2. Curiosidad

1K 64 17
                                    

Decir que me fue inevitable volver a pasar por la calle Fuencarral, aun teniendo en cuenta que era el camino más largo hasta mi casa, es quedarse corto. Evidentemente, en mi camino de vuelta a casa tras mi dura jornada de trabajo, volví a elegir aquél camino, aquél camino que ya le pertenecía, era suyo. A pesar de que había hecho ese recorrido para verla más veces de las que me gustaría admitir, aquél día lo sentí distinto, no era como siempre. Ese día no se repetiría la estúpida rutina de siempre, hoy sabría su nombre, conocería su voz, su risa y su perfume aún mejor.

Cómo era de esperar, al llegar a su común espacio, justo frente a la tienda Tezenis, la vi. Estaba allí, sonriéndole a la nada mientras cantaba su maravillosa versión de burbujas de amor. Al avistarme entre la multitud, Ana sonrió como si supiese en lo más profundo de su corazón que estaría justo ahí en aquel preciso instante.

Yo, como la idiota que soy, le sonreí de vuelta haciendo un pequeño gesto con la mano en forma de saludo. Quedé estática observándola, como ya era de costumbre, pero en el momento en el que acabó la canción, todo cambió.

No se repitió la misma historia de siempre, no me acerqué hasta su sombrero para dejar caer el dinero que merecía, es más, fue ella quien, esta vez, se acercó hasta mí.

Un efusivo abrazo, eso fue lo que sustituyó nuestra común rutina. Al llegar junto a mí, Ana me atrapó entre sus brazos consiguiendo sacar a relucir la mejor de mis sonrisas.

-Sabía que ibas a venir- sonrió separándose del abrazo tras unos segundos.

-Era bastante evidente- reí -pero se me hace raro- comenté cohibida

-¿El qué?- preguntó Ana curiosa

-Conocerte, que hayas dejado de ser esa chica misteriosa en cuyo sombrero me dejaba el sueldo para ser Ana, ese pedazo de artista canaria- sonreí ante la tímida sonrisa que comenzaba a formarse en su rostro

Me dediqué un segundo a observarla, ahora que lo pensaba, Ana se veía distinta. No llevaba sus comunes converse o sus pantalones vaqueros rotos por las rodillas, llevaba unos leggins de cuero negros ceñidos, unos botines de tacón grises que combinaban con el jersey gris de cuello vuelto que llevaba, es más, fijándome más detenidamente pude ver que incluso llevaba maquillaje en el rostro, un maquillaje bastante sutil y elegante, pero maquillaje al fin y al cabo.

No es que Ana no cuidase su aspecto las otras veces que la había visto, a ella todo le quedaba de maravilla, pero solía llevar un look más despreocupado, cara lavada y un atuendo casual, esta vez era un atuendo cuidado, elegante pero sencillo a su vez

-¡Mimi!- llamó mi atención a la vez que daba una palmada frente a mi rostro –Tía que te has quedado empinadísima, parecía que le hablaba a la pared- rio

-Perdón, es que me he distraído- mentí tratando de restarle importancia -¿Qué decías?-

-Pues que si te apetecía cenar algo en un japonés muy bueno que conozco, sé que tomamos algo anoche pero no sé, me apetece seguir conociéndote- la timidez se había apoderado de su cuerpo de repente y sí, lo admito, me pareció lo más lindo del mundo.

-Me encantaría- reconocí –Pero mira que pintas llevo... estoy toda sudada y en chándal... Acabo de salir de currar, no es el mejor look para ir a cenar- reí -¿Y si lo dejamos para otro día?- no era lo que quería, pero tampoco me emocionaba la idea de ir totalmente sport a un restaurante

Sé que Ana trató de controlar la decepción que comenzaba a formarse en su rostro, pero fue en balde, pude notarlo con claridad y no pude sentirme peor.

-O también puedo acercarme a mi casa un momento, cambiarme rápido y podemos ir- Sonreí tratando de disimular la ternura que invadía mi cuerpo al ver su carita de desilusión

El perfume ~una estúpida historia de amor~ {Warmi}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora