1 | La puerta misteriosa y el libro resplandeciente

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1 | LA PUERTA MISTERIOSA Y EL LIBRO RESPLANDECIENTE

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1 | LA PUERTA MISTERIOSA Y EL LIBRO RESPLANDECIENTE

Teodora Evans salía del instituto después de que la jornada académica hubiera terminado. La joven de cabellera pelirroja caminaba por los pasillos junto a sus amigos Sara y Charles –o «Charlie», como solían llamarlo– de camino a la salida pensando en llegar a casa y comer la pasta a la carbonara que su madre le habría preparado. Teodora estaba deseando que llegase ese momento para ver una de sus series favoritas, Stranger Things. Sentía cierta emoción por tomarse aquel tiempo para ella, hasta que recordó que tenía que recoger un libro de la biblioteca.

—Entonces, ¿queréis ir esta tarde a la bolera? —Sara se posicionó frente a ambos y, con las manos en las correas de la mochila, caminó hacia atrás en espera de una respuesta.

—Agh, no puedo. —Teodora hizo una mueca y se dio una palmada en la frente—. Tengo que terminar el trabajo de Biología para mañana.

—Vaya rollo —dijo Charlie, empujando la puerta de salida del edificio y cediéndole el paso a sus amigas—. Suerte.

—Gracias, la voy a necesitar —aseguró la pelirroja con frustración—. Nos vemos mañana y pasadlo bien por mí, ¿vale?

—Eso tenlo claro. ¡Que te sea leve! —exclamó Sara ya desde la lejanía y Teodora, o Teo como la llamaban, les dijo adiós con la mano.

A paso lento y sin mucha prisa por llegar a casa –porque ya no podría ver el episodio de Stranger Things que tanto ansiaba–, Teo se dirigía hacia la biblioteca más cercana de la ciudad. A pesar de que le llevó varios minutos para llegar a la Houghton Memorial Library, cuando llegó, Teodora se quedó quieta delante de las escaleras de mármol blanco para contemplar el grande y majestuoso edificio. No era tan espléndido como lo podrían ser los edificios de arquitectura neoclásica, pero tenía cierta belleza en su aspecto: transmitía paz, tranquilidad y saber, tres aspectos que hacían mella en la muchacha. A Teo le gustaba leer, pero más le gustaba escoger qué leer. La lectura por obligación de un libro sobre Biología no era de su interés, pero debía hacerlo. Así que entró con paso decidido y se dejó nutrir por el aroma a inspiración que emanaban los viejos y delicados libros. Caminó por el pasillo principal a través de la luz tenue que emitían los candelabros de las mesas y las lámparas colgantes hasta llegar a la mesa de la bibliotecaria. Allí estaba Esperanza, Espe para los amigos, la bibliotecaria más conocida del barrio.

—Hola, Espe. —La saludó Teodora.

—Hola, Teo. —Espe miró a Teodora por encima de las gafas desde detrás de la mesa—. ¿Qué te trae por aquí?

—Pues necesito este libro. —Teo se sacó del bolsillo del pantalón un papel doblegado que le tendió a la bibliotecaria.

—Con qué Biología, ¿eh? —La muchacha se encogió de hombros sin mucho interés—. Este es el topográfico. —La bibliotecaria apuntó un código que copió del ordenador—. Pasillo 13, estantería 04. Es el del final del todo, el que está escondido.

—Perfecto, gracias. —Agradeció con una sonrisa. La bibliotecaria le sonrió de vuelta y observó cómo la chica se alejaba en busca del pasillo indicado.

Daba un paso tras otro en silencio, escuchando únicamente su respiración y el sonido de sus pasos al impactar contra el suelo de madera. Observaba a la gente mientras estudiaban en sus mesas, con sus ordenadores, libros o calculadoras. O a la gente que buscaba, como ella, desesperadamente un libro mientras se perdían en los números de los topográficos y las innumerables estanterías. Pero a ella le gustaba perderse en esos números porque con cada uno de ellos descubría un libro que escondía miles de secretos. Y a Teodora le gustaba descubrir secretos: su curiosidad le proporcionaba información.

Después de recorrer varios metros, al fin llegó al final de la biblioteca: el pasillo 13. En aquella zona no había mucha gente, solamente un chico concentrado en unos ejercicios matemáticos que lo alejaban completamente de la realidad en la que vivía y otra chica buscando otro libro en un pasillo antes del 13. Teodora caminó entre los libros escondidos del resto de la humanidad en ese solitario, pero acogedor pasillo. Empezó a buscar por los códigos el libro de Biología. Se agachó para mirar los números de las estanterías de abajo, luego miró los de las estanterías de arriba y luego por las del medio. Cada vez se estaba acercando más al código correcto, pero con la mirada pérdida entre tantos estantes encontró un libro que, al tocarlo, se le iluminaron las letras. La chica frunció el ceño y miró a su alrededor: no había nadie más. Cuando Teodora se acercaba, las letras del lomo resplandecían; cuando se alejaba, dejaban de hacerlo. Se acercó un poco más al libro y observó anonadada cómo las letras se iluminaban de un color dorado y cambiaban su orden de aparición. Entonces leyó el título: «Crónicas de la Madre Tierra». El título y lo que estaba viendo con sus propios ojos le resultó tan atrayente que no pudo evitarlo y la curiosidad la invadió. Teodora estaba dispuesta a tomar el libro cuando sintió una punzada en el pecho al tocarlo. La punzada no duró más de cinco segundos, pero fue tan intensa que tuvo que pararse a respirar y comprobar que estaba bien. Entonces volvió a mirar el libro de nuevo y ahora estaba más resplandeciente que nunca. Teodora lo tomó decidida entre sus manos y, al instante, un portal se abrió en la pared de detrás. Una corriente de aire le acarició la nuca, haciendo que Teodora se girara a ver aquel extraño suceso. La chica, sobresaltada, miró a su alrededor: seguía sola. De repente, fue como si todo el mundo se hubiese evaporado de la faz de la Tierra. Se acercó al portal temerosa e introdujo la mano temblorosa. Sintió un aire frío que le rozaba la piel y alejó rápidamente la mano de dicho lugar.

—¿Pero qué...? —dijo en voz baja mientras se miraba incrédula la mano, que se mantenía intacta.

Teodora miró de nuevo el portal. No sabía decir cómo se había abierto porque no lo llegó a ver, pero sí que podía afirmar que, al abrirse, emitió el sonido de una fuerte ventada. Y allí estaba ahora, frente a ella un portal con el fondo oscuro que permitía la entrada de un suave aire frío que llegaba hasta sus mejillas. La chica ni siquiera suspiró: respiró y soltó el aire por la boca antes de dar dos pasos y entrar en la oscuridad de esa puerta misteriosa.

NOTA DE LA AUTORA

Hola de nuevo, querido lector/a. 

¿Cómo estás? Espero que, a pesar de la realidad un tanto difícil a veces,  estés radiante de energía. Y si no es así, aquí te traigo el primer capítulo de la novela para subirte esas vibraciones. ✨

Es un capítulo corto, pero suficiente para adentrarnos un poquito en el que será el nuevo mundo de Teodora. Te lo advierto: no te dejes engañar por la brevedad de los capítulos, algunos más largos que otros, pero recuerda que el buen vino se toma a pequeños sorbos. Algo así como los pequeños momentos de la vida y el buen café: ¿de qué sirve tomarlo con prisas?

Nos vemos en el siguiente capítulo. Hasta entonces...

Que la Madre Tierra te proteja.

Un abrazo,

Silea Evans.

Silea Evans

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CRÓNICAS DE LA MADRE TIERRA : Los mundos de Teodora © (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora