2.2- Prisionero

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Capítulo 2: Tras la desesperación siempre hay un aliento de esperanza.

Parte 2: Prisionero.

— ¡Aghh...! ¿Q-Qué sucedió?

Drako estaba confundido, él se encontraba en la comodidad de su alcoba como si nada hubiera ocurrido. ¿La devastación del día anterior había sido una pesadilla? Los golpes, el dolor físico y emocional se sintieron tan reales como para creer que todo había sido una simple pesadilla.

Las dudas se disipaban al ver por las ventanas de su cuarto, Brumaria se hallaba intacta, sin ningún tipo de rasguño y con las personas del vecindario paseando a sus mascotas con normalidad; esto hizo que Drako dejará salir un pequeño suspiro.

— Si la ciudad está normal... ¡Entonces! Ellas... ¡Ellas deben estar vivas!

La búsqueda comenzó, tomando el segundo piso como primera alternativa. Todas las habitaciones se encontraban igual de vacías, no obstante, la esperanza se fortaleció al escuchar una voz cálida y reconfortante.

— Hijo, baja a comer.

Drako bajó las escaleras rápidamente, pero se detuvo abruptamente al llegar al marco del comedor; él necesitaba saber si su subconsciente no le hacía una mala jugada, sin mencionar que le aterraba saber la verdad. El joven agarró valor para asomarse al comedor, comedor donde lo esperaban su madre y hermana para desayunar, esto desató una sonrisa acompañada de lágrimas.

El joven no contuvo la alegría que nació, lo que hizo que corriera hacia ella para abrazarla, invadiendo a su madre por sorpresa.

— Ay, ¿Por qué tanto amor de repente?, ¿Qué sucede, hijo?, ¿Por qué estás llorando?

— A-Acabo de tener una pesadilla... En ella tú morías defendiéndome y Scarlett apenas y seguía con vida–

— Eso no fue un sueño.

Aquella respuesta dejó helado a Drako... El pobre joven solamente pudo retroceder lentamente ante lo que presenciaba; el chico se secó las lágrimas con sus manos y con una voz temblorosa preguntó.

— ¿Q-Qué...?

— Como lo oíste. En realidad, nosotras estamos muertas.

Las heridas se hicieron visibles conforme pasaban los segundos, viendo las viseras de Ashlee Riessfeld deslizarse lentamente por lo orificios que fueron perforados por los picos creados por Sherlyn. La sangre se escapaba de su prisión corpórea y el cuerpo se deterioraba hasta la médula.

Drako no soportó el asco que le dio ver semejante asquerosidad, él vomitó al verla por más de nueve segundos. El chico corrió hasta la salida de su hogar, pero en cada rincón al que iba ellas aparecían como por arte magia.

— ¿A dónde crees que vas, hermano? Vas a seguir huyendo en lugar de afrontar tus propios problemas, ¿Verdad?

— ¡YA BASTA! ¡No te atrevas a hablar como si fueras ella!

— ¿No lo entiendes? Todo esto es tu culpa, espero que estés contento, tú y tu egoísmo causaron nuestras muertes. De haber confiado en nosotras seguiríamos vivas, pero no, el tan aclamado Prodigio Celestial tuvo miedo ante una simple crisis de identidad,

La mente del joven trabajaba a mil por hora, no dejaba de culparse, aunque fuera totalmente contradictorio con las cálidas palabras que en algún momento le dijeron los integrantes de su familia. La respiración jadeaba sin parar, el joven comenzaba a sentir la presión incontrolable, era tanta que rascaba vorazmente su rostro.

— ¡¡HE DICHO QUE YA BASTA!!

Las uñas marcaron líneas rojizas en su perfil, cuando el grito sucumbió, los ojos del joven descubrieron un entorno sombrío a su alrededor, las aterradoras versiones de sus familiares desaparecieron sin rastro alguno. Drako caminó sobre un pasillo de paredes deterioradas, el lugar parecía haber sido abandonado hace años.

— ¿Dónde diablos estoy?

— Nunca podrás escapar de tu pasado.

La voz se escuchó al final del pasillo, temblando el joven avanzó hasta una especie de celda que resguardaba a una persona dentro, sentado en la vasta oscuridad. Un rojizo familiar se asomaba desde la retina de Drako y eso no fue ni de cerca lo más extraño, lo más extraño estaba por llegar.

— ¿¡Quién eres tú!?

— ¿Sabes por qué no pudiste salvarlas? Fue por la misma razón por la que dejaste que varias personas murieran mientras tú corrías aterrado con tu mami entre brazos, huyendo como siempre lo has hecho.

— ¡Hablas demasiado, pero no veo que me des la cara!

— ¿Dar la cara? ¡ERES LA PERSONA MENOS INDICADA PARA DECIRME QUE DÉ LA CARA!

La persona se levantó bruscamente y arrojó la silla hacia la pared destrozándola por completo. Sorpresa y miedo invadieron al joven por lo que sus ojos veían, delante de él se hallaba nada más ni nada menos que él mismo, portando aquella gabardina que caracterizaba su vestimenta espiritual y esas extrañas venas de tono sangriento en la parte derecha de su cuello. El grito de su alter ego aún resonaba por los alrededores demostrando lo solitario que era el lugar donde residía.

— ¿Quién eres?

Preguntó el joven con tono temeroso.

— Es raro que preguntes porque técnicamente yo soy tú y tú eres yo, pero soy yo quien tiene los huevos de hacer lo necesario para proteger a los que amo. ¡Hasta que alguien me encerró en esta puta jaula! ¿Y todo para qué? Para vivir fingiendo que no eres el monstruo que hemos formado tras los años.

— Te equivocas. No soy un monstruo...

— No importa cuantas veces lo digas, muy en el fondo sabes lo que eres, pero ni siquiera eres capaz de recordar la satisfacción que te causó desquitarte hasta el cansancio con ese estúpido grupo de jóvenes. La sonrisa que cargamos en todo momento dice mucho para un niño de 12 años. ¿No lo crees?

Tal acusación hizo que se mostrarán imágenes dentro de su cabeza, siendo así la sangre en sus manos lo único que podía distinguir entre toda la distorsión que había de por medio. Después de todo, estamos hablando de la verdadera razón que forzó al chico a renunciar al mundo relacionado con los espíritus y la magia.

El joven sentía un fuerte dolor de cabeza, no hace falta mencionar que se rodeó de un extraño sentimiento por el cual temblaba sin descanso. Al no poder soportar más decidió alejarse de la celda sin mirar atrás, repitiéndose constantemente...

— No soy un monstruo, no lo soy, esto es una pesadilla, nada de esto es verdad, tengo que despertar.

— ¡No puedes huir para siempre de mí! ¡TIENES QUE DEJARME SALIR DE AQUÍ, YO NO MEREZCO ESTAR AQUÍ!

El prisionero arremetió las rejas de la celda, los gritos de desasosiego anhelaban la libertad que durante años estuvo esperando, pero ahora más que nunca veía tan cerca lograr. Los latidos de Drako se volvieron más frecuentes y violentos, ante la adversidad cayó al suelo, él trataba de controlar su respiración, pero intentarlo era inútil, cuando parecía que el sufrimiento no se desvanecería jamás fue cuando Drako despertó.


☆ FIN DE LA PARTE 2 ☆

La oscuridad del dragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora