Capítulo 2

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TERRY

En la oscuridad del cuarto sentado en su cama se encontraba Terry, algo mareado después de cuatro copas de whisky que había hecho correr por su garganta.

Tengo demasiados sentimientos encontrados, pensaba con furia. Por un lado la pobre mujer se encuentra en coma, por el otro sabía que no era una mujer de fiar.

Terry estaba anonadado después de la confesión que le había hecho Amelia, la enfermera, esa misma tarde...

"—Amelia por favor ayúdeme a buscar mi abrigo, el horario de visitas ya va a terminar y necesito ir antes de que se vaya la madre de Susana suplicó Terry a su enfermera.

Señor Graham, ¿por qué es tan bueno con la señorita Marlow? preguntó la enfermera.

¿Qué dices? Pues no lo sé... es mi prometida Amelia, además siento sonar grosero pero eso no te incumbe respondió el inglés algo desesperado. 

—Señor, yo.... necesito decirle algo antes de que vaya a ver a la señorita, y es que he notado que estas tres últimas semanas que ha ido al hospital regresa muy triste y perdido farfulló titubeante la chica.

—Sí... realmente ha sido muy estresante, ver a la pobre de Susana en esa cama sin despertar, escuchar llorando a su madre y luego los reporteros que se enteraron donde estaba internada—Terry guardó silencio un momento esperando la respuesta de la enfermera—. Pero bueno, ¿qué es lo que me tiene que decir, Amelia?

Señor Graham, desde el primer día que me contrató la señorita Marlow ha sido muy grosera conmigo, me insulta y grita, todos los sábados que usted se va a desayunar me obliga a ir a su habitación a encontrar cartas inexistentes, fotografías o lo que sea referente de una tal Candy; desesperada, cuando llega la correspondencia ella abre todas las cartas, además vi en la basura su armónica. 

Terry estaba lívido de todas las confesiones que escuchó de la enfermera, no solo había roto su armónica, le había mentido y hurgaba en sus cosas, la chica estaba más loca de lo que pensaba.

El inglés agradeció a la enfermera y le pidió su renuncia, a pesar de que le había dicho la verdad Terry ya no confiaba en Amelia y ese día no fue a visitar a Susana.

Sin embargo a pesar de saber lo que había hecho la rubia, aún se sentía culpable de que la chica estuviera en coma.

—Fue mi culpa, le dije cosas muy hirientes —murmuró Terry.

El joven recordó que un día antes de caer en coma habían tenido una fuerte discusión porque Susana había visto una carta con el sello del escudo de armas de la casa real inglesa. 

 —"Para Terrence G. Grandchester" leyó Susana, atónita—. ¡Terrence! ¿Eres un noble? preguntó impactada.

—¡¿Cómo te atreves a tomar mi correspondencia Susana, que son mis cosas, son privadas?! ¡No tienes ningún derecho, niña malcriada! —Terry temblaba de la rabia.

Le arrebató la carta que minutos antes había entrado por la puerta principal, empujó la silla de ruedas por lo que Susana casi cae al piso.

—Ahora entiendo todo, me has mentido. ¡Tu padre jamás ha estado de viaje! gritó Susana. Ni siquiera vive en América la rubia empezó a sollozar—. ¿Acaso te da vergüenza presentarme a tu padre? ¿Porque soy paralítica? ¡Soy tu prometida! gritó al borde de la histeria.

Terry se había quedado mudo, solo observaba las reacciones que tenía Susana.

¡Contesta, Terrence! ¡Te salvé la vida! ¡Merezco todo! ¿O creías que era mejor presentar a la vulgar de Candy? 

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