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YoonGi se movió entre las sombras más profundas en el centro de la cocina. 

—¿Estabas esperando a alguien más?

—No esperaba a nadie.

—Hmmmm... Supongo que eso explica por qué tenías tanto miedo cuando me presenté —observó YoonGi de esa manera extraña y analítica que tenía. Era casi como si estuviera rebuscando en las emociones de JiMin de la misma forma que un médico sostiene una radiografía a la luz para examinarla. Finalmente JiMin pudo entender cómo la gente normal reaccionaba cuando había alguien que te importaba en la puerta de entrada.

—¿Cómo entraste aquí? —exigió JiMin mientras miraba alrededor de la habitación, como si pudiera encontrar la respuesta por ahí en alguna parte.

—Rompí el seguro. —YoonGi le dedicó una sonrisa para mostrar lo orgulloso de sí mismo que estaba por ese logro.

—¿Irrumpiste aquí? —exigió JiMin.

Sabía que debía sentirse ofendido o violado.

Seguro que no debía sentirse excitado, pero no podía tratar de decirle eso a su polla, que ya había empezado a crecer en el momento en que vio a YoonGi.

Maldita sea, hablando acerca de tener la tentación lanzada justo en la cara. JiMin trató de recordar por qué dormir con YoonGi sería una mala, muy mala idea. 

Al mismo tiempo, sin embargo, todo lo que podía pensar era en lo bien que YoonGi se veía, todavía vestido con su traje oscuro y una capa. La forma seductora de su fragancia oscura de Leopardo llamaba a JiMin como una droga.

—Por supuesto que interrumpí aquí. No es que alguna vez me dieras una llave o algo así. —YoonGi se encogió de hombros como si eso lo explicara todo.

—¿Conviertes eso en un hábito para entrar en los apartamentos de la gente? —exigió JiMin mientras se humedecía los labios. Su mirada fija en la boca de YoonGi al recordar lo calientes y exigentes que sus besos habían sido.

—Sólo si estoy pensando en matarlos —dijo YoonGi cuando dio unos pasos más cerca.

Esas palabras debían aterrorizar a JiMin, pero sin embargo enviaron un tiro de deseo hacia su polla. En el fondo, sabía que YoonGi nunca le haría daño pero también que el hombre era muy peligroso. 

El conocimiento de que JiMin podía domesticar al Leopardo cuando nadie más podía, le dio una emoción embriagadora.

YoonGi se movió para cerrar el espacio que quedaba entre ellos. Levantando una mano, ahuecó la cara de JiMin en ella. El movimiento fue tan suave, tan cuidadoso, tan poco como YoonGi, que hinchó la garganta de JiMin por la emoción.

—Estás triste. ¿Por qué? —preguntó YoonGi.

Entonces JiMin lo vio... el breve destello de emoción que sólo había entrevisto un par de veces antes en los ojos de YoonGi. De alguna manera JiMin sabía que era el único que alguna vez llegó a verlo. Lo hacía sentir tan cerca de YoonGi. Como si estuvieran unidos de alguna manera y al diablo con el resto de las palabras, porque nada más importaba.

JiMin dejó escapar un suspiro suave y tembloroso. Si sólo fuera cierto. YoonGi probablemente sólo lo veía como una manera de descargarse. 

Para JiMin el pensar que alguien pudiera tener sentimientos profundos por la zorra de la coalición era una fantasía ridícula. Sin duda, la única razón por la que YoonGi actuó de forma posesiva antes fue porque simplemente no le gustaba compartir. Una vez que estuviera harto, echaría a JiMin a la acera, al igual que todos los demás.

—No sé si es una buena idea que estés aquí —se obligó JiMin a decir.

—¿Por qué? —YoonGi inclinó la cabeza hacia un lado.

𝑲𝒊𝒍𝒍 𝒎𝒆, 𝒇𝒊𝒏𝒅 𝒎𝒆, 𝒍𝒐𝒗𝒆 𝒎𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora