Capitulo 6

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Candy

Para la joven rubia la cena transcurrió de manera muy peculiar, nunca había visto a su primo tan cariñoso y efusivo con su mejor amiga. Constantemente le besaba la frente, las manos y decía a todos en la mesa que estaba sumamente enamorado de ella, la forma en que lo expresaba se sentía un poco forzada.

—Bueno nosotros ya nos retiramos, tengo que llevar a Annie a su casa —declaró Archie al terminar la velada—. Gracias por la invitación, tío William.

—Fue un placer sobrino. 

 Archie sonrió y se acercó en donde se encontraban Candy y Terry, estrechó la mano del castaño y le dijo—: Un gusto que nos acompañaste a cenar Terrence, me alegro que mi prima esté contigo.

—Gracias Archibald, el gusto es mío —respondió el joven inglés.

Candy no comprendía el súbito cambio de humor que se había producido en Archie, el chico se despidió de ella con un beso en la mejilla.

—Prima querida, nos vemos pronto —acercó sus labios a su oído y susurró—. Te quiero, Candy. 

Annie se aproximó tímidamente a Terry ya que el actor la ponía un poco nerviosa.

—Hasta luego, Terry —se despidió sin mirarlo a los ojos. 

—Buenas noches, Annie —Terry besó la mano de la joven y le sonrió—. Me dio mucho gusto poder convivir con ambos.

Después de despedirse de la pareja Cornwell Terry quería un momento a solas con su novia.

—Albert, señora Elroy, ¿podría pasear con Candy por el jardín? —preguntó cortésmente.

—Claro que sí amigo, ten bonita noche —aprobó el rubio a modo de despedida.

—Por supuesto Lord Grandchester, fue un gusto recibirlo esta noche —agregó la tía abuela Elroy.

Terry tomó de la mano a su novia y caminaron silenciosamente por el jardín hasta que encontraron un banco en donde ambos tomaron asiento.

Terrence volteo a verla y la besó. 

Beso que se fue intensificando, provocando que pequeños y ahogados gemidos escaparan de los labios de Candy mientras que sin darse cuenta, las manos del castaño bajaban por su cintura, lentamente acariciando sus caderas, haciéndola perder poco a poco el control, pero en el momento en que él se disponía a dejar sus labios para comenzar a besar su rostro con camino hacia su cuello ella tuvo una chispa de lucidez.

—Detente por favor, Terry.

—Mi amor discúlpame, es solo que tenía tantas ganas de besarte, de tenerte cerca de mí.

Ambos chicos recuperaron el aliento, la hermosa rubia sonrió y respondió.

—Lo sé amor, yo también te necesito... es solo que no sería correcto.

—Amor, ¿ por qué dices que no es correcto? 

—Bueno —se quedó pensando Candy—, en realidad no lo sé exactamente... es algo que las monjas nos decían a diario en el Colegio San Pablo.

Terry sonrió y depositó un beso sobre la frente de su amada.

—Mi amor nunca creas que lo que hacemos es malo, yo te amo como loco Candy.

—Terry —Candy besaba tiernamente a Terry en los labios—, te amo.

Terry suspiró y decidió tranquilizar sus hormonas por ahora, lo que menos deseaba era asustar a su novia o hacerla sentir incómoda.

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