerla. Iremos a la playa, a una reunión con unos amigos del centro que se casaron y han llegado de su luna de miel, hace unos días atrás. Bajo de mi camioneta y llamo a la puerta, esta siempre se encuentra abierta pero yo prefiero tocar, antes de entrar. Del otro lado se escucha un adelante bastante potente y así lo hago.
Nada más cruzar el umbral, la algarabía del salón llega a mis oídos, y suponiendo que Gemma se encuentra ahí, me asomo. Más lo que veo, es un despliegue exagerado de testosterona, que me deja clavada al piso de la impresión.
Uno de los hombres, Moreno, de piel clara y con unos brillantes ojos color miel, es el primero que se percata de mí presencia y queda igual de inmóvil que yo, viéndome con la boca casi abierta. Por lo que él resto gira para ver lo que tiene distraído a su colega y quedan en el mismo estado. Algo incomoda por su actitud, barro la sala y distingo al rubio hermano mayor de Gemma, pero este me ve de una forma que me pone más nerviosa aún y le sonrío de manera algo forzada.
No es que esté con mucha ropa puesta la verdad. Tengo una falda de denim bastante corta y con algunos rotos en ella y una musculosa blanca clara, que deja ver a través de la tela vaporosa, el sujetador del traje de baño color turquesa que tengo bajó la ropa, y unas sandalia de plataforma blancas. Pero parece que es muy poco para la vista de estos pobres hombres.
- ¿Hola? – saludo tímida, a lo que todos reaccionan de inmediato y casi me atropellan, al acercarse a mi en tumulto.
- Hola hermosa, me llamo Josh – un castaño, de dentadura impecable y ojos verdes, es el primero en atrapar mi mano y besarla – y estoy a tus pies para lo que necesites…
- Yo soy Trevor – se presenta el Moreno que me vio primero, empujando, literalmente, al anterior y copiando la acción de besar mi mano, mientras yo contengo la risa por su actitud – y será para mí un placer cumplir todas tus fantasía, si así lo deseas preciosa – a estas alturas ya estoy que estallo en carcajadas pero me contengo, tapando mi boca con la mano libre. Alguien carraspea a mis espaldas y tira de mi brazo, alejándome del siguiente en la fila. Al ver de quien se trata, descubro que es Nicolás, quien ve a sus amigos extremadamente serio.
- Ella es Mía, es amiga de Gemma, le deben el mismo respeto que a mi hermana y ya se va – cuando Gemma me dijo que este hombre es celoso, no lo creí posible pero ahora que lo veo en actitud de hermano sobre protector, le doy toda la razón. Halo un poco de mi brazo, al sentir que su agarre no hace más que aumentar la presión y este al darse cuenta, me suelta.
- Sí… como mande señor – me burlo un poco de él, ganándome una mirada retadora. Alzo las manos en señal de paz y me alejo unos pasos, por si acaso – ¿tu hermana está arriba?
- Sí – aunque sólo es un monosílabo, es igual de contundente y seco que siempre.
- No – rebate mi amiga bajando las escaleras – ya estoy aquí y tranquilo grandulón, que está chica – me señala con uno de sus dedos – sabe defenderse mejor que muchos soldados…
- ¿A dónde van? – pregunta uno de los amigos del comandante gruñón, así le decimos a sus espaldas. Este no alcanzó a presentarse cuando fui rescatada de la horda de bárbaros que se me abalanzó al llegar, así que su nombre para mi aún es desconocido.
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Por siempre Mía.
RomanceSe dice que hay un lugar para cada cosa y que cada cosa, posee un lugar específico. El mío ya estaba marcado por el destino al nacer, pero mi deseo de libertad, iba mucho más allá del que me fue disignado por la sangre. Y para mí sorpresa, tampoco e...