El frío del pasillo por donde caminaba calaba hasta sus huesos. La ropa ligera que vestía en temporada invernal no era suficiente para resguardarlo del helado viento que corría por allí, pero ¿qué podía hacer? Kim JongIn era un simple prisionero como todos los otros que caminaban a su lado en dirección al patio. Ese lugar donde cada encarcelado del lugar estiraba un poco las piernas al salir de su celda.
Con un cigarro en su mano derecha y el objetivo de aminorar el frío que entraba en sus pulmones, el moreno hizo su aparición en aquel trozo de tierra carente de vida o de color que se encontraba en el centro de la prisión. Su seguridad al caminar por el lugar era desbordante, solo necesitaban verlo y todos sabían que el hombre era el rey del lugar. Era de conocimiento popular entre los demás reclusos que el moreno era el protegido del director de la prisión, un hombre tan carente de escrúpulos que no dudaba en apretar el arma en la cabeza de esos animales, palabra que utilizaba para referirse a estos hombres que se movían a través del patio. Unos jugaban algún deporte, mientras que otros simplemente ejercitaban sus músculos.
Nadie sabe explicar el hecho de que, a tan solo seis meses de haber entrado en esa institución, Kim JongIn se convirtió en la mano derecha del hombre que regía en el lugar. Aquel quien hacía valer las leyes ahí dentro y que a la vez las incumplía. El director Shin DongHee lideraba el tráfico de sustancias ilegales dentro de la prisión y JongIn se había convertido en nada más y nada menos que su recolector; ese perro guardián que recolectaba las ganancias al final de la semana.
Se sentó en las gradas que estaban en una esquina del patio. Desde allí podía tener una buena vista de todos los que lo rodeaban. Los malditos chinos jugando básquet, mientras que los japoneses ejercitaban sus bien visibles músculos acompañados de interminables tatuajes coloridos. ¡Malditos Yakuza!
Un hombre de porte sumiso y mirada al suelo se acercó a él. JongIn supo automáticamente de quien se trataba; era nada más y nada menos que ese chino que le había hecho los únicos tres tatuajes que portaba en su morena piel.
—¿Qué quieres? —le preguntó sin evitar mostrar un deje de asco en sus palabras.
—Solo quería disculparme por lo del otro día. —el chico no levantaba la cabeza y el moreno sabía que le estaba escondiendo algo. ZiTao era joven, Si, pero para nada sumiso y en sus casi diez años en aquella prisión había aprendido a valerse por sí mismo. Su arte del tatuaje le permitió sobrevivir en un lugar lleno de depredadores.
JongIn llevo su mano al rostro del contrario para que lo mirara y lo encarara, pero se sorprendió al ver varios moretones en su rostro acompañados de un labio partido y sangre ya seca en las cicatrices.—¿Quién fue? ¿Quién te hizo esto Tao? —evidentemente había molestia en esas palabras. ZiTao no era su amigo ni siquiera le tenía mucho aprecio, solamente lo utilizaba para satisfacerse con él cuando tenía ganas o cuando algún recuerdo de KyungSoo venía a su mente y quería dejarlo plasmado en su piel, pero ese chico era un simple conejito rodeado de tantos lobos y aves carroñeras. Solo Dios y DongHee saben lo que hizo el chico para desperdiciar su vida en esa prisión de alta seguridad, donde sólo los criminales más peligrosos eran llevados.
—Solo dime que me perdonas y me podré ir. —miedo. Solo miedo se podía identificar en sus palabras.
—¿Quién, Tao? —JongIn se acercó a su oído para hablar bajo y evitar la atención de los presentes—. Te prometo que te protegeré. Nadie en ese lugar te volverá a poner una mano encima.
—¿Nadie?
—Nadie Tao. Solo debes decirme quien fue y me encargaré de que todos entiendan mi mensaje.
—¿Y prometes que me perdonas?—Prometo que te perdono. —dijo el moreno separándose un poco del chico para acariciar su mejilla amoratada. Sin pensarlo un segundo más llevo su mano a su vientre. Sintió un calor abrasador y cuando tocó sintió como la mano de ZiTao se volvió a posicionar cerca de aquel lugar donde ya lo había apuñalado provocando un segundo agujero a su abdomen. Miró hacia arriba y vio las lágrimas y la desesperación en el rostro del contrario mientras todo su cuerpo comenzaba a temblar.
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Infiltra2 [KaiSoo] [HunHan]
FanficDo KyungSoo se culpa de fallarle al hombre que amaba. No lo protegió cuando debía hacerlo, sabiendo que era inocente de todos los cargos que se le acusaban y ahora Kim JongIn es prisionero en una de las cárceles de mayor seguridad en Corea del Sur. ...