24 | GARDH
La luz que entraba por el ventanal la despertó. Notándose la boca seca, se frotó los ojos y observó la estancia. Un cuerpo tumbado a su lado marcaba su peso sobre el colchón, haciéndole compañía en aquella mañana. Al girarse sobre la cama y en posición fetal, observó la espalda desnuda de Shaun reposar tranquilamente. La respiración tranquila provocaba los suaves movimientos de su torso que le seguían el ritmo. La piel de Shaun era perfecta y Teodora intuía que era por las características genéticas de los elfos, sin apenas ninguna imperfección. Con el dedo índice, hizo ademán de querer dibujar un recorrido invisible sobre la espalda del chico, pero se detuvo: no quería despertarlo.
Aunque la noche anterior cerró los ojos, tardó en dormirse. Mientras Shaun cayó rendido al sueño, Teodora tenía algo en la mente que la mantenía divagando. Mirando el techo y con miedo de moverse para no despertar a Shaun, observó durante la noche la poca luz que había en el exterior y que entraba por el ventanal; la iluminación de las calles de Dôr o Edhel. Pensó en todo lo sucedido durante el banquete: la comida, las nuevas personas que había conocido, el baile. La mano de Shaun sosteniéndola por la espalda, sus ojos mirándola como si se tratase de un atardecer, la respiración sobre su cuello. Y más tarde, el desastre. Pensó en el miedo que había pasado, en Owen y en la Reina. Reflexionó en lo que la Reina le había dicho aquella misma tarde, frente al lago. Y recordó también todo lo que Erulissë dijo sobre la Guardia Oficial: «Si tan grave es el asunto, necesitaréis de su ayuda. Tal y como están las cosas, creo que la vais a necesitar». Y ese tal Aritz que en el banquete habían mencionado varias veces. Pero la curiosidad le alteraba la mente más de lo que ya estaba, así que decidió poner la mente en blanco –o intentarlo vagamente– y al día siguiente le preguntaría a Tom.
Consiguió dormir finalmente unas horas antes de que amaneciera y ahora, habiendo descansado un poco, se sentía mejor. Se reincorporó ligeramente y observó el rostro de Shaun. Dormido y con los ojos cerrados, un par de mechones le tapaban la frente. Teodora también quiso retirárselos del rostro, pero no quería despertarlo. Dejándolo dormir, se levantó con cuidado de no hacer ruido y se encerró en el baño. Por suerte, el agua corriente sí que existía en Dôr o Gwaith, así que bebió agua del grifo sin ningún remordimiento. Quitándose el camisón, volvió a darse otro baño antes de reunirse con los demás. De alguna forma, sentía que aquel baño era una limpieza de todo lo que había ocurrido la noche anterior; una limpieza energética que siempre sentaba bien. Y al vestirse de nuevo con su ropa, la misma que llevaba cuando llegó a palacio, abrió la puerta que daba a la habitación. Al hacerlo, Shaun estaba ya sentado sobre el borde de la cama y con los codos apoyados en sus rodillas.
—Buenos días —le dijo Teo.
Shaun levantó la cabeza y sus ojos azules se posaron en ella, aún somnolientos.
—Hola. —Le sonrió Shaun ligeramente.
—¿Has podido descansar? —Caminó hasta llegar frente al ventanal y, abrazándose a sí misma, corrió la cortina y observó el exterior: Dôr o Edhel volvía a ser la misma ciudad llena de luz y de vida que el día anterior.
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CRÓNICAS DE LA MADRE TIERRA : Los mundos de Teodora © (1)
FantasyTeodora Evans nunca imaginó que aquella rutinaria visita a la biblioteca de Montgomery la llevaría por sorpresa a un nuevo mundo y, lo más sorprendente, a descubrir una verdad inquebrantable sobre ella misma. Siendo la nueva guardiana de los mundos...