Capítulo 15.

7 1 0
                                    

Como siempre al llegar a la mansión Ward, dejo mi camioneta en la entrada, llamo a la puerta y espero a que me den el pase, según es mi costumbre pero todo me imagine, menos que me abriría la puerta, la persona a quien tengo en frente, con una falsa dulzura inocente que me causa gracia.

-        Hola – saluda la rubia platinada de ojos café, después de repasarme con cara de completo disgusto, al identificarme – ¿que necesitas?

-        Hola Cassi – saludo con ironía y es que me es difícil evitar la burla cuando la veo así de empoderada como ahora – vengo a visitar a Gemma, pero gracias por el recibimiento querida – trato de pasar pero me lo impide, tomando la puerta con una mano y estrechando el acceso con su cuerpo – ¿te mueves por favor?

-        Es que tengo que preguntar primero, si Gemma te quiere ver. ¿Ya sabes? Como no haz venido en estos días, puede que tu presencia ya no le sea grata – la sonrisa más falsa adorna su rostro y juro que casi me rio en su cara. Esto es estar desesperada.

-        Es adorable que seas tan atenta con la familia Cassi pero sabes mejor que nadie, que en esta casa soy siempre bienvenida, así que hazte un favor y deja de hacer el ridículo gratis, por que de verdad me esta dando pena ajena – en fracciones de segundo, su cara se reconfigura en disgusto, ya sin disimular y la víbora que habita en ella, emerge a la superficie.

-        Sé que no sólo vienes por Gemma a esta casa, conozco a las santurronas como tu – sisea con una pose que pretende causarme temor, más solo me causa más gracia y hasta lástima se puede decir – y te lo diré de frente, porque yo no me ando con rodeos, como otras. Aléjate de Nicolás… no te lo pienso repetir… él es mi hombre. Tu y yo, no estamos en el mismo nivel… – y ahora si, me rio sin poderlo evitar por más tiempo. Se pone tan roja de ira ante mis carcajadas, que me recuerda de Porky, el cerdito de los Looney Tunes. Cuando me calmo un poco, la observo aún divertida mientras ella me da una mirada fulminante.

-        De verdad que eres divertida pero en eso del nivel, tienes toda la razón, Cassi – ironizo con su diminutivo, volviendo a enojarla – tu y yo, no estamos en la misma liga, querida. Yo no me rebajo ante gatas en celo como tú, desesperadas por pescar algo bueno y sirvo más que para solo gastar dinero, y abrir las piernas – empujo su hombro con una mano y con la otra, abro del todo la puerta para ingresar – además, a mi nunca me han puesto de portera tampoco en esta casa. Eso te debe dar un indicio, del lugar que ocupas para ellos – sé que mi actitud tan cruda con ella, es por culpa de cierto rubio que vive aquí, más también es por dejarle claro que me vale muy poco su opinión y no dejarme humillar.

-        Oye!!! Aún no te he permitido pasar!!! – vocifera cuando ya estoy en el recibidor.

-        ¿Y desde cuando las putas arrastradas de mis hermanos, son tan importantes para decidir quién entra o no, en mi casa? – replica la voz cínica de mi amiga y mis ojos viajan hasta ella, para verla bajar la escalera de brazos cruzados y con ese porte de superioridad, que es tan típico en ella. Ensanchando mi sonrisa, al verla tan empoderada, mientras se acerca a nosotras – mira Candy…

-        Cassi – la corrige la otra rubia fastidiada. Yo en su lugar ya me habría marchado pero estas tipas, no tienen dignidad o amor propio.

Por siempre Mía. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora