Epilogo (IV). Idiota.

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Amaba esa sensación. 

Los brazos de la pelinegra a mi alrededor, mis dedos ligeramente enredados entre su desordenado cabello y su mejilla cerca de mi pecho desnudo. 

Pero odiaba cuando lo que me despertaba era el puto timbre que nunca estuve de acuerdo a instalar. 

Gruñí entre dientes, dispuesta a ignorarlo y solo seguir acurrucada junto a mi esposa. 

El timbre volvió a sonar. 

—Ugh... Mierda...

Otra vez volvió a sonar. 

—Cállate, carajo...

El timbre sonó y el gato maulló. 

—¡Que te calles, joder!

Y en cuanto moví un poco mi cuerpo en la cama, este resbaló de entre las colchas y terminé estrellándome en el suelo alfombrado. 

Aguanté una maldición, en tanto comenzaba a desperezarme como podía y salir de mi ensueño al levantarme apoyando mis manos en el piso. El timbre seguía sonando cada ciertos segundos, comenzando a fastidiarme en serio. 

Gruñendo entre dientes me coloqué erguida, rascando mi nuca en tanto despertaba por completo. 

El reloj me indicaba que seguía siendo temprano, al mismo tiempo en que le daba una breve mirada a mi esposa todavía dormida entre las colchas durmiendo plácidamente. 

Sonreí, hasta que escuché el timbre por milésima vez aquella mañana. 

—¡Ugh!—gruñí con fuerza, a la par en que rodaba los ojos y echaba mi cabeza atrás.—Quién quiera que sea, juro que voy a golpearle la cara. 

Molesta, me encaminé descalza fuera del cuarto en tanto me acomodaba la sudadera en el camino. Subí la cremallera cubriendo mi torso desnudo, ya casi llegando a la puerta cuando la pequeña bola de grasa a la que Lena llama gato se me cruzó en el camino y bufó con enojo. 

—Quítate tú.—no dudé en darle un pequeño empujón para que se moviera de mi camino, resultando en un bufido más fuerte y que casi me arañara el pie.—Maldito infeliz, creí que éramos amigos. 

Y luego de que me diera un último maullido lleno de ira, decidí concentrarme en quién sea que se dedicaba a arruinarme el día al otro lado de la puerta. 

En cuanto la abrí, no tardé en encontrarme con esos ojos azules. 

Enarqué una ceja:—¿Allen? 

—Hola, Kara.—habló, casi en un suspiro desganado.—Supondré que por el tiempo en que te tomó abrir la puta puerta debiste estar ocupada. 

Apreté ligeramente mi ceño. 

No me había olvidado de lo ocurrido en el bar, claro que no. 

Con la misma expresión, me apoyé del umbral de la puerta y crucé mi pie sobre el otro, manteniendo mi mirada seria en la suya sarcástica. 

—¿Qué haces aquí?—dije.—No tengo intensiones de pelear porque es muy temprano y tengo el estómago vacío, pero podría hacer una excepción por ti si quieres. 

—Eres un jodido encanto.—sonrió con sarcasmo.—¿Crees que pueda hablar con Lena?

—Sigue dormida.—me encogí de hombros.—Además, no creo que quiera verte. 

Aunque quise burlarme de lo obvio en su cara, la expresión en esta me hizo dar marcha atrás. El sarcasmo se había esfumado de su rostro, en su lugar miró hacia sus pies y suspiró ligeramente. 

Idiota || Supercorp G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora