Capítulo 5.

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La semana siguió su curso, y para mí mala suerte este fin de semana me toca la guardia, lo que significa que tendré que permanecer en las instalaciones de la base, hasta el lunes por la tarde. Y cuando finaliza mi turno del día, sumándole más puntos a mi mala suerte, como para mas inri, mi contra turno se reporta enfermo, así que tendré que cubrir el suyo también. Doble turno en fin de semana.

Hoy sábado, como a eso de las diez de la mañana, empezaron a llegar soldados con lesiones de combate bastante serias. Entrenamiento cuerpo a cuerpo, dijo uno. Pero tal parece que los entrena un animal, por que algunos tienen Lesiones realmente graves, tan así que tardarán en recuperarse. Trabajamos con los demás doctores en un frenesí que no pará hasta avanzada la noche, cuando por fin nos dimos un respiro y pude tomarme unos minutos para mi.

Salgo al exterior, enciendo un cigarrillo y me sueno el cuello mientras expulso él humo, con los ojos cerrados para relajarme un poco. No soy una asidua fumadora, pero con un día como el que he tenido, es justo poder distender me un poco y debe ser rápido, por que tengo que volver al trabajo.

El sonido de unos pasos me hace abrir los ojos y enfocar la vista en dirección a estos, pero mi cuerpo vuelve a tensionarse con sólo identificar al intruso. Se trata del insufrible coronel Nicolás Ward, y en sus manos carga unas bolsas mientras camina hacia mí. Lo miro mientras le doy otra calada al cigarrillo y él alcanza mi posición con una mirada de verdadera curiosidad.

-        No sabía que fumabas – dice cuando suelto el humo lentamente en una estela ascendentes. Me encojo de hombros antes de contestar.

-        No es un hábito. Lo hago cuando necesito relajarme con rapidez. Muy pocas veces en realidad – le explico dando otra calada – ¿no se supone que estas de licencia? ¿Qué haces aquí?.

-        Anastasia Ward es una tirana, sin consideración por los convalecientes – se sume de hombro alzando las bolsas – se entero de que estabas de turno el fin de semana y como supo también que estarías enojada conmigo – elevo una ceja con elocuencia – por mi culpa – agrega elevando un poco la comisura de sus labios – según ella, es justo que sea yo quien te trajera esto.

-        Gracias – recibo las bolsas mirando en su interior – aunque lo hagas para que tu mamá no te deje durmiendo en la casa de Roco – se ríe ante la mención de el difunto can de la familia, mientras yo reviso el contenido de las bolsas. Esa mujer piensa en todo, hay un termo con café, unos tapers, de seguro con comida, unas frutas, chocolates, sobres de Moka instantáneos, pastillas para el dolor de cabeza, tampones por si me llega Andrés, toallas, un cojín para el cuello en caso de tener que dormir sentada y hasta veo un tarrito de gotas para la irritación de los ojos – estoy segura de que tu madre debió ser la mejor scout de su generación. No se le escapa nada.

-        Y aún faltan las mantas que están en el auto. Aunque le dije que tienen habitaciones para descansar cuando otros colegas estaban de turno, insistió en que las trajera.

-        Igual me servirán – le informo cerrando las bolsas y agradezco a Dios en silencio, por que esta mujer me quiera como a una hija. Todo lo que tengo en mis manos me servirá – Maxwell se reportó enfermo, sinusitis según me informaron, así que doblare turnos hasta el lunes, por lo que mis horas de descanso, serán en la fría sala de doctores. Tal vez secuestre una mesa y si tengo suerte, las mantas de tu mamá me mantendrán con el calor suficiente, para dormir aunque sea una hora.

Por siempre Mía. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora