34. Si quieren jugar...

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La noche fue más larga de lo que esperaba y el viaje de regreso bastante agotador. A pesar de haber esquivado los autos policiales de manera casi magistral, Kim MinSeok tuvo que detenerse varias veces antes de llegar a la mansión. El abogado, que dormía en el asiento trasero de su auto, despertaba soltando unos gritos aterradores que el rubio pensó que se rasgaría su garganta en algún momento. Así que él debía detenerse y consolarlo hasta que se calmara. Era su trabajo hacerlo.

Era casi de mañana y los rayos de sol que se debían comenzar a ver desde el horizonte fueron aplacados por una intensa lluvia. El invierno había cesado unas semanas atrás y sólo era cuestión de tiempo para que las aguas llegasen.

Miró por el espejo retrovisor para ver al abogado, ya era la milésima vez que lo hacía. ¿Quién había sido tan mala persona para dejar a su hombre en ese estado, roto? Kim JongDae estaba completamente roto y él se encargaría de recoger cada uno de sus pedazos y volverlos a juntar uno a uno. Esa se había convertido en su meta a partir de ese momento. Además, también deseaba hacer pagar a quien había utilizado a su hombre para llegar a él.

Una ligera llovizna caía casi de manera constante cuando su auto se detuvo frente a la puerta de la enorme casona. Su abrigo grueso se comenzó a mojar cuando salió del confort de su caliente auto para salir a la fría mañana, abrir la puerta trasera y tratar de despertar a JongDae con un ligero toquecito en su hombro. Su objetivo no era alterar al hombre más de lo que estaba, sino evitar una de las tantas crisis que tuvo durante el trayecto.

Una vez que estuvo calmado, lo sujetó por la cintura y se adentraron a través de la enorme puerta, atravesaron el lobby de la casa donde MinSeok ni se molestó en quitarse su goteante abrigo; después se ocuparía de KyungSoo y JongIn por haber mojado el lujoso y pulido piso de madera. Solo que no esperó que todos estuvieran allí, en la enorme sala de la mansión. Con humeantes tazas de algo caliente en sus manos, como intentando amortiguar el frío de la mañana. Todos lo miraron, incluso ese pequeño chico chino con quien no había cruzado más de dos palabras, lo observaba mientras se resguardaba en el regazo de SeHun.

Se dio la vuelta para salir de allí. No soportaba esas miradas escudriñadoras y juzgantes, pero no esperó que una mano que tan bien conocía lo detuviera, sosteniéndolo por el brazo de la mano libre, esa que no sostenía a JongDae.

—Sígueme. Necesitan un lugar cálido y cómodo para descansar. —era KyungSoo. Su amigo KyungSoo —. JongDae luce cansado, tú igual. Puedo ver cuánto necesitan esto. —No dijo nada. Solo asintió y continuó caminando a paso lento mientras seguía la espalda de KyungSoo a través de la escalera sin soltar la cintura del abogado.

Llegaron a un pasillo y luego de haber pasado varias puertas KyungSoo abrió una dándole paso a una enorme habitación. Cuando MinSeok dio un paso al interior, supo que todo allí dentro emanaba lujo, poder, dinero. Una enorme cama estaba pulcramente acomodada al otro lado de la habitación, con una pequeña mesa de noche al lado e incluso había varios sillones desperdigados por toda la habitación. Lo que más llamó la atención del hacker fue el enorme ventanal de cristal que se levantaba inerte desde el piso hasta el techo. Unas gruesas y obscuras cortinas la acompañaban; sabía que no tendría problemas con los rayos del sol al salir.

—Gracias. —fue la única palabra que pudo articular. Sabía que si hablaba las lágrimas comenzarían a brotar en ese momento y no quería darse el lujo de lucir débil, necesitaba ser fuerte por él y por JongDae.

—¿Por qué? Aún estoy molesto contigo—esas palabras hicieron cambiar el semblante del rubio de un momento a otro—, pero feliz de que tengas a JongDae de regreso.

Infiltra2 [KaiSoo] [HunHan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora