Capitulo 9

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Albert

A la mañana siguiente los tres jóvenes se encontraban a la mesa para desayunar. Terrence y Candy estaban desvelados pero el rubio no lo advirtió.

—Me alegra ver que ya estas mejor, pequeña —dijo Albert mirando a Candy.

—Sí Albert ya me encuentro mejor, aunque la noticia me impresionó mucho.

—Supe por George que anoche hablaron los dos... ¿cómo te sientes al respecto?

—Albert quiero ir a Lakewood, ahí esta la habitación donde mi madre tiene todas sus cosas.

—Sí... —Albert colocó los codos en la mesa y entrelazó sus manos para apoyar su barbilla—. Cuando mi hermana falleció su alcoba permaneció igual, nadie se atrevió a tocar nada. Supongo que es una buena idea, pequeña —sonrió—. ¿Sabes, Candy? Me encuentro sumamente feliz de que por fin, puedo verdaderamente llamarte sobrina —Albert se puso de pie y se acercó a Candy, ella también se levantó de su silla y ambos se abrazaron. Terrence observó malhumorado la escena.

—Creo que lo mejor será que cancele la reservación en el restaurante y la cena se realice aquí en la mansión, ¿qué dices Albert?

—Es una excelente idea querido amigo, es importante que ahora sí se sepa toda la verdad con respecto a Candy.

—Mi amor, ¿quién vendrá a nuestra cena? —preguntó Candy.

—Mi madre, el director de la academia Stanford y mi asistente Mona.

—¿Tu asistente? —repitió Candy arrugando la nariz—. ¿Por qué tiene que venir tu asistente a la cena de compromiso?

—¿Estás celosa, pecosa? —Terry rio encantado—. ¿No recuerdas la última vez que fuiste al teatro? Cuando fuiste a verme actuar en Chicago nadie te conocía mi amor, y muchas personas fueron groseras contigo. No permitiré que eso vuelva a suceder.

—Terry tiene razón Candy, es importante que poco a poco se den a conocer en la sociedad, ambos son figuras muy conocidas.

—De acuerdo, mi amor —aprobó Candy besando en la mejilla a su prometido—. Albert, Terry y yo partiremos a Lakewood, regresaremos antes de la cena ¿está bien?

—¿Ustedes dos solos? —preguntó Albert con sorpresa.

—¡Oh vamos, Albert! Candice es mi prometida y yo soy un caballero inglés —exclamó Terry guiñándole discretamente un ojo a la muchacha.

—¡¿Cómo que van a ir a Lakewood solos Lord Grandchester y Candice?! —la voz de la tía abuela Elroy tronó súbitamente, paralizando los corazones de los tres jóvenes.

—¡Tía abuela! —contestaron al unísono los rubios.

—¿Qué está pasando aquí, Albert? —quiso saber la anciana con indignación.

—Tía —Albert se puso de pie con cansancio—. Es una larga historia, que pensaba contarles hoy a todos en la cena de compromiso de Candy.

—¡¿Compromiso?! —repitió congestionada—. ¿Con Lord Grandchester? ¿Por qué no fui informada?

—Señora Elroy, mis más sinceras disculpas... fue culpa mía el que usted no lo supiera —dijo Terry con una reverencia—. Es solo que pedí la bendición al tío de Candy —agregó mirando a Albert.

—Pero qué está diciendo, Lord. ¿Tío?

—Tía, tome asiento tenemos mucho que platicar —se apresuró a decir Albert, tomándola del brazo—. Chicos, ustedes ya váyanse y que los acompañe George.

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