Capítulo Seis

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Una vez se recobraron de la impresión que les había causado el regente de Le Gerny's, Renard le volvió a proponer a Bran que fuera con él a su casa, ya que este no le había dado respuesta

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Una vez se recobraron de la impresión que les había causado el regente de Le Gerny's, Renard le volvió a proponer a Bran que fuera con él a su casa, ya que este no le había dado respuesta. El británico, agotado y sin otra solución en mente, convino en que era una buena idea. Sin embargo, tras media hora caminando por la orilla del Sena, sin haber alcanzado aún su destino, se arrepintió de haber hablado demasiado rápido.

El alumbrado iluminaba pobremente la calzada y la acera junto al río. Por esta razón, el violinista no podía ver bien por dónde iba. Al lado de la agilidad del francés, Bran parecía un pato y pronto empezó a sentir como todo el cansancio acumulado del día le volvía todavía más torpe. Miró hacia la adoquinada calle y su desolación fue en aumento al ver que apenas había coches circulando a esa hora.

-Espera -pidió Bran mientras se detenía, resollando y sintiendo que las piernas le flaqueaban-. ¿Dónde se supone que vives? Pensé que estaría cerca del cabaré.

Renard se mordió el labio inferior, intranquilo.

-Bueno... -empezó con cautela-. Está a una hora y media andando desde los Campos Elíseos.

-¡Qué? -exclamó el inglés sin dar crédito a lo que oía-. ¿Pretendías que fuéramos andando desde los Campos Elíseos hasta tu casa, cuando está lejísimos de aquí? ¿Se puede saber para qué tienes la cabeza? ¡Llevo toda la noche andando, salvo el rato que pasamos en el bar! ¡Me duele todo el cuerpo!

-¡Es lo que hay, alteza! -replicó Renard, ofendido por la falta de aguante de su nuevo compañero-. No tengo dinero para un taxi, de modo que no queda otra que andar hasta mi caravana.

-¿Por qué no me has preguntado antes? ¡Sí que tengo dinero para un taxi! -aclaró el otro-. ¿Es que te has propuesto acabar con mi vida esta noche?

-¡No, no tienes dinero para un taxi! ¿No lo entiendes? -remarcó Renard dándole a Bran un ligero empujón en el hombro para tratar de hacerle entrar en razón-. Te han despedido, no puedes permitirte pagar un viaje en taxi.

El inglés se sorprendió ante aquella repentina manifestación de sensatez por parte de Valmy. Frunció el ceño, desconfiado.

-¿Y quién se supone que eres tú para decirme lo que debo hacer con el resto de mis ahorros? Tú me has metido de lleno en esta situación...

-Sí, y lo siento, ¿de acuerdo? -cortó Renard encarándose con el otro músico-. Siento lo que ha pasado y, por esa misma razón, no puedo dejar que todo a tu alrededor se desmorone más. Hazme caso, por favor: guarda ese dinero y utilízalo para cuando sea realmente necesario. Y si estás muy cansado, te llevo yo a mi espalda, pero deja de quejarte, por dios.

Se hizo un tenso silencio entre ellos hasta que Bran lo rompió con otra queja.

-¿Es que tú no estás cansado? Sé razonable y vayamos a tomar un taxi...

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