P a r t 0 4

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Así que, como de costumbre, permaneció con el rostro como si fuera un lienzo en blanco para que no se dieran cuenta de inmediato que en su interior su corazón latía dolorosamente cuando la adrenalina bailaba por sus venas. Trabajó hasta lograr un trago pequeño en un intento desesperado por calmar su seca garganta.

—Es sólo una versión amplificada de la morfina — Jacyn le aseguró y golpeó un lado de la jeringa un par de veces.

—No lo quiero. —YoonGi tragó otra vez y dio un ligero movimiento de cabeza—. Lo que quiero decir es que no lo necesito. No me duele tanto.

—Lo siento, esto no es una opción. No puedo tenerte sacudiéndote cuando esté tratando de suturar tus heridas.—Jacyn se volvió hacia él y mantuvo la aguja en lo que YoonGi vio como un gesto muy amenazante

Por lo que la negociación comenzó.

—No voy a sacudirme ni nada —respondió YoonGi, su mirada sin dejar la aguja.

—Sé que no y eso será porque vas a estar drogado.

—Estoy bastante seguro de que soy alérgico a la morfina.

¿Cómo fue que la maldita aguja parecía diez veces más peligrosa que la espada del cambiaformas Serpiente? Durante toda la batalla, cuando la hoja había estado oscilando en su camino, YoonGi ninguna vez sintió la misma cantidad de miedo que experimentaba en estos momentos.

Jacyn dio un suspiro de exasperación.

—No seas un bebé.

—No estoy siendo un bebé. Sólo te estoy señalando mi historial médico. De hecho, creo que has sido bastante flojo por no pedirme toda la información antes de comenzar mi tratamiento.

¡Ja! Démosle al estúpido Jaguar algo que masticar por un tiempo.

—YoonGi, has estado en esta clínica tantas veces en los últimos meses, que tenemos una cama de forma permanente reservada para ti. Incluso si no tengo toda la información almacenada en nuestro ordenador, podría recitar tu historia clínica completa sin siquiera intentarlo. Así que lo sé todo sobre tu miedo a las agujas. Al igual que sé que los cambiaformas no pueden ser alérgicos a nada, así que deja a las drogas tranquilas.

YoonGi dio un silbido bajo. —No tengo miedo de un pinchazo de mierda.

—Por supuesto, ¿nunca me has hecho pensar eso? — Jacyn arrastró las palabras con sarcasmo.

Fue entonces cuando YoonGi se dio cuenta de que se había arrastrado al otro lado de la cama. Más lejos y que ahora estaba justo encima del borde.

La vergüenza se estrelló contra él con tanta fuerza que el aire dejó sus pulmones. HanSung hubiera estado tan decepcionado. El nerviosismo aclaró su garganta mientras se deslizaba sobre su culo de nuevo al centro de la cama.

—¿Puedo ver la botella de la droga? —preguntó, odiándose a sí mismo por mostrar siquiera un atisbo de debilidad.

Los ojos de Jacyn se suavizaron con la comprensión y le pasó el frasquito.

YoonGi estudió la etiqueta detenidamente, teniendo en cuenta el sello en que, efectivamente, decía que era morfina. También tenía la marca de impresión en la que se demostraba que provenía de una de las pocas compañías farmacéuticas del país.

A continuación, YoonGi rodó el vial en su mano, mirándolo de cerca para detectar cualquier signo de deterioro.

—¿Era una de las maneras con las que te castigaban?—preguntó Jacyn en tono conciliador.

Eso decía mucho y ninguno de ellos necesitaba cualquier aclaración sobre quién era él. HanSung... señor... tutor, YoonGi había llamado al hombre por todos esos nombres. Desde el momento en que su madre biológica lo había vendido al hijo de puta hasta el día en el que HanSung murió, YoonGi había vivido bajo la férula del hombre. No sólo HanSung había controlado a YoonGi, sino que también tenía a Jang  y Owen bajo sus órdenes.

𝑲𝒊𝒍𝒍 𝒎𝒆, 𝒇𝒊𝒏𝒅 𝒎𝒆, 𝒍𝒐𝒗𝒆 𝒎𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora