17 | Coraje

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17 | CORAJE

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17 | CORAJE

Como casi todos los días, Teodora terminó sus clases en el instituto. Desde su descubrimiento del nuevo mundo al que pertenecía, se había saltado varias clases y había faltado consecutivas veces, pero las veces que asistía casi siempre salía por la salida trasera, por donde nadie la vería. Dadas las circunstancias, la guardiana no sabía bien dónde encajarse y prefería no ser vista por sus amigos mundanos: verlos le provocaba sufrimiento, pues sabía que no podría ser la misma con ellos. Y ella quería ser honesta, se merecían a alguien que disfrutara con ellos, alguien transparente que los cuidara tanto como el Principito cuidaba a su rosa.

En aquellos momentos, Teodora creía que no era aquella persona que merecían.

Sin embargo, aquel día cruzó el largo pasillo hacia la salida en la que quedaba la cafetería. Un montón de estudiantes risueños paseaban de arriba para abajo del pasillo, disfrutando de su tiempo libre al final de clase. La guardiana se detuvo entonces delante de las puertas del comedor, una cristalera que mostraba el interior de la estancia. Allí observó a través de los cristales a Charles y a Sara conversar animadamente con otro grupo de chicos. Allí, desde la lejanía, casi podía intuir sus risas y su conversación. Seguramente estarían hablando de la cita que tuvieron ayer, la nueva serie que estarían siguiendo o lo pesada que habría sido alguna de sus clases. Conversaciones que todo adolescente tendría en un día cualquiera de su rutina semanal.

Pero ella ya no era una joven cualquiera.

Se encaminó hacia la salida lo más rápido que pudo, pues aún cojeaba, dejando atrás cualquier rastro de nostalgia que la invadía. Se sentía sola: aquel ya no era más su lugar. Puede que otros guardianes pudiesen combinar sus dos mundos a la perfección, pero ella no podía. Su rostro, de un segundo a otro, fue invadido por las lágrimas que amenazaban con salir cada vez con más fuerza. Su salud mental estaba cada vez más débil y eso era algo que no podía permitirse en aquellos momentos. Se dirigió al bosque, el único que quedaba en aquella ciudad, donde la esperaba uno de los portales. Miró a su alrededor: nadie la seguía. Puso su mano lo más rápido posible en la marca del árbol y fue engullida hacia su nuevo mundo, ahora sí, su casa. Llegó a la misma roca que la dejó allí en su primera llegada, allí donde Shaun la encontró. Ahora ya se sabía casi todos los caminos de la zona y podía caminar sola hasta la casita de Espe. Espe... Teodora la echaba mucho de menos y también a Nedhel. Solía preguntarse en sus momentos más vulnerables, como aquel, si todo hubiera sido más fácil si ellos estuvieran aún allí, con ellos.

Cuando llegó delante de la casa, desde la lejanía pudo observar a Shaun. En el establo y con el torso desnudo, sostenía una horquilla con la que levantaba la paja que serviría de lecho para los caballos, Luna y Spirit. Tenía el rostro sudoroso y se pasaba el antebrazo para retirarse parte del sudor que le estorbaba en la cara. Y estaba tan entretenido con su tarea que apenas se dio cuenta de la presencia de la guardiana.

Teodora se encaminó directamente hacia la entrada de la casa y no fue hasta que estuvo a unos metros que Shaun se percató por fin de su presencia.

—Hola Teo. —La saludó animadamente mientras sujetaba la horquilla con paja sobre ella.

CRÓNICAS DE LA MADRE TIERRA : Los mundos de Teodora © (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora