18. Comienzos...

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Volver a besar sus labios después de tanto tiempo era como volar al cielo. Anhelaba su voz, su tacto, sus caricias, sus besos. Me había costado tanto aprender a vivir sin ellos... Que llegué a creer haberme acostumbrado a extrañarla.

Tan solo un roce había conseguido embriagarme por completo, elevando mi alma a una perfecta armonía entre alivio y emoción, que me despertaba una ilusión desbordante.

Volví a unir nuestros labios, esta vez el beso se tornó más profundo, no tan inocente. Buscábamos más, saciar las ganas que teníamos la una de la otra y llenar el vacío que estos meses nos habían dejado.

Ana rozó con su lengua mi labio inferior pidiendo permiso con urgencia para adentrar su lengua entre mis labios. Cedí sin dudarlo, nuestras lenguas se encontraron en una caricia que prendió fuego a mi cuerpo, volviéndome loca y aumentando mis ansias.

En escasos segundos, el beso se volvió apasionado. Nuestras lenguas jugaban la mayor de las batallas libradas hasta la fecha.

Volvimos a separarnos, esta vez buscando aire con desespero. Mi latir desbocado sumado al jadeo involuntario debido a la escases de aire en mis pulmones. Me estaba volviendo completamente loca... Podía sentir como mis sentidos comenzaban a anularse uno a uno con solo su roce, con solo ella

-Ana...- jadeé al sentir como sus manos se aventuraban hasta rozar mi cintura descubierta. El tacto de sus dedos sobre mi piel desnuda me quemaba, encendiendo un ferviente fuego entre mis piernas.

-Necesito más- rogó en un hilo de voz, volviendo a devorar mis labios

-Esto no es ir despacio- Sacando toda la fuerza de voluntad que fui capaz en aquel momento, me separé de sus labios, así como de su cuerpo, tratando de poner un poco de cordura a la situación, pues ambas nos estábamos perdiendo en el ansia y el incipiente placer.

-Joder- bufó agitándose la melena, tratando que el aire circulase por su cuerpo agitado y ardiente –Es que necesito sentirte...- trató de explicarme buscando hacerme entender con la mirada.

-Lo sé... yo también. Pero no quiero correr... esta vez no... no contigo- intenté hablar con la razón, esa que luchaba con abandonar mi cuerpo.

-¿Entonces?- preguntó dubitativa con algo de miedo en sus palabras.

-Nos dejamos llevar- afirmé

-Nos estábamos dejando llevar, Mimi- rio la morena

-Bueno...- Tenía toda la razón del mundo, pero lo sentía precipitado. Bueno, mi yo racional lo sentía precipitado, yo ya estaba tan caliente que la cordura no era mi fuerte.

-Sí, despacio... ya lo sé- comentó con una sonrisa –Pues entonces comemos-

Pasamos la tarde riendo, hablando de nuestras vidas y de cuánto nos habíamos extrañado. Lo cierto es que había una tensión sexual en el ambiente que hacía un tanto incómodo el contacto de nuestros cuerpos. Por eso nos habíamos colocado a una distancia prudente, quedando cada una casi que en una punta del sofá.

A eso de las cuatro de la tarde, con todo mi pesar, tuve que marcharme del apartamento de la canaria, pues tenía que ensayar en la academia de baile en la que trabajaba.

Nunca me había pesado tanto abandonar un lugar como me pesó marcharme de su piso.

Decidimos vernos de nuevo para cenar en un restaurante que Ana conocía por la zona. Acordamos en hacerlo el viernes, pues ambas teníamos la semana complicada entre el trabajo y las obligaciones.

Nos mantuvimos en contacto por mensajes y por llamadas toda la semana. Todas las noches Ana me llamaba para hablar y contarnos cómo habíamos pasado el día.

El perfume ~una estúpida historia de amor~ {Warmi}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora