Capítulo 10.

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¿Han sentido alguna vez ganas de escapar? ¿De estar solo por un momento y no saber de nada ni de nadie? Es lo que me paso durante mi estadía en la casa de los Ross. La privacidad era nula a la hora de ingresar en mi habitación, con un desfile de personas que iba desde que despuntaba el sol, hasta que anochecía, y aún así, seguían con el desfile.

Todos los integrantes de la familia, sumados Javier, Maximo y los amigos de Nicolás, sin contar con las chicas del servicio, pasaban a diario a saludar. No me quejo, pues los preocupe y es el precio que debía pagar pero ni en el baño estaba a salvo. En más de una ocasión, tuve que hacer mis necesidades apresurada, o salir de la ducha a las carreras para atender alguna visita, y eso me tenía de mal humor casi todo el día.

Así fue hasta el día de mi cumpleaños, mismo día en el que retorne a mi casa, donde me esperaba una fiesta sorpresa y algunas modificaciones en el sistema de seguridad, cortesía de mi primo, que solo explico es para estar más al pendiente de mi, en caso de que se me dé por desaparecer de nuevo.

-        ¿Estas bien? ¿No quieres ir a dormir un poco? Te vez algo cansada – ruedo los ojos, exasperada por las repetitivas preguntas de mi primo.

-        Max, cálmate de una vez. Ya pasó más de una semana y estoy en perfecto estado. Mijaíl ya te dijo que aparte de las pesadillas, que son parte de mi vida desde siempre, no tengo ninguna secuela y por eso me dio el alta – le recuerdo la extensa conversación, con el médico que me trata – así que relájate, por qué me vas a enfermar tu, con la preguntadera cada dos minutos.

-        Lo siento si me preocupo…

-        Pues no lo sientas y más bien, ve y diviértete por los dos – le indico viendo a los chicos bailar en el patio trasero de mi casa – ya que yo no lo puedo hacer, por mas que esté bien, por que sé que te pondrás más psicópata.

-        No me llames así. Malagradecida – se ofende pero le sonrió, provocando que ruede los ojos. Su vista queda anclada en algún lugar en específico y cuando la sigo, descubro que está viendo a Gem y es aquí, cuando decido lanzarle mi advertencia.

-        Cuidado Maximo De Luca – al escuchar la seriedad en mi voz, regresa a verme desconcertado – sé lo que estas mirando y te advierto que tu le rompes el corazón, yo te rompo los…

-        Por Dios Mía!!! – exclama, escandalizado pero no cambió mi cara – solo la estaba mirando bailar, como todos los demás. No pretendo nada con ella.

-        Más te vale, si quieres conservar tu hombría intacta para darle nietos a mi tía – vuelvo a advertirle – ella es un alma pura, que se merece lo mejor. Y aunque a ti te adoro con la vida, sé como eres con las mujeres, y ella no será una más en tu lista de conquistas…

-        Eso lo sé – su declaración me deja algo sorprendida pero no se lo demuestro – si decidiera estar con alguien como ella, haría las cosas bien. Más tampoco la voy a meter en el mundo de víboras de donde venimos – asiento por que se que tiene razón – y hablando de víboras, tu abuela ha estado tratando de contactarse conmigo, nuevamente. Supongo que algo querrá de ti, ya que después de mostrarle la renovación de tu firma, se quedó sin excusas válidas para exigir tu paradero o pruebas vitalicias de tu supervivencia, pero ha seguido insistiendo.

-        ¿Qué puede querer? ¿Que me case con alguno de los ineptos hijos de sus amigas, tal vez? – hago una mueca, pues mi relación con mis abuelos, no es la mejor y menos desde que se supo que sería yo la sucesora de su adorado hijo, pero fue peor cuando le cedí el poder a mi primo – seguirá queriendo que sea una digna representante florero de los Hansen.

Por siempre Mía. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora