3.4- El miedo de ella

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Capítulo 3: Un reencuentro predestinado.

Parte 4: El miedo de ella.

Perspectiva, la vida es eso, mientras que tú consideras algo bueno, una persona en alguna parte del mundo puede no percibirlo de la misma manera. Es por esa razón que un reencuentro como este debe ser visto por ambos lados para tener la mayor experiencia posible. Sin más, esta es la versión de Laura.

El final de las clases se acercaba y yo seguía sin creer que el horóscopo de esta mañana se había cumplido. Estuve intentando distraerme, la clase fue un repaso general, así que no tenía por qué preocuparme, mi única preocupación estaba sentado alado mío.

Tanto tiempo sin verlo y decide aparecerse así tan de la nada, si no recuerdo mal, la última vez que lo vi fue a través de su ventana, él lloraba por todo lo que ocurrió, yo quise ayudarlo, de verdad lo intenté, pero solo conseguí alejarlo con mis constantes intentos. Dejé de intentarlo cuando me mudé a Sainbrech con mi familia, desde entonces no he tenido ningún tipo de comunicación con él. Desearía haber podido ayudarlo tanto como él me ayudó a mí.

El timbre de la campana marcó el final del día.

— Muy bien, con eso concluimos por hoy. Pueden irse todos a excepción de lo que se tienen que quedar a limpiar.

El ambiente se tornó bastante deprimente con ese comentario, siento un poco de pena por aquellos que se tienen que quedar. Por momentos como este, me alegro de haber dedicado mi entrenamiento a resistencia física, aunque sí es bastante incómodo tener las miradas llenas de odio de la gente castigada.

Me estiré un poco antes de comenzar a guardar mis cosas, el cansancio se hacía presente con tanto en la mente, al menos mantengo mi postura de que valió la pena haberme desvelado. Miré a Drako por unos segundos y me mentalicé para lo que iba a hacer, esta vez no sería mi subconsciente actuando por sí sola, esta vez sería mi decisión hablarle.

Pararme del asiento fue lo fácil, lo difícil apareció cuando Drako se inclinó a recoger su mochila, extendí mi brazo para tocar su hombro hasta que me di cuenta de que todos estaban postrando sus miradas en mí, sentí tanta vergüenza que me acobardé y recordé que han pasado varios años, yo tengo un recuerdo de él, pero ¿Qué se supone que deba hacer si no es el mismo?

Ni siquiera tuve tiempo de pensar en la respuesta, Drako volteó sin previo aviso y por instinto retrocedí hasta chocar con mi escritorio, dos segundos compartiendo la mirada fijamente fueron los necesarios para que tomará mis cosas y abandonará el lugar lo antes posible.

Cobarde, cobarde, cobarde, eres una cobarde Laura Jelovic, no sé si intentó algo para detenerme o no, pero una vez que la vergüenza se apodera de mí no puedo hacer nada. Era tan incapaz de controlarme que estuve dando vueltas sin sentido entre los pasillos de la Academia hasta llegar al baño, entré y me detuve a verme en el espejo un momento. Respiré profundo y me lavé el rostro, me sentía tan decepcionada de mí.

— Desearía que todo esto fuera más fácil... Tengo mucha hambre...

Durante mi infancia sentía una gran necesidad de comer ante situaciones de mucho estrés, estuve luchando para controlar dicha necesidad hasta que desapareció eventualmente. No creí que hoy, después de tantos años, volvería a sentir esa misma necesidad que me costó tanto controlar, sé que no debería de ceder en esta situación, pero el antojo por unos churros pudo conmigo.

Salí del baño decidida y con un objetivo en mente, caminé hasta el puesto que estaba en la entrada de la escuela, el señor que atendía era muy amable y la gente lo reconocía por hacer los mejores churros de la ciudad.

— Buenas tardes. ¿Cuántos churros va a querer?

— Buenas tardes. Deme... Pfff... Normalmente me como tres churros, pero hoy a sido un día bastante tedioso, deme diez, por favor.

— Saliendo. Puede sentarse si gusta.

El señor me preparó mi pedido, estuve revisando las cámaras de mi habitación mientras tanto, a través de ella pude observar como el bote de basura estaba en el suelo y con la basura regada por todos lados con la culpable reposando encima de todo el desorden.

— Parece que a alguien le toca madriza.

— Señorita, aquí está su pedido.

— ¡Oh, muchas gracias!

Con mi pedido en mano, pagué mediante transferencia y seguí con mi camino, divagué un poco antes de sentarme en unas bancas frente a la fuente principal de la escuela, el ambiente era agradable y de alguna manera me hacía sentir protegida.

Si lo pienso detenidamente, la verdad no entiendo porque huyo tanto de él, me emociona verlo, quiero saber que ha sido de él, pero al mismo tiempo me aterra ver en quien se ha convertido. La última vez que lo vi ni siquiera pude reconocerlo, parecía tan diferente, sin propósito, definitivamente no era el chico que conocí.

Desde el primer bocado sentí como toda mi vida se esclareció, sin problemas, sin preocupaciones, solo yo disfrutando de un buen antojito.

— ¡Oh, por dios! ¡Que delicioso está esto!

No pude contener la alegría dentro de mí, era testigo de una satisfacción recorriendo por cada parte de mi ser, es difícil de explicar, pero me sentía tan bien, casi en las nubes. Con ese sentimiento en mente, no me sorprende haber bajado la guardia por completo, expuesta ante las casualidades del destino.

— ¡Por fin te encontré!

Reconocía esa voz, era más que obvio de quien provenía. Levanté lentamente mi mirada y ahí estaba él, tratando de esconder los jadeos sin éxito, con leves gotitas de sudor en la frente que demostraban su esfuerzo y con una voz firme a la par que temblorosa. No estaba lista, por desgracia ya no tenía donde esconderme, solo me quedaba afrontar aquello de lo que estuve huyendo durante todo el día. 


☆ FIN DE LA PARTE 4 ☆

La oscuridad del dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora