33. En la boca del lobo.

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A veces sentimos que no podemos más, que no damos a vasto con todo lo que debemos pasar en la vida, esos momentos malos. Esos momentos en que sentimos cuando un ser querido se nos va, o se nos está yendo. Ahí es cuando pensamos que hemos vivido en vano, sin darnos cuenta o ser capaces de recordar todos esos momentos lindos que vivimos junto a esa persona, los amaneceres juntos, una cena compartida, las risas por algún chiste malo. En ese momento solo deseamos hacer lo posible o imposible por aferrarnos a esa persona y no dejarla ir. Así se sentía Kim MinSeok. Solo que él sabía que podía hacer algo para salvar a esa persona que tanto amaba.

"Muelle de Incheon en dos horas".

Ese simple mensaje de texto en la bandeja de entrada de su celular le hizo reaccionar. Vio el pequeño símbolo de adjuntado y al tocarlo con la yema de su dedo tuvo que llevarse la mano a la boca para ahogar un grito de dolor, ¿o era frustración... rabia quizá? Él no supo que sentir cuando vio la foto de un dedo amputado. Esos dedos que tan bien conocía, ese era un dedo de JongDae.

Sin pensar más en las consecuencias buscó la llave de su auto y salió a toda prisa de la habitación. Bajó las escaleras lenta y silenciosamente, esperando que nadie lo viese salir y se dirigió a su auto una vez que atravesó la puerta de salida de la casona.

Condujo a toda prisa por ese camino que ya había aprendido a conocer bien hasta llegar a la autopista. El flujo de tráfico había disminuido, miró su reloj y vio que era cerca de las once de la noche, así que le sobraba el tiempo para llegar a su departamento y buscar lo que le pedían. Las luces de las calles de la entrada sur de Seúl le golpearon de frente cuando comenzó a internarse en ese gigante lleno de concreto y enormes edificios.

Cuando llegó a donde se encontraba su apartamento, decidió subir por las escaleras. El elevador se demoraba un poco y no estaba dispuesto a perder un minuto, sentía que para estar bien con él mismo su cuerpo necesitaba estar en constante movimiento, o la ansiedad se lo comería. La puerta de su departamento la tuvo a la vista una vez que subió los seis pisos casi a la carrera. Tuvo que detenerse y encorvarse, poner las manos en sus rodillas para respirar y que el oxígeno llegara a sus pulmones. Accedió a su interior y corrió de nuevo hasta su cuarto donde vio su maleta. La abrió y allí dentro estaba ese dispositivo que todo buen hacker siempre llevaba a la mano en casos como estos.

Su computadora.

En uno de los pequeños bolsillos de la maleta encontró el dispositivo que tanto querían esos imbéciles asesinos. La conectó a su computadora y comenzó a duplicar su contenido. El pánico le golpeó de pronto cuando en la pantalla leyó: una hora para terminar la copia.

Que estúpido se sintió. ¿Por qué no había hecho eso antes? ¿Acaso estaba esperando que sucediese algo así para reaccionar en el último momento?

Mientras la copia avanzaba, pensó en el poco entrenamiento militar que tenía. Al entrar a la academia vieron tanto potencial en su coeficiente intelectual que decidieron que él sería de esos pocos agentes que servirían detrás de una pantalla de computador y no en el campo de batalla. Así que su entrenamiento físico se había visto interrumpido para comenzar a entrenarlo en lo que de verdad la agencia necesitaba, un hacker...el mejor hacker.

Una vez que la copia culminó, vio que le quedaban cerca de treinta minutos solamente para llegar a su destino. El muelle de Incheon. Usualmente le tomaría una hora llegar allí, pero esta era una situación de vida o muerte, por lo que pisó el acelerador de su auto a todo lo que daba, esquivando como todo un experto, cosa que no era, a todos los autos que se le ponían delante.

Una vez que llegó a su destino, miró su reloj por centésima vez para darse cuenta que había llegado diez minutos atrasado. Chasqueó la lengua en molestia. Malditas las pocas habilidades de conducción que tenía.

Infiltra2 [KaiSoo] [HunHan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora